Capítulo 49

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A medida que la noche caía sobre el palacio del Inframundo, Hermes y Hades acompañaron a los cuatrillizos a sus habitaciones, asegurándose de que estuvieran cómodos y seguros en sus camas, los pequeños, cansados por la emoción del día, se durmieron rápidamente, sus respiraciones suaves y regulares llenando la habitación con un aura de paz y serenidad.

Después de tanta actividad, Hermes y Hades se encontraron a solas en el pasillo, la luz de las antorchas bailando en sus rostros mientras se miraban con amor y complicidad. Sin decir una palabra, Hades tomó a Hermes en sus brazos y con pasos tranquilos, Hades llevó a Hermes hasta su dormitorio, donde la luz de la luna se filtraba a través de las ventanas, bañando la habitación en una suave luz plateada, con delicadeza, depositó a Hermes sobre la cama matrimonial, colocándola con suavidad sobre su pecho y rodeándola con sus brazos protectores.

Los ojos de Hermes se encontraron con los de Hades, reflejando el amor y la gratitud que sentía por él y en un gesto lleno de ternura, Hades inclinó su cabeza y capturó los labios de su esposo en un beso apasionado, sellando su amor con cada roce y cada suspiro.

Hermes se acurrucó más cerca de Hades, sintiendo la calidez reconfortante de su cuerpo junto al suyo. "Te amo", susurró con voz suave, sus palabras resonando en la quietud de la habitación.

Hades respondió con un susurro igualmente amoroso, su aliento cálido rozando la piel de Hermes mientras acariciaba su cabello con ternura. "Y yo a ti, mi amada", murmuró, sus ojos brillando con adoración mientras contemplaba el rostro sereno de su esposa.

La luz de la luna derramaba su suave resplandor sobre la habitación, envolviendo a la pareja en un manto de amor y protección. Y así, en la quietud de la noche, Hermes y Hades se entregaron el uno al otro, prometiendo permanecer juntos por toda la eternidad, unidos en cuerpo, mente y espíritu y al final ambos se sumergieron en un sueño profundo con sus cuerpos entrelazados.

Mientras tanto los susurros en el Olimpo pronto llevaron la noticia de que la maldición lanzada por los Olímpicos había fracasado y que el niño de Hermes ya había nacido, la revelación provocó una ola de frustración y furia entre los dioses olímpicos, quienes no podían soportar la idea de que su intento de hacer sufrir a Hades y Hermes hubiera sido en vano.

En un rincón oscuro del Olimpo, los dioses se reunieron en secreto, urdiendo planes para infligir más dolor a la pareja real del Inframundo y entre ellos, una idea retorcida comenzó a tomar forma: poner un amante para Hades, con la esperanza de dividir su amor y causarle sufrimiento a Hermes.

"Es la manera perfecta de debilitar su unión", murmuró Afrodita, su voz llena de malicia. "Hades se verá tentado por los encantos de un nuevo amante, y Hermes sufrirá el tormento de la traición".

Demeter, con una sonrisa fría en los labios, asintió en acuerdo. "Será un golpe devastador para ambos", dijo con satisfacción. "El Inframundo arderá en el caos, y nuestra venganza será completa".

Con ojos llenos de malicia, Zeus pronunció las palabras que marcarían el inicio de su plan maquiavélico. "Es hora de actuar", declaró con voz firme, su mirada fija en el horizonte. "Hades y Hermes pagarán por desafiar nuestra autoridad y traer a la luz nuestros oscuros secretos".

Hera asintió con aprobación, sus labios curvados en una sonrisa fría. "Enviaremos a un hombre seductor al Inframundo, un amante para Hades que pondrá a prueba su lealtad a Hermes", sugirió con malicia. "Una vez que se rompa su unión, caerán ante nosotros como fichas en un tablero de ajedrez".

Afrodita dijo entonces. "Tengo a la persona indicada, Ambroise, es uno de mis antiguos amantes y uno de los mejores seductores que conozco"

Los dioses olímpicos entonces decidieron mandar a Ambroise una carta solicitándole sus servicios a lo que este acepto encantado ya que le atraía la perpectiva de jugar con un dios y encima romper una relación divina.

Amor en las profundidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora