CAPITULO 3

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Emma

Entre de nuevo en la cocina. Él lo hizo justo detrás de mí. 

—Estaba pensando en preparar algo de cena. 

Llevaba varios días sin comer en condiciones, y aunque seguía sin apetito, sabía que debía hacer un esfuerzo. No podía responsabilizar a mi cuerpo del desorden de mi mente. 

Él desvió la vista a su reloj de pulsera 

—Las tres y dos minutos de la madrugada. Una hora másque razonable para cenar, si. 

—Como sea, pero necesito comer algo. 

Abrí la nevera y noté de reojo que se sentaba a la mesa. Su interior estaba desolado. Había un tomate al fondo, una lata de atún, y un par más de refrescos de limón en el soporte de la puerta. Levanté la vista en su dirección. 

—¿Quieres tomar algo? —ofrecí, rogando internamente que dijera que no, o simplemente agua o un refresco de limón. 

—¿Tienes vodka? 

—En realidad...—un calor repentino subió por mi cara—, tenía pensado hacer la compra mañana mismo.  Además, tenías razón, ya es tarde. Comeré algo por la mañana. 

Se acercó a mi. Cogí el refresco y cerré la nevera rápido. 

—No pasa nada Emma, es normal —dijo con calma—. No esperabas visitas. Para la próxima, ya lo sabes: vodka. 

Dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la salida. 

—¿Oye? ¿Qué haces? ¿Te vas? ¿Sólo porque no tengo vodka? —parecía no escucharme. Abrió la puerta. —¡¿Adriel?! 

Se marchó. Solté un largo suspiro y me senté a la mesa con mi refresco. 

No pasaron ni quince minutos cuando volvieron a llamar al timbre. ¿Quién sería esta vez? 

—¡Ya estoy de vuelta! —Él...¿Quién iba a ser sino? Levantó un par de cajas entre nosotros—. ¿Te gusta el pepperoni? 

Una nube con olor a orégano se deslizó por el pequeño apartamento cuando entró y dejó las cajas de pizza sobre la mesa de la cocina. 

—Pero ¿qué? No hacía falta. ¿De dónde las has sacado? 

—Uno de mis socios ha puesto una pizzería aquí al lado. 

—¿Y está abierto a estas horas? 

Me guiñó un ojo.  

—Para mí lo está las veinticuatro horas. 

Pasamos un rato comiendo pizza, hablando de todo y de nada al mismo tiempo. De vez en cuando nos quedábamos en silencio, simplemente mirándonos mientras devorábamos la pepperoni. Mejor dicho, mientras yo devoraba la pepperoni. Él se conformó con un refresco de limón. No era incómodo, al contrario, había algo genuinamente agradable en esos silencios. 

—Entonces, ¿Qué pasará al final con el contrato? —le pregunté sin poder esperar más.  

—En principio, ya estás contratada. Pero necesito algo de tiempo. 

—¿Tiempo? pensé que ya estaba todo listo para que entrara alguien. Es más, en el anuncio decía que era urgente una nueva incorporación. 

—Y lo es, pero quiero colocarte en un bar que pueda supervisar a menudo. 

—Para eso está el encargado, ¿no? 

—Prefiero hacerlo yo. 

—Pero, ¿Cuál es el problema? —insistí. 

—Acabo de decírtelo, Emma. Solo trabajarás donde yo esté presente. 

—¿Y puedo saber por qué no vas a ese bar? —Recordé a la mujer de la barra. ¿Sería ella el motivo? 

—Ese pub ya lo dirige uno de mis socios. Además, no me agradan los empleados que hay ahí. —dijo, dando respuesta a ambas preguntas. 

Me crucé de brazos. 

—Quiero trabajar ahí —exigí—. Quiero ocupar el puesto para el que hice la entrevista. 

Necesitaba el dinero, y no iba a esperar sólo porque a él le apeteciera que trabajara con él. 

Adriel suspiró. 

—¿Eres siempre igual de cabezona? Tengo muchos otros locales, puedo ofrecerte un puesto mejor. 

Negué con la cabeza. 

—Quiero ese. 

—Imposible. 

—Entonces buscaré otro trabajo. 

Su mandíbula se tensó. 

—No sabes lo que dices, si solo me dieras algo de tiempo... 

—No lo entiendo —protesté—. Apenas nos conocemos, ¿a qué viene este favoritismo? 

Él negó con la cabeza y mostró una sonrisa incrédula, como si no pudiera creer lo que escuchaba. 

—Me das bastante igual, Emma, no tiene nada que ver con favoritismos. Como tú misma has dicho: no te conozco y ni siquiera formas parte de mi empresa. Simplemente quiero tener el control si finalmente contrato a una niña con poca experiencia y que parece ser de todo menos estable para trabajar. No quiero ponerme en evidencia como jefe. 

Las palabras ardían en mi boca incluso antes de que él terminara de hablar, pero justo cuando estaba apunto de replicar, una sensación de malestar retorció mi estómago. 

—No soy una niña —logré decir. 

Él se levantó de la silla, airado. Tuve que concentrarme en mi respiración para no vomitar ahí mismo. 

—El puesto es tuyo —accedió finalmente—, puedes empezar dentro de dos días. Ahí te informarán sobre los horarios y el resto de formalidades. 

Quise levantarme, abrazarlo y agradecerle, pero la bilis trepando por mi garganta me retuvo clavada en la silla. 

 —Pensé que era lo que querías —repuso ante mi silencio. 

—Yo... —Las paredes comenzaron a cernirse sobre mí. Desvié la mirada al suelo. 

—Te dejo para que descanses —me dio la espalda—. Hablaremos mañana, mejor. 

Me forcé a ponerme de pie y la habitación se inclinó hacia un lado. Me agarré al respaldo de la silla. 

—¡Espera! —exclamé. Él se dio media vuelta y me miró. 

—Yo... —Los oídos me pitaban con fuerza—. Eh... 

El sudor hizo que la silla se me escurriera entre las manos y caí directa al suelo de hormigón. Adriel corrió a mi lado y me apoyó en su regazo. Me concentré en el brillo verdoso de sus ojos. 

—No me dejes sola —suplicó una voz extraña, luego me di cuenta de que solo podía haber sido yo. 

Su contorno comenzó a desvanecerse ante mis ojos. 

—¡Emma! ¡Emma despierta! —exclamó desesperado. Pero después de eso, ya no recuerdo nada más.


Que os parece chic@ssss???? dejarme en los comentarios si os va gustando por ahora...¿Qué creéis que le ha pasado a Emma? 





El fin de un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora