Antonia
Hoy Brandon llegó antes a casa.
No recuerdo cuándo fue la última vez que disfruté de una cena junto con mi padre, pero esta noche ha invitado a unos colegas y me ha dejado a cargo de las bebidas.
Brandon dice que, si Emilio todavía viviera en la capital, seguramente estaría invitado.
Hace dos horas que estoy imaginándome escenarios tan variopintos como la cantidad de géneros musicales existentes. Acomodo copas, manteles y cubiertos, enciendo velas; lo que consigo son una serie de escenas en mi cabeza, imágenes poco realistas en las que Emilio no me rechaza del todo.
Al volver a la cocina, concentro mi atención en mi hermano, que está frente a la estufa, vertiendo ingredientes en una receta de carnes rojas que preparará para todos.
Esto viene repitiéndose los últimos días. A veces creo que nunca me había fijado en la relación tan viva que mantienen Emilio y Brandon, y no fue sino hasta convivir con él que me di cuenta de la comunicación tan constante que han trabado. Quiero pensar que ha sido por mi estadía allá, pero cabe la posibilidad de que su amistad sea de esas.
Alguien taconea a mis espaldas y por el ruido siguiente no me molesto en ir a ver quién ha llegado.
No temo que sea uno de los invitados de papá, no. Sé que la única capaz de venir a mi casa y taconear de esa forma es Rosalin. Esta noche viene acompañada por Alexis, otro de los compañeros de papá en la radio.
Brandon y yo saludamos. Rosi sirve agua a todos y pronto estamos rodeando la isleta de la cocina, ya que Bran ha colgado. Como siempre, ella hace las preguntas que a mí me gustaría. Trago saliva por la curiosidad, esperando a que mi hermano responda.
—Es que su terquedad no tiene límites —lo dice como una queja, pero en realidad está saboreando algo que le ofreció el cocinero.
Hablan de Emilio como si los dos entendieran un idioma distinto aquí.
Nunca me había sentido tan ajena a mis deseos, hasta que descubrí cómo él se desenvuelve entre la música como si su primer pensamiento cuando lo engendraron hubiera sido el de disfrutarla, escribirla, oírla... La envidia que siento de él no la puedo comparar con nada.
De pronto siento que lo admiro mucho, pero su indiferencia me hiere más de lo que esperaba.
—Solo es un mal momento —nos cuenta Brandon, la cena casi lista—, estoy seguro de que lo puedo convencer de venir.
Rosi alza las cejas. No estoy preparada para el torrente de preguntas que viene a continuación. Actúo como si eso importara por unos segundos. Solo un par.
—Así que aceptaste —dice en mi dirección.
Me encojo de hombros a falta de excusas.
—Mimi la convenció —Brandon explica—. Que graben una canción juntas no solo es benéfico para su discurso músico-feminista, además reconoce lo que Emilio ha hecho por ella.
—Mimi tiene una capacidad de manipular a la gente... —y es la primera vez que Alexis habla para dejar de comer bocadillos.
—No es manipulación —lo corrijo—. Ni siquiera fue insistente... La gente no tiene que manipularme para que yo distinga lo que me conviene de lo que no.
Rosi se ríe y echa la cabeza atrás.
—Fuiste al programa por culpa de tu papá y casi te vuelves loca por la ansiedad —dice al cabo—. Espero que te lo tomes como debe de ser, Emilio te conviene en todos los aspectos posibles.
ESTÁS LEYENDO
Todos tus secretos
Storie d'amoreUn fracaso se puede interpretar de dos formas. Una, que algo se está terminando. Dos, que algo está por comenzar. Para Antonia, que estaba rozando la desesperación por no saber qué hacer de su vida, huir de las cámaras es exactamente aceptar que fr...