Antonia
Hace dos horas estoy esperando a que mi padre vuelva. No quise quedarme a escuchar un par de correcciones en la musicalización de uno de los sencillos que Mimi está grabando sola. Vino de un humor terrible y nos tuvo a todos en vilo, constantemente asediados por su tono directo.
Pincho en otra publicación que lleva mi nombre, otro chisme. No sé cómo logran hacer esto, como si mi vida fuera tan interesante.
—No estuve tanto tiempo en pantalla como para que se ensañen conmigo así —digo a Rosi, que está preparando la agenda de mi papá para mañana.
Ha dicho que fue a una junta y que volvería en menos de una hora. Eso fue hace dos horas. Y ya dan casi las diez de la noche.
—Tu papá dice que está bien que hablen de ti, lo importante...
—Es que hablen —la interrumpo—. Es muy cuestionable la ética de mi papá.
—No seas boba —se ríe Rosalin—. Es lo que te conviene.
—¿Sabes? Últimamente escucho decir mucho eso de que me convienen tantas cosas...
—Si lo dices por Emilio te molesta porque te gusta.
—¡Emilio no...! —bajo la voz—. No digas tonterías, y no se te vaya a ocurrir repetirlo por ahí.
Sus ojos entornados se clavan en los míos.
—Muy bien, no te gusta. Y entonces ¿por qué lo besaste?
—No sé —esa es la verdad.
—Está bien si te gusta. Creo que te aburrirías mucho con él, pero...
—¿Te estás escuchando?
—Cambiemos de tema, Antoti, porque nunca llegaremos a un acuerdo en esto. Tú misma le dijiste cuadrado la otra noche, que no te cueste admitirlo. —Deja a un lado la carpeta en la que estaba escribiendo y me pone una sobre mis dedos—. Le darías mucho movimiento a su vida, créeme.
Hago una mueca, sin saber cómo replicar a esa fe que tiene en mis sentimientos. Afortunadamente no tengo que responder nada porque en ese instante Caro y mi padre caminan por el pasillo hacia aquí.
Le apunto a Rosi a la cara y recibo una sonrisa por toda contestación, mientras sujeto mi bolsa para marcharme.
—¿Qué ha pasado? Pensé que Brandon y tú se irían juntos a casa.
—Todavía está en el estudio con Emilio y se van a tardar.
Mi padre asiente. Caro nos indica que tiene que recoger sus pertenencias en su oficina. Observo su caminata hasta que está fuera de nuestro alcance y sigo hablando con él.
Mira su reloj de pulsera.
—Íbamos a ir a cenar...
No sé si le estorbo, pero ignoro la pena por si fuera así y me enfoco en ese pensamiento que me carcome desde que Rosi me contó de esta relación.
Mi papá ya me guarda secretos suficientes.
Si puedo liberarlo de uno, será mejor que lo haga.
—Me muero de hambre, ¿puedo acompañarlos?
Él asiente, extrañado supongo, y entra en su oficina para salir un minuto después. Una vez que Caro llega, los acompaño y trato de involucrarme en su charla, no sin antes mirar a Rosi un par de veces.
Ella, sin embargo, se concentra más en su teléfono. Empezamos a caminar rumbo al ascensor. Las oficinas están medio vacías para esta hora, solo se queda el personal que tiene que entregar ediciones por la mañana o los miembros de los programas nocturnos, que no son muchos.
Crecí entre estos muros, conviviendo con personas que se dedican en su mayoría a la música, a tocarla, componerla o cantarla. Tal vez eso influyó en mí más que la herencia de una madre a la que apenas recuerdo.
Para mí, la mujer no se quedó lo suficiente como para que su fantasma permanezca vagando a mi alrededor incluso en mis áreas de trabajo.
—Podríamos hacer que Anto cante regional —Rosi está diciéndolo a modo de chiste, pero me llama la atención en seguida.
—Yo creo que lo haría de maravilla —la secunda Caro, quizá para quitarle hierro al asunto.
Mi papá conduce y se nota que estamos en un embotellamiento. La estación está en la mitad del Centro Histórico, a estas horas todos quieren cenar, y todos los turistas quieren salir un viernes por la noche.
Lina canta regional muy bien, no se limitaba a los boleros ni a las baladas. Vi un par de sus presentaciones en vivo, lo que hacía más increíble el que hubiera renunciado.
También extraño a mi profesora. Extraño esas clases silenciosas, con olor a café o té, dependiendo de su ánimo. Extraño equivocarme y que ella se concentrara en la letra para saber si era el tono o una desafinación mía.
Jamás pensé que me dejaría de importar tanto mi ego y que pasaría a desear un error con tanto ímpetu como para buscarlos a propósito. Solo con tal de pasar un tiempo a solas con ella, escuchándola.
Tengo problemas.
Cierro los ojos y exhalo.
—Me gusta el regional mexicano —digo, sincerándome—. Lo llevo en la sangre.
Hago un movimiento circular con mi hombro para evitar la tensión. Encuentro los ojos de mi padre en el espejo retrovisor, y sé lo que está pensando. Sé que mi madre sí es un fantasma en su vida y debe de pesarle en el alma no decir la verdad.

ESTÁS LEYENDO
Todos tus secretos
RomanceUn fracaso se puede interpretar de dos formas. Una, que algo se está terminando. Dos, que algo está por comenzar. Para Antonia, que estaba rozando la desesperación por no saber qué hacer de su vida, huir de las cámaras es exactamente aceptar que fr...