Capítulo 10

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De repente Hermes se despertó de una pesadilla con el corazón palpitando con fuerza y lágrimas en los ojos sintiendo que una sensación de angustia lo envolvía, haciéndole sentir como si el peso del mundo descansara sobre sus hombros y se sentía atrapado en un torbellino de recuerdos dolorosos, reviviendo una y otra vez los encuentros traumáticos con Zeus en su mente. Sin poder controlar su respiración entrecortada, Hermes sintió una presencia reconfortante a su lado. 

Hades corrió hacia él, envolviéndolo en un abrazo cálido y protector y los brazos de Hades lo rodearon con firmeza, ofreciéndole un refugio seguro en medio de su tormento.

"Hermes, estoy aquí", murmuró Hades con voz suave, tratando de calmar al mensajero divino.

Pero Hermes seguía temblando de miedo y angustia ya que las palabras de Hades apenas lograban penetrar en su estado de confusión y dolor y a pesar del abrazo reconfortante, se sentía como si estuviera siendo arrastrado de vuelta a la oscuridad de su pasado.

Hades notó la culpa y la autoacusación en la mirada de Hermes y se dio cuenta de que el mensajero divino llevaba consigo un peso insoportable, culpándose a sí mismo por los abusos que había sufrido a manos de Zeus.

Con tristeza en su corazón, Hermes confesó a Hades la cruel verdad: que todos en el Olimpo conocían su sufrimiento, pero optaban por ignorarlo, burlarse de él y negarle incluso las necesidades más básicas y la impotencia y el desamparo lo inundaban, haciéndolo sentir como si estuviera solo en su lucha contra la injusticia.

Hades escuchó con pesar las palabras de Hermes, sintiendo una mezcla de indignación y compasión, se prometió a sí mismo que nunca dejaría que Hermes enfrentara tal crueldad de nuevo y con determinación renovada, abrazó a Hermes con más fuerza, prometiéndole que juntos encontrarían una manera de sanar las heridas del pasado y construir un futuro mejor.

"Hermes, escúchame", comenzó Hades con voz firme pero compasiva. "Nunca más permitiré que te lastimen de esta manera. Estoy aquí para ti, y juntos encontraremos una manera de superar esto".

Hermes levantó la mirada hacia Hades, sus ojos brillaban con una mezcla de gratitud y dolor y se aferró al abrazo reconfortante, sintiendo un destello de esperanza en medio de su desesperación.

"Gracias, Hades", murmuró Hermes con voz entrecortada. "No sé qué haría sin ti".

Hades le sonrió con ternura, prometiéndole que nunca lo abandonaría y juntos, se comprometieron a enfrentar los desafíos que les esperaban, buscando justicia y sanación para las heridas del pasado.

Hermes, exhausto por la intensidad de sus emociones y el peso de sus recuerdos, finalmente se dejó vencer por el cansancio y se durmió en los brazos reconfortantes de Hades, al principio, el dios del Inframundo se alarmó al ver a Hermes tan quieto y sin responder, temiendo lo peor, pero al acercar su oído al pecho de Hermes y escuchar el suave latido de su corazón, sintió un alivio profundo inundar su ser. Observando el rostro tranquilo de Hermes mientras dormía, Hades se maravilló ante la belleza y la fortaleza que el mensajero divino irradiaba incluso en sus momentos más vulnerables y admiró su dedicación incansable al equilibrio de los reinos y a la protección de su hijo por nacer, a pesar de los desafíos que había enfrentado. Hades hizo una promesa silenciosa a sí mismo: estaría allí para él en los buenos y malos momentos, y haría todo lo posible para asegurarse de que Hermes encontrara la felicidad y la paz que tanto merecía. 

Mientras la noche avanzaba, Hermes continuó durmiendo en los brazos de Hades, ajeno a las promesas silenciosas que se hacían por él y en ese momento de quietud y ternura, los dos dioses se encontraban unidos por un lazo de amor y protección que trascendía los reinos divinos y perduraría por toda la eternidad.

Amor en las profundidadesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora