Capítulo 46

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Mientras los curanderos preparaban el antiguo ritual en un intento desesperado de despertar a Hermes, los pequeños Angélica, Penacea, Hermafrodito y Pan, los cuatrillizos, se deslizaron en silencio hacia la habitación de su madre, con ojos llenos de inocencia y esperanza, se acurrucaron alrededor de la cama, deseando que su madre los viera cuando abriera los ojos.

Hades, con el corazón apretado por la emoción y la anticipación, observaba a sus hijos con ternura. "Mis pequeños", susurró, su voz cargada de emoción contenida, "estoy seguro de que vuestra madre estaría orgullosa de vosotros, de la fuerza y la belleza que habéis heredado de ella".

Los cuatrillizos miraban a su padre con ojos brillantes, asimilando sus palabras con la inocencia de la infancia, no entendían completamente la gravedad de la situación, pero sabían que su madre estaba allí, en algún lugar detrás de los párpados cerrados, esperando para despertar y conocerlos por primera vez.

Mientras tanto, en el centro de la habitación, los curanderos comenzaron el ritual, sus manos hábiles moviéndose en patrones intricados mientras recitaban palabras antiguas de poder, la magia fluía a su alrededor, una corriente de energía que llenaba la habitación con una luz suave y reconfortante.

Hades y los pequeños observaban con atención, con el corazón en la garganta, mientras el ritual alcanzaba su punto culminante y por un momento, el tiempo parecía detenerse, como si el universo entero estuviera conteniendo el aliento en espera del resultado.

Y entonces, en un susurro apenas perceptible, Hermes comenzó a moverse, sus párpados parpadearon lentamente, y sus ojos finalmente se abrieron, brillando con una luz renovada y una comprensión recién despertada.

Amor en las profundidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora