Capítulo 44

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Tras descubrir la identidad de los culpables de lanzar la maldición, los seres del Inframundo se apresuraron a hablar con Hades. Con el corazón lleno de furia y dolor, Hades escuchó la terrible verdad: los Olímpicos, impulsados por su desprecio habitual hacia el Inframundo, habían recurrido a una oscura y antigua maldición para atacarlos.

Hades tras saber la verdad sobre la maldición fue a la habitación, donde Hermes yacía en un profundo coma, Hades se sentó junto a él, susurrándole palabras de amor y dolor que esperaba que llegaran a su esposa dormida.

"Hermes", comenzó, su voz resonando con la pesadez del lamento, "nuestros bebés crecen cada día más fuertes y bellos. Angélica, tan pequeña y delicada, como un suspiro en el viento. Penacea, robusta y musculosa, reflejo de su poderosa madre. Hermafrodito, con dos sexos entrelazados en un solo ser, un símbolo de la unión de nuestros reinos. Y Pan, con partes de cabra, recordándonos la naturaleza salvaje que nos rodea."

Una lágrima solitaria recorrió la mejilla de Hades mientras continuaba hablando, compartiendo sus preocupaciones y anhelos con el Hermes inconsciente. "El reino del Inframundo te extraña, mi amada, tu ausencia se siente en cada sombra, en cada rincón oscuro, tu luz ilumina nuestros corazones aún en tu ausencia física."

Aunque Hermes permaneciera en silencio, Hades sentía que sus palabras encontraban eco en el alma de su amada. 

Mientras el Inframundo se sumía en la angustia y la incertidumbre, Hades y los curanderos trabajaban incansablemente para encontrar una cura que pudiera restaurar la paz y la armonía en su reino, y devolver la felicidad a su familia.

Amor en las profundidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora