CAPITULO 53- Y ÚLTIMO

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EMMA

Corrí hacia él, jadeando después de buscarlo por toda la casa. 

Estaba rígido, sin moverse, ni siquiera al escuchar mi voz. Puse una mano sobre la suya, la que aún sostenía la pistola, y lo miré a los ojos. Él sacudió la cabeza.

—Déjame acabar con esto —dijo.  

Le di un beso rápido en los labios. 

—No dispares, pero no dejes de apuntarla. Confía en mí—respondí.

—Levántate, Diana —añadí con mas firmeza.

—Vaya, da para una novela lo vuestro chicos. Emma ¿ya le has contado quién es Rebecca y lo que hiciste con ella? 

Adriel me lanzó una mirada confusa que ignoré.

—Camina —le indiqué, manteniéndome cerca de ella. 

Cuando llegamos al borde de la terraza, la hice girar para que me mirara. Tragué saliva cuando me clavó sus ojos vacíos.

—Diana Castañeda... —sonreí con desdén—. Hasta te pintaste su lunar... Eres patética.

—Y tú eres una asesina a la que no le quiere ni su madre.

Apreté los puños.

—No sabes nada.

—Te equivocas, lo sé todo. Y voy a arrebatarte lo poco que te queda. 

Fruncí el ceño, ¿se refería a Adriel? 

Ella esbozó una de sus siniestras sonrisas.

—Amenacé a la empresa del padre de esa niña pija con la que te juntas. No fue muy difícil acorralarlos. Tienen poco que ofrecer y, como otras —miro a Adriel—, muchos secretos que esconder. Qué pena que tenga que irse, ¿verdad? Con lo bien que os llevabais... ¿Cómo era que le decías a Marga? Ah, sí: tu "alma gemela" —dijo, usando sus garras negras para entrecomillar la frase. 

—Suficiente —Escuché cómo Adriel le quitaba el seguro a la pistola. —Diana, al suelo. 

Levanté una mano en su dirección para indicarle que esperara.

—¿Sabes quién va a acabar como Rebecca? —pregunté. 

Ella se puso tensa, bajó los brazos que tenía tras la nuca e intentó empujarme al vacío. Forcejeé con ella mientras Adriel le gritaba que me soltase hecho un bestia. Ella aprovechó las heridas de mi rostro para provocarme dolor asegurado, mientras yo le propinaba codazos  donde podía. En el estómago, las costillas, en la cara...

Todo pasó demasiado rápido, ella me soltó un instante...

Y la empujé. 

Entonces volví a esa noche, donde todo empezó, a los ojos asustados de mi hermana mientras se la tragaba la oscuridad. 

—Lo siento, Rebecca —me despedí, con una lágrima solitaria surcando mi cara irreconocible.

 Bajé la mirada a mi pecho. Mi vestido aún desprendía un fino hilo de humo por el impacto de la bala. 

Caí de rodillas. 

Adriel se acercó corriendo, como aquel primer día en la cocina. Le toqué la cara una última vez, estaba empapado en lágrimas y no dejaba de gritar. Yo no podía oírlo. 

No podía oír nada. 

—Shhh no llores —musité—. Ella tenía razón. Maté a mi hermana. Soy una asesina. 

A pesar de mis declaraciones, noté que me abrazaba fuerte. Esbocé una sonrisa débil, sintiendo como un líquido espeso y metálico me explotaba en la boca y me cubría los dientes.

—Te quiero, Don calculador. 

En medio del silencio que se había instalado en mis oídos, lo último que escuché fue:

—Te quiero, mi niña.

Incapaz ya de mantener los ojos abiertos, dejé que mis párpados cayeran. 

Asumí El fin de mi nuevo comienzo

y permití que la oscuridad me llevase en sus garras.

FIN 




El fin de un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora