Capítulo 3

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Zeus convocó una reunión urgente en el majestuoso salón del Olimpo para discutir el repentino caos que había asolado los reinos divinos y su misteriosa restauración. Los dioses olímpicos se llenaban de orgullo al atribuirse el mérito de haber restaurado la armonía.

"¡Fue gracias a nuestra grandeza y poder que el caos se desvaneció!", proclamó Hera con satisfacción.

"Pero ¿cómo lo logramos?" preguntó Hades, interrumpiendo el festín de autoelogios. "No fue gracias a nuestros esfuerzos, ¿no es así?".

Los demás dioses se miraron entre ellos, desconcertados. Hades notó la ausencia de Hermes en la reunión y una punzada de preocupación lo invadió. ¿Dónde estaba el mensajero divino?

"Quizás Hermes tuvo algo que ver", sugirió tímidamente Hestia, la diosa del hogar. "Él es el guardián de los caminos y las comunicaciones, después de todo".

Hades frunció el ceño, recordando todas las veces que había menospreciado a Hermes. Se sintió abrumado por el remordimiento al darse cuenta de que tal vez había subestimado al mensajero divino. Ademas se dio cuenta de que Los Olimpicos no sabian el porque del caos y que debía encontrar a Hermes para preguntarle directamente

Al terminar la reunion, en el Inframundo, Hades compartió la noticia con sus habitantes, esperando encontrar alguna pista sobre el paradero de Hermes. Para su sorpresa, Caronte, las Furias, Cerbero y los demás seres del Inframundo expresaron su preocupación por el mensajero divino.

"¡Hermes siempre ha sido amable y servicial con nosotros!", exclamó Caronte, el barquero del río Estigia.

"Nos ha ayudado en innumerables ocasiones", agregó una de las Furias, con una mirada sombría.

Hades se sintió abrumado por el afecto y la gratitud que los habitantes del Inframundo sentían por Hermes. Se dio cuenta de que había subestimado gravemente la importancia y el aprecio que el mensajero divino tenía en todos los reinos, incluido el suyo propio.

Amor en las profundidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora