Me encontraba frente al cine sin saber si era buena idea entrar, solo el hecho de estar en frente me devolvía a un pasado que prefería guardar en mis recuerdos como uno de los tesoros más grandes que tenía. A mi madre le encantaba llevarnos al cine, fue ella la que me transmitió ese amor por las cinematografía en general. Por eso, estando frente aquellas escaleras, sentí como si la viera, mi madre riendo, mi madre con su vestido rojo favorito, seleccionando la película que íbamos a ver o comprando rosetas de maíz. Mi madre expulsaba seguridad, control en nuestras vidas y, sobre todo, deseos de vivir. Sin ella nada era igual de bueno. Ni siquiera los colores llamaban tanto mi atención. Era como si al morir ella el mundo que me rodeaba hubiera dejado de ser el mismo para convertirse en algo sombrío y carente de la emoción de antes.
Regresé a la realidad con pesar después de que varias personas pasaran por mi lado. Por un momento se me nubló la vista. Me dieron ganas de regresar a casa, no sabía si estaba preparado para hacer una cosa como esa.
—Maicol. —la voz de Amber captó mi atención, estaba a unos metros de mí. Llevaba en sus manos un paquete de rosetas de maíz.
Caminé hacia ella sin dudarlo. Llevaba un vestido blanco y el cabello lo traía recogido en una coleta. Le hice una fotografía mental para guardar ese recuerdo para siempre. Al verla ahí sonriéndome solo a mí me entraron las fuerzas que necesitaba para entrar y enfrentar uno de mis grandes miedos. Mi madre me había mostrado la magia del cine, quizás el trabajo de Amber iba a ser recordármela.
—¿Los demás están dentro ya? —pregunté buscándolos con la mirada.
—Malas noticias, solo vinieron Lisi y Harrison. Leandro y Brandon tienen un partido de futbol que surgió de última hora. Supongo que Britney está por llegar, ¿no?
—Britney tuvo que quedarse con su abuela. —contesté.
—Entiendo. Bueno, ¿entramos?
Asentí y empezamos a subir las escaleras para entrar a ver la película. La verdad es que en lugar de caminar iba flotando. Mi corazón abandonó mi pecho y se fue a bailar a no sé donde. Al parecer el destino estaba de mi parte y por fin iba a cumplir uno de mis mayores deseos, iba a estar a solas con la chica que amaba, eso era lo mejor que me había sucedido en mucho tiempo. Aquel sin duda parecía un final, el final de la etapa de los infortunios.
Lo único que me tenía preocupado en ese momento era que Britney no me contestaba las llamadas y mensajes. No sabía por qué me evitaba de esa forma. Últimamente no dejaba de comportarse de forma extraña. Evitaba a toda costa que habláramos de verdad, de nosotros mismos como solíamos hacer al principio. Ya extrañaba a la chica que me mostró que podía despojarme del velo del anonimato.
La película que vimos fue una de terror. La había escogido Amber y la verdad es que tanto Harrison como yo odiábamos ese género, preferíamos las películas de superhéroes al estilo MARVEL.
Cuando las luces se apagaron Lisi y Harrison se empezaron a enrollar aprovechando la oscuridad y, aunque me apetecía hacer lo mismo con Amber, nos limitamos a ver la película. Lo mejor de todo fueron las escenas de tensión, varias veces la chica rubia a mi lado me tomó del brazo involuntariamente y agradecí a los cielos el contacto. Era espléndido tenerla tan cerca. Si me inclinaba un poquito podía percibir su perfume y eso, amigos míos, era maravilloso, quería aspirar ese aroma por el resto de mis días. Poco me importaba aquella película, me limité a absorber todas las imágenes posibles de su rostro. Parecía hipnotizada, era mágico ver como sus ojos se iluminaban, como las sombras dibujaban el contorno de su rostro, como sonreía o cerraba sus ojos para no ver las escenas de terror. Sus cejas cobraron vida y las fruncía o relajaba por momentos sin darse cuenta tal vez de que lo hacía. Y qué decir de su boca, esta de vez en cuando se abría y cerraba o me susurraba algo al oído, cualquier cosa. Me decía lo que creía que iba a suceder o cualquier chiste con respecto a la trama. Nunca pensé sentir envidia por alguien, en ese momento sentí envidia de Brandon Donald, ese idiota tenía por novia a una chica increíble y la dejaba tirada por un tonto partido de fútbol. Juro que si hubiera sido él habría estado siempre con ella. Amber no merecía lo contrario.
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El taller de los imperfectos
RomansaMaicol es un bicho raro, un invisible, un marginado, como lo quieran llamar, pero su realidad cambia cuando a su mesa llega una chica rara con nombre de cantante, desde ese momento su vida da un giro de 180 grados y se ve en situaciones que jamás im...