Antonia
Emilio encamina mi maleta y me entrega la manija. Alrededor, la gente camina apresurada por alcanzar vuelos a los que les urge montarse. Yo incluida.
Rosi está ajustándose la liga al cabello cuando se aproxima y le da un rápido abrazo a nuestro anfitrión, que se guarda las manos en el pantalón y observa cómo se marcha.
—Tienes toda la razón —digo y decido no mirarlo—, qué bueno que nos estamos yendo ahora y no después, así estoy segura de que no te volveré a ver por voluntad propia y podré olvidar esto.
Suspiro.
—Al menos mírame si me vas a hablar —murmura él.
Se me escapa una risa, la ironía pulsándome en la lengua al oírlo.
—Tú nunca me mirabas en las clases —es una afirmación, podría contar las veces que dirigió su atención por completo a mí—. Estabas empeñado en hacer tu trabajo y en no intimar conmigo.
—Solo trataba de darte lo mejor de lo que yo sé, Toni.
—Oye —finalmente busco sus ojos—, está bien, te agradezco, pero no soy tonta, y sé muy bien cómo miras a otro lado cuando lo que tienes en frente te provoca incomodidad.
No dice nada.
Niego con la cabeza y cierro los ojos.
—Gracias —suelto, asintiendo a su vez—. Me olvidaré de todo si te dejo de ver, estoy segura.
Aunque dudo que haya dos personas como él en este mundo.
Emilio también asiente. Siento que la incomodidad la he provocado yo y que debería sonreír para relajar la atmósfera, pero no tengo esa disposición ahora mismo.
Así que... lo miro una última vez y corro detrás de Rosi. Le doy alcance en la entrada de la sala de abordaje, los boletos en su mano.
—Pensé que no te despedirías de él —se ríe.
—Fue un buen maestro, no tengo por qué no despedirme de él.
—Haré como que te creo.
Sé que es una recriminación, y me gustaría decirle que mi mutismo no tiene nada que ver con ella, pero en estas semanas he aprendido a envidiar su manera de desenvolverse y la forma en la que va de un lado a otro sin pensar en problemas. No porque no se le presenten, sino porque Rosi es una mujer madura y consciente de sí misma.
Yo, en cambio, no sé ni por dónde empezar.
A pesar de eso, pienso en las palabras de un entonado Emilio diciendo que soy maravillosa y todas las críticas y burlas que recibí por el programa dejan de tener sentido.
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Todos tus secretos
Storie d'amoreUn fracaso se puede interpretar de dos formas. Una, que algo se está terminando. Dos, que algo está por comenzar. Para Antonia, que estaba rozando la desesperación por no saber qué hacer de su vida, huir de las cámaras es exactamente aceptar que fr...