CAPITULO 16

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Emma 

Mi móvil vibró sobre la pequeña mesa redonda frente al sofá. Me metí otro puñado de palomitas en la boca antes de inclinarme para contestar la llamada. Era Paula. 

—¡¿Estás lista para la mejor fiesta de tu vida?! —gritó emocionada en cuanto descolgué la llamada. 

<<Adiós a mi día libre>>

Estuvimos un rato colgadas al teléfono hasta que me propuso acompañarla de compras antes de ir a esa supuesta súper fiesta. No me venía mal renovar mi armario, así que no me pareció un mal plan. La idea de la fiesta, sin embargo, consiguió remover las palomitas de mi estómago. 

...

Salimos de la bulliciosa zona comercial, cargadas de bolsas y agradeciendo respirar algo de aire fresco. Eran las siete de la tarde y el sol, comenzando a esconderse por el horizonte, teñía el cielo de un tono anaranjado. 

Yo había comprado un vestido para esa misma noche y algunas prendas más discretas para trabajar. Mi amiga, en cambio, se volvió loca y todo lo que llevaba brillibrilli se convirtió en un cargo en su tarjeta. 

Detuvo el coche frente a mi casa. 

—Te recojo a las nueve —bajó sus gafas de sol hacia la punta de su nariz para mirar por encima de ellas. Sus ojos marrones y su cabello rubio platino brillaban bajo la luz del atardecer—. No quiero excusas de última hora, ¿eh? —me advirtió señalándome con el dedo. 

Me eché a reír y bajé del coche. 

—¡No te prometo nada! 

Los neumáticos chirriaron en el asfalto detrás de mí cuando dejó el aparcamiento. 

Dejé las bolsas en la cama y fui directamente a la ducha. 

Una hora después, estaba lista. 

Metí el bote de pastillas en el bolso y bajé a la calle. Paula no tardaría en llegar a por mi. El viento era inmisericorde y me azotaba el pelo y el cuerpo hasta que me eché a temblar. Me rodeé el cuerpo con los brazos para intentar conservar el calor dentro de mi abrigo de lana. Pensé en encender un cigarrillo, pero entonces escuché el ruido de un motor acercarse. 

Paula sonrió desde el interior de su MINI Cooper rosado. Bajé las escaleras del portal y entré en el coche. 

Madrid desfilaba al otro lado. Tenue, fresca y llena de actividad. Calles invernales bañadas por la luz blanquecina de las farolas. El paisaje fuera del vehículo se volvió cada vez más familiar, hasta que reconocí el gran edificio de la universidad.

—¿Dónde es, exactamente? —pregunté, jugueteando con mis dedos.

—Hmmm... —ella revisó el GPS en el tablero del coche—. Aquí. En la Calle del Halcón, estamos cerca. 

Palidecí unos momentos. Calle del Halcón. La misma dirección que Diana había escrito en el papel. ¿Estaría ella allí? Mis manos buscaron frenéticamente en el interior del bolso, donde recordaba haber visto la nota por última vez. 

Ahí estaba, desplegada y arrugada. "Calle del Halcón, 14" , leí en mi mente. 

Miré a Paula con el ceño fruncido. 

—¿Sabes si hay más calles en esta ciudad que se llamen así? 

—Y yo que sé —Mi amiga me miró con falsa seriedad—.¿Has empezado a beber sin mi? 

Fingí sonreír. La noche no empezaba bien y fue todo indicio de felicidad que fui capaz de mostrar.

 Volví a rebuscar en el bolso hasta encontrar las pastillas que guardé en el bolsillo interior y me metí una en la boca.

El fin de un nuevo comienzoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora