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Emilio


—Vas a tener que ignorar lo que escuchaste.

Está lloviendo afuera.

Brandon sabe que no quiero tocar el tema de su hermana. Pero no voy a ofrecer indiferencia en algo que le importa. Le prometí esto y se lo debo por el apoyo que me ha dado los últimos años. Puedo hacer un esfuerzo por él.

—Tranquilo, sé que no la está pasando bien.

—Sí, lo lamento.

—Estaba enojada.

Brandon se pasa la mano por el pelo. Está en un alto y las gotas golpean tan fuerte contra los cristales del coche que hasta eso parece llevar un ritmo. Cierro un poco los ojos y me concentro en ello.

—Está muy molesta con nosotros, ya oíste a mi papá. Y tienen el mismo pésimo carácter, seguro terminaron gritándose.

—Entrar en ese concurso fue mala idea —digo por lo bajo.

No sé si estaba preparado para oírlo, pero si no, no hace nada para demostrarlo.

—La oferta era importante, todo estaba arreglado y ella solo tenía que hacer lo que se le da bien, listo.

—Tú y yo sabemos que no solo tenía que ir a eso.

Miro mi reloj al sentir el silencio. Creo que debemos cambiar de tema.

—Tal vez ni siquiera quiere cantar —insisto.

—No la has escuchado cantar.

—Que cante bien no quiere decir que deba hacerlo. Si no le apasiona...

Brandon mira a otro lado, por su ventana.

—Mi papá piensa lo contrario. Además, nunca le interesaron otras cosas. Lo más seguro para ella era esto, podíamos acompañarla y velar por su carrera... Argh, estoy harto de esto.

—Esas cosas requieren de psicólogo.

No recibo respuesta.

Brandon conduce hasta mi edificio. La verdad es que no había salido de la hacienda desde hacía un par de meses, y la idea de estar aquí me resulta extraña.

Es casi como si fuera otra dimensión.

—Haremos que lleve una asistente. Y muchas gracias por esto, Emilio, y a tu hermosa madre también.

Hay una sonrisa sincera en su rostro, pero todo lo que puedo devolverle es una mirada fija. Confío en sus palabras y en esa promesa suya de que manejar a su hermana no será una dificultad para mi madre o para mí.

Especialmente por Lina. No le ha enseñado a nadie en algunos años y que sea una chica con ese carácter y con estos problemas, probablemente me cause problemas a mí.

Mi teléfono vibra cuando estoy a punto de entrar en el ascensor. Cuelgo al ver el nombre de Mimi en la pantalla.

En mi habitación, enciendo la laptop y, en cuanto arranca, tecleo el nombre de Antonia Sáenz. Las primeras imágenes son efectivamente de ese programa de televisión. Hay presuntuosidad en la manera en la que visten a las chicas. Ninguna sobrepasa los treinta años y Antonia estaba entre las más jóvenes, con veinticinco.

Pincho un enlace hacia un video. Es una presentación nocturna, que no tiene nada que ver con el programa. Está acompañada por dos cantantes más y uno de ellos abraza una guitarra electroacústica. Doy inicio al video y al instante se escucha un rasgo y unos acordes. La otra chica que no es Antonia comienza a cantar Lloviendo estrellas, aunque no se parece mucho a la versión de Cristian Castro.

En su turno, me doy cuenta de que nada más entrar se Antonia desafina, pero sonríe de manera amplia y continúa sin detenerse ni titubear. Sus ojos buscan al guitarrista, que sacude la cabeza. Entonces, al avanzar, me doy cuenta de por qué Brandon y su padre insisten tanto en su carrera.

Tiene una voz oscura, de mezzosoprano, pero no son los recursos de su canto lo que llama la atención, sino la presencia y la fluidez con las que las notas surgen desde su boca; subo un poco el volumen para percibir mejor las armonías que se han formado entre las tres voces. Y la de Antonia sigue marcando el ritmo, sin dejar el tempo y disfrutando de lo que hace.

Salgo de inmediato de ese video y busco alguna presentación en vivo de la televisión. Lo primero que noto es la rigidez de sus movimientos. En la miniatura se distingue su vestimenta, que la hace parecer mayor y seguramente la canción tiene algo que ver, así que clico de inmediato.

Lo hace bien, a pesar de que su rango vocal no está trabajado. Pero lo más notorio, me doy cuenta, es lo incómoda que parece con la canción, inadecuada para ella. El arreglo musical suena rancio para su voz y la producción en general la ha superado.

Porque de un momento a otro pasó de ser una mujer a una hormiga.

Paso un cuarto de hora leyendo comentarios. Luego cierro la laptop, comprendiendo por qué estaba despotricando cuando la vi hace unas horas. 

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