CAPITULO 52

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NARRADOR: PAULA

Emma me lo contó todo con pelos y señales. 

Mi corazón latía con fuerza mientras escuchaba la telenovela en la que se había convertido su vida en unas pocas horas. 

Antes incluso de que colgara la llamada, ya estaba subiéndome al coche para ir a verla al hospital. Sin embargo, me aseguró que estaba de maravilla, que lejos de encontrarse mal ya le habían dado el alta. Me pidió que, en lugar de visitarla, le hiciera un favor importante. Me envió varios archivos y me explicó exactamente lo que debía hacer con ellos. 

Madre de Dios, después de eso, me iba a deber una buena fiesta de chicas. Arranqué mi pequeña bala de color rosa y fui a ello. 

Casi vomité al entrar en el edificio y contemplar la falta de gracia en la decoración. Las paredes eran blancas y los pasillos estaban hechos de oficinas con puertas de cristales tintados. ¿Dónde estaba el brillo? ¿El color? ¿El estilo? Cuando Dios repartió buen gusto, solo se acordó de mí.

Me senté frente a un enorme cuadro de una playa, con una pequeña niñita en medio que parecía intentar alcanzar el sol con la mano. 

<<Adorable>> 

Unos pasos se acercaron. Llevaba tacones... ¿serían de marca? 

Me puse de pie cuando apareció. Le dediqué mi sonrisa más falsa y le tendí la mano.

—¿Eres Marga? —pregunté. Asintió—. Vengo a traerte un recado, pero te aconsejo que sea en tu oficina, o dónde sea que times a la gente. 

Su expresión se ensombreció. Ojos color caramelo, pelo corto y labios muy finos. De la ropa ni siquiera hablamos. 

Ah, y los tacones de mercadillo.

—Por aquí —me indicó. 

La seguí mientras cruzábamos el pasillo. Entré tras ella por una de las puertas y me paseé por la estancia, observando cada cosa con fingido interés.

—No recuerdo tener citas agendadas hasta las diez. 

Abrí mi bolso y saqué los papeles que Emma me había enviado para imprimir.

—Tengo que decir que, para ser psicóloga, eres bastante mezquina.

—¿Perdona?

—Sonsacas información a la gente y luego la vendes por dos cochinos euros que, a juzgar por tu aspecto, no los inviertes nada bien. —Dejé los papeles en la mesa con un golpe sordo. —Esta es la orden de un juez donde se te prohíbe ejercer por fallar al secreto profesional. 

Su expresión se volvió de un blanco mortecino. Tragó saliva y se cruzó de brazos.

—Mira, niñata, sal de mi oficina ahora mismo. No creo una palabra de lo que dices.

—Tienes cuarenta y ocho horas para entregar toda la documentación y cesar tus prácticas, o se te revocará la licencia de por vida —me di la vuelta para salir de aquel sitio con olor a clínico—. Deberías estar mejor informada y saber que todo lo que se dice por llamada telefónica puede quedar grabado. No es tu palabra contra la de nadie, Marga, sino numerosas pruebas que no te dan ni el derecho a presentar alegaciones.

—¿De qué me hablas? ¿Quién eres?

—Es Emma quien me envía, dice que, mientras tú intentabas monetizar a costa de su vida, ella recopilaba pruebas para arruinarte de la misma manera. 

La tal Marga cogió los papeles y los examinó de manera frenética.

—Deberías estar contenta —añadí al abrir la puerta—, ha tenido demasiada piedad contigo. 

Cuando la cerré a mis espaldas, escuché los papeles estamparse contra el cristal tintado, y un grito furioso escapar de sus labios. 

Misión cumplida. 

Dejé el edificio atrás y me subí a mi bala rosa. Abrí mi bolso de Dior para retocarme el pintalabios, cuando el móvil empezó a vibrar. Lo saqué y me lo llevé a la oreja.

—Papá, ¿qué pasa?

—Hija, buenas noticias —dijo al otro lado.

—Sorpréndeme. —Destapé la barra de labios con la mano libre y me miré en el retrovisor.

—Ya no tenemos que irnos del país. 

Mi corazón dio un salto mortal. 

—¿Cómo dices?

—La mayor accionista de Carter Legacy, la que nos tenía amenazados, se ha quitado del medio. Estamos fuera de peligro.

—¡Eso sí que son buenas noticias! —Guardé el pintalabios y me quedé mirando mi reflejo, pensativa.—Pero... ¿Cómo que se ha quitado del medio?

—Dicen que ha sido un suicidio. Hija mía, estás todo el día con el móvil en la mano y de lo más importante no te enteras. Pon las noticias, anda.

Colgué la llamada y busqué en internet los informativos en directo. No sabía por qué, pero sentía una desagradable opresión en el pecho...que me asfixió en cuanto vi el titular de la noticia más reciente.

"Diana Castañeda, una de las empresarias más influyentes del país, se quita la vida tras asesinar a la amante de su esposo."

El fin de un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora