CAPITULO 13

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Emma

—Llevamos casi dos meses con esto... Nunca voy a aprender —murmuré, frustrada.

Su mano seguía firme en mi espalda, guiando mis pasos por el bar vacío.

—Empiezo a pensar que lo haces a propósito para tenerme así de cerca. —Su aliento cálido en mi oído me erizó la piel. 

Me giré bruscamente, bajando la bandeja y clavando mi mirada en la suya.

—Créeme, no tengo ningún interés. —Al menos, debía aparentarlo.  Era demasiado ridículo admitir que lo había hecho por esa misma razón.  

La situación era complicada, que se volvió aún más difícil cuando me di cuenta de que, cada noche, me acostaba deseando que el reloj marcara cuanto antes las ocho de la mañana, cuando sentía un vuelco en el corazón al entrar al despacho y verlo esperándome con mis croissants favoritos, o cuando un cosquilleo me recorría el estómago cada vez que lo pillaba observándome en silencio.

—Mejor para ti, entonces. No soy alguien de quien conviene interesarse. 

Nuestras caras estaban muy cerca. Podía oír su respiración entrecortada y distinguir las pequeñas manchas amarillas alrededor de su iris esmeralda. Me aclaré la garganta y di un paso atrás. 

—Lo mismo digo.

—Tranquila, niña. No estoy interesado en ti. 

Era lo que debería querer oír. Sin embargo, una punzada cruzó mi pecho.

—Bien —dije, herida. 

—Perfecto. 

Me crucé de brazos. 

—Sí, perfecto.

—Genial.

Puse los ojos en blanco.

—¿Genial? 

Se encogió de hombros.

—Ni tú estás interesada en mí, ni yo en ti. No podría ser más genial.

—Ah, eso. Claro. Genial.

...

Me llevé el móvil a la oreja y esperé impaciente su voz alegre al otro lado. 

Vamos, vamos... ¡cógelo! 

Di golpecitos en la parte trasera del móvil con el dedo, inquieta. 

—¡Hol...!

—¡Me han admitido en la universidad! —exclamé.

Paula soltó varios chillidos de alegría al otro lado y me eché a reír.

—¡Me alegro muchísimo! —dijo al cabo, con la voz todavía en un tono agudo.

—No me lo creo... Empiezo la semana que viene —expliqué—. Seguramente tenga que recuperar varias asignaturas el próximo año, pero merecerá la pena.

—¿Sabes qué significa eso? —Hubo un brevísimo silencio. Luego exclamó: —¡Que hay que celebrarlo! 

Por una vez, estaba de acuerdo con Paula en cuanto a fiestas, aquella noticia merecía una celebración. 

Sé que no era nada nuevo a lo que ya hacía en California, sin embargo, con la emoción sentí el impulso de llamar a mi madre y contárselo. O a Reb... 

No. Había empezado de cero, e iba a irme ahora mismo a celebrarlo con la única persona que formaba parte de mi nueva vida, además de Adriel.

Mientras esperaba a que Paula pasara a recogerme, me senté en las escaleras del portal. Habíamos planeado ir en su coche a cenar y luego a tomar algo con sus amigos . Eché un vistazo a la pantalla de mi móvil cuando recibí un mensaje. 

No reconocí el número, pero no tardé en saber quién me lo enviaba...

No reconocí el número, pero no tardé en saber quién me lo enviaba

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Diana.

¿Cómo había conseguido mi número?


El fin de un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora