Epílogo

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Voy caminando a toda la velocidad que me permiten mis piernas. No son ni las ocho y ya estoy sudado. Se suponía que me iban a llevar, pero como siempre surgió un imprevisto y me vi obligado a salir corriendo. Parece mentira que sea hoy, estoy tan feliz que no me lo creo. Tantos años de estudio sirvieron de algo, este es el resultado, por esto me he levantado todos estos años tan temprano, por esto he derramado lágrimas, he sudado y sobre todo, he disfrutado. La universidad sin duda ha sido una experiencia muy distinta a lo que fue el instituto. Ahí aprendí a relacionarme más con los demás, he sabido caer y ponerme de pie una y otra vez, siempre pensando en los que cayeron y no se pudieron levantar jamás.

Por fin llego y un hombre gordo de cara redonda y escaso pelo me detiene posicionándose frente a las puertas del enorme cine.

—No puede entrar, el cine está lleno.

—No me entiende, tengo que entrar…

—Le dije que no puede, si regresa mañana más temprano podrá entrar sin problemas.

—¿Usted sabe qué película están estrenando hoy?

El hombre apunta un enorme poster detrás de mí. —El taller de los imperfectos.

—¿Y sabe quién es el director de la película?

—Maicol Benet Dicelmo —Lee entrecerrando los ojos—. Oiga, ¿por qué no lee usted mismo el poster?

—Porque no me hace falta, conozco al director.

—Si eso lo dices para poder entrar te diré que no me está permi…

—Yo soy Maicol Benet, esa que se va a estrenar ahí dentro es mi película —saco mi identificación y se la muestro. —Si me disculpa, no quiero perderme el estreno de mi película.

—Di… disculpe, señor Benet, no sabía… pase por favor.

Por fin paso por su lado con una sonrisa y murmuro entre dientes. —Señor Benet…

Antes de entrar completamente tomo una bocanada de aire y entro del todo dejándome ver por las personas que hay dentro. Pero, antes de que mis conocidos me vean del todo las luces se apagan y se empieza a reproducir la película.

Mis ojos se llenan de lágrimas y me causa dificultad respirar al ver la frase que sale en la pantalla. Dedicado a Amber Spiguelman y Laura Dicelmo, donde quiera que estén.

Camino hacia la primera fila y me siento para enfocar mi atención en la película, en mi película, mi sueño cumplido. Luché tanto por este momento que al verlo cumplido me siento completamente vacío, como si en realidad necesitara de algo que me motive a seguir.

—¿Nervioso? —me dice alguien a mi lado y al verla sonrío. Es Britney.

—Estoy aterrado. 

—Es hoy, por fin vas a cumplir tu sueño. ¿Te das cuenta de que no fue imposible?

—Nunca pensé que lo fuera. —le susurré al oído.

—A no, ¿y quién estuvo ahí pateando tu trasero cada vez que llegabas quejándote a casa?

La miré adoptando un tono serio —Gracias…

—¿Por patearte el trasero?

—Por todo.

Sonreímos con complicidad y alguien nos rodó por los hombros desde la parte de atrás.

—Oigan, sé que vieron la película un montón de veces —Chilló Harrison—. Pero… ¿se pueden callar? Es la primera vez que los demás la vemos.

—Vale, vale, nos callamos.

En ese momento en pantalla sale un chico delgado caminando por un abarrotado pasillo de instituto sin que los demás noten su existencia y me devuelve al pasado, a ese momento donde creía que todo estaba mal en mí. Entonces, de entre la multitud aparece una chica de cabello rubio y ojos verdes y se me encoje el corazón. Había visto la película antes del estreno, pero verla así, desde la perspectiva de alguien que la está viendo en un cine, es totalmente diferente. No puedo evitar sonreír mientras un nudo se forma en mi garganta y siento que dos lágrimas se forman en mis ojos. La actriz que interpreta a Amber captó tan bien su esencia que por segundos ante mis ojos se vuelve ella, el gran amor de mi vida, la chica que me enseñó sin querer a ser lo que soy hoy en día.

El tiempo transcurre mientras la película y la trama conducen al espectador hacia el dramático final donde el chico que me interpreta pinta el cartel en el mirador y a ese punto, cuando por fin acaba, soy un mar de lágrimas. No entiendo por qué, después de tanto tiempo, me sigue afectando tanto la muerte de Amber, quizás se deba a que dejó una huella imborrable en mi corazón.

Cuando el crédito sale me percato del silencio que precede a mi alrededor y se me encoje el pecho. Un miedo me invade y de inmediato creo en la posibilidad de que no les haya gustado. Las luces se encienden y me doy la vuelta lentamente para ver las caras del público, pero al hacerlo sucede, los aplausos retumban cuando me pongo de pie. Y los veo, Britney, Leandro, Harrison, mi padre y mis hermanos con mi sobrina y Linda, mis amigos de la universidad, mis profesores, todas las personas que he ido conociendo en todo este tiempo aplauden con lágrimas en los ojos y abuchean felicitaciones. Y es cuando, entre la gente, por una milésima de segundo la veo. Amber está entre el público, aplaudiendo.








Nota de autor: Chic@s, espero de todo corazón que esta historia les haya gustado, y que, al menos, les haya transmitido todos los sentimientos que en estas páginas plasmé. A los que llegaron hasta el final mil gracias. Si no es mucho pedir y les gustó este libro, la manera de ayudarme es hablando de ella a sus amigos y familiares, sugiriéndola para así ganar yo también.

El taller de los imperfectosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora