CAPITULO 15

48 2 0
                                    


Emma 

Desde la barra, divisé a Irina, que se dirigía a la zona VIP con una decena de copas sobre la bandeja. Y, como no podía ser de otra forma, la movía ágil sobre una sola mano, por encima de las cabezas de la gente en la pista de baile. 

Si durante las clases hubiera estado mas concentrada en aprender que en mi jefe, probablemente lo haría bastante parecido a ella. 

Busqué al otro compañero con la mirada, a Isaac,  pero no vi su pelo rubio entre la gente que ya llenaba el local. 

—¡Perdona, guapa! —exclamó una voz áspera a mis espaldas. Me acerqué a él. Era un hombre algo mayor, con una densa barba amarillenta y los ojos oscuros y enrojecidos. 

—Dime, ¿Qué le sirvo? 

—Lo que sea —respondió él. Su aliento apestaba a alcohol barato—. Menos agua, lo que quieras, muñeca. 

—Tenemos todos los tipos de licor, señor. Tiene que decirme uno en concreto. 

De un momento a otro, mientras esperaba a que se decidiera, sus ojos comenzaron a cobrar vida. Pasaron de negros a marrones, un marrón cada vez mas suave y brillante.

Cogió mis manos entre las suyas y se acercó a mí por encima de la superficie de madera. 

De pronto, tenía delante a otra persona... 

<<¿Pero que...? >>

—Soy mamá, cielo. Solo será una copa más, lo prometo.—Acarició mi cara con la delicadeza de una pluma. Sus manos eran suaves. Cálidas. Era una sensación agradable y familiar. Una lágrima rodó por mi mejilla. Ella se acercó más y la hizo desaparecer bajo su dedo pulgar, dejando una última caricia en su lugar. —Shhh no llores pequeña, todo va a estar bien. 

Me sorbí la nariz y presioné la cara contra la palma de su mano. 

—Lo-lo siento...

Su expresión se endureció. 

—Un lo siento no traerá a tu hermana de vuelta, cielo.

—Yo no quis... —Antes de que pudiera terminar, una fuerza sobrenatural la apartó de mí. Respiré agitada cuando me di cuenta de lo que acababa de ocurrir. 

Al otro lado de la barra, Adriel sostenía al pobre borracho por el cuello de su rasgado jersey.

—Si vuelves a acercarte a alguna de mis camareras, te cortaré las putas manos. ¡¿Ha quedado claro, joder?! —su presa asintió gravemente con la cabeza—. Así me gusta. Ahora, lárgate. —Lo soltó con tanta fuerza que el hombre cayó al suelo como un saco de patatas y salió corriendo del bar. 

—¿Estás bien? —me preguntó revisándome la cara—.¿Te ha hecho algo? 

No era capaz de hablar sin llorar, de modo que usé la cabeza para decir que sí. 

—¿Seguro? —recogió un mechón rebelde que me caía sobre la mejilla y lo dejó lentamente detrás de mi oreja. 

—Si...yo...No sé en qué estaba pensando. 

Suspiró. 

—Yo tampoco lo sé.

—¿Cómo?

—Que no sé dónde tenías la cabeza, Emma. Estabas dejando que te tocara la cara...y las manos... Joder, menos mal que me he quedado esta noche. 

No me atreví a rebatirlo, entre otras cosas, porque tenía razón. Pensé que la terapia sería suficiente, pero estaba claro que seguía necesitando las pastillas. 

El fin de un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora