CAPITULO 29

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Adriel

Para cuando llegué a su casa eran las cuatro de la madrugada. 

Llamé a la puerta y esperé impaciente. Justo cuando iba a empezar a aporrearla, la puerta se abrió. Una Irina somnolienta apareció tras ella, cerrando la bata de satén púrpura alrededor de su cuerpo.

—Adriel, ¿qué haces aquí? 

—Necesito hablar contigo. 

 Entré en el piso sin preguntar y ella cerró la puerta a mis espaldas sin protestar. 

—¿No puede ser mañana? No quiero que Dylan se despierte. 

—Será solo un momento. Tu hijo ni se enterara de que he estado aquí. 

Avancé por el pasillo para entrar en la sala de estar, pequeña y oscura. Las luces de la calle se proyectaban sobre los muebles y sobre la televisión apagada. Irina encendió una pequeña lamparita cerca del sofá. 

—Desembucha. Quiero volver a la cama. 

—¿Qué le contaste? —exigí saber. 

Ella se cruzó de brazos. 

—¿De qué hablas? 

—De que eres incapaz de mantener cerrado el agujero con dientes que tienes en la cara, de eso hablo. 

—Si es por lo que le dije a Emma... —desvió la mirada al suelo—. Solo quería evitar que le pasara lo mismo que a mí. 

Sacudí la cabeza y me reí sin humor. 

—Te conozco muy bien, Irina. Sé perfectamente lo que intentas. 

—Adri, yo... 

—¡Tienes que superar lo que pasó! —bramé—. Y olvidarme de una puta vez. 

—Baja la voz. 

—Si vuelves a decirle algo, te despediré. 

—Cometes un error ¿Y si le pasa algo por tu culpa?Conmigo no pudiste evitarlo —replicó. 

—Será diferente esta vez. 

—¡¿Diferente?! —me miró con el ceño fruncido y dio un paso en mi dirección—. ¿Qué hay de diferente? 

—Eso no importa —respondí. 

—¿Has olvidado que no puedes tener las dos cosas? O dinero, o amor, y ella no va a aceptar amarte en secreto —se acercó tanto que sentí su aliento en mis labios—. Yo entiendo tu situación mejor que nadie, Adri. Conmigo no tendrías que elegir.

Sus labios rozaron la comisura de los míos en un beso corto. Me puse tenso y levanté las manos.

 —Irina... 

—Encontraría la manera de esconderme —dijo, pasando los dedos por mi boca—. Piénsalo.... 

—Suficiente. —La cogí de la muñeca y aparté su mano de mi cara. Sus ojos negros habían cobrado un destello que brillaba en la penumbra, como una chispa de esperanza.—Me he enamorado de ella —confesé, contemplando como esa chispa se apagaba. 

Negó con la cabeza. 

—No hablas en serio. 

—Siempre hablo en serio. Y por eso sé que será diferente esta vez. —Tenía que serlo. Nunca antes había sentido nada parecido, pero había visto cómo ese mismo impulso provocaba a otros a escribir ríos de tinta, a pintar cuadros y murales, a levantar palacios y monumentos, a dar la vida y a quitarla por ello... Era imposible que a mi no me hiciera capaz de protegerla por encima de todos mis demonios.

El fin de un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora