CAPITULO 40

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Adriel

 Bajé del coche y me apoyé en el capó para esperar a que saliera. 

Doce minutos de retraso. 

La impuntualidad era algo que me ponía de los nervios. Lo consideraba tiempo perdido y vacío del que no se podía sacar ningún provecho. 

Quince minutos después, la vi salir. Su melena oscura asomó por la majestuosa puerta, desafiando la clara luz del sol. 

Bajó las escaleras, buscándome con la mirada. Sentí una punzada en el pecho cuando nuestros ojos se encontraron y su expresión se deshizo en lágrimas antes de correr a mis brazos. 

—¿Qué pasa, niña? —pregunté con la boca en su pelo. Ella apretó la cara contra mi pecho sin dejar de llorar. Me obligué a soltarla para coger su cara entre mis manos. —¿Quieres contármelo?

 El azul de sus ojos se tornó casi transparente cuando negó con la cabeza. 

—Vale. Vayámonos entonces, no quiero que nadie te vea llorar. —La rodeé con un brazo para llevarla hasta su puerta. La abrí y ella entró en el coche. 

Transcurrimos todo el viaje en silencio. Esta vez aparqué en la calle, tenía cierta prisa por estar en un sitio tranquilo en el que poder hablar con ella. 

—Te traeré un poco de agua —ofrecí cuando se sentó en el sofá. 

El vaso pasó de mano en mano y me miró. 

—¿Mejor? ---Ella asintió con la cabeza y esbozó una sonrisa débil. 

Me senté a su lado. 

—Es por Paula... —clavó la mirada en el suelo y se sorbió la nariz—. Me ha dicho que se va en dos semanas. Llevé una mano a su barbilla y la obligué a dirigir sus ojos hacia mí. 

—Emma, eso lo sabes desde hace más de un mes. 

—Ya, pero me lo ha recordado y me he venido abajo, solo eso. 

No sabría decir exactamente qué fue; quizás la manera en que evitaba mi mirada, o su forma nerviosa de tragar saliva, pero sabía que me ocultaba algo. 

Se acurrucó entre mis brazos. 

—Menos mal que te tengo a ti. 

—Oye, ¿estás segura de que solo te preocupa lo de Paula? —Lo último que me apetecía era revivir el tema, pero debía asegurarme de que siguiera a salvo. 

—Te lo prometo. —susurró sobre mi boca antes de darme un beso. 

Una promesa vacía compensada con un beso dulce. Bien jugado. 

Se levantó de un salto y dejó el vaso ya vacío sobre la mesa auxiliar. 

—Necesito ir a coger algunas cosas de mi apartamento. 

—Ve, entonces —le dije—. Yo tengo que hacer algunas llamadas de trabajo y seré todo tuyo. 

Le indiqué que cogiera las llaves del Porsche en el cuenco de la entrada, que fuera a por sus cosas y cogiera hasta lo más prescindible. Quería tenerla en casa el mayor tiempo posible, así sería más fácil protegerla. 

Mi móvil vibró dentro del bolsillo. Esperé a que Emma cerrara la puerta y contesté la llamada. Era uno de mis gerentes, para informarme sobre una nueva incorporación en uno de los locales. Colgué enseguida y observé la barra de notificaciones: tenía varios mensajes privados y un par de llamadas perdidas de Eric. 

Le devolví la llamada a mi socio más veterano y estuvimos hablando un buen rato sobre la empresa y sus números hasta que... 

—Me ha dicho Paula que al final vas en serio con esa chica... ¿crees que... 

—Eric —lo interrumpí, molesto por todas las veces que había tenido que hacer eso desde que nos conocimos—. ¿Tienes algo más que decirme sobre negocios? 

—Sí... bueno, no, pero... 

—Bien, entonces no hay nada más que discutir. —Colgué. Éramos socios, no amigos. Y de la misma forma debíamos tratarnos. Cuando esperas compasión de una persona, te permites no ser siempre brillante, y en los negocios no había lugar para esos sentimientos débiles. Al menos no en los míos. Para escuchar sus penas y alegrías ya tenía a la pomposa de su novia. 

Abrí los mensajes privados. Había varios de proveedores, gestores... Me detuve en cuanto vi su nombre. 

<Mierda>

Con ese mensaje ya me había contactado dos veces en dos días. 

No podía ser por nada bueno. 

Me preparé un vodka, respiré hondo y abrí el mensaje.

Me preparé un vodka, respiré hondo y abrí el mensaje

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 Vacié la copa de un trago. Me serví otra. Entré en el correo electrónico y, como un niño que corre a los brazos de su madre después de caerse, le envié un correo a la mía pidiendo ayuda, como un chiquillo asustado.



El fin de un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora