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Antonia


No sabía nada de la hacienda cuando empecé a administrarla. Gastón no está tan equivocado al decírmelo: que este no es mi lugar.

—Quizá podríamos...

Sé lo que Brandon va a decir y quiero interrumpirlo porque cada vez que escucho esas palabras otra parte de mi espíritu se agrieta.

Tengo los ojos cerrados y un puño en la garganta.

—Si fuera por el dinero simplemente te lo diría, pero esto es más sobre Gastón aprovechando cada uno de mis errores.

—¿Y qué dice Lina?

—Lina apenas me habla. Si le digo algo sobre lo insoportable que es convivir con él, intentará convencerme de regresar a la ciudad.

Me reclino en el sofá para frotarme la cara con ambas palmas de las manos. En la video-llamada de mi portátil, Brandon se queda mirándome sin hacer un solo movimiento.

—Puedo pagarte todo lo que estás haciendo por Antonia, Emi. No tienes que hacer esto solo, lo sabes.

Le agradecería, pero no logro evitar que esa propuesta se sienta como un insulto. Aprieto la mandíbula y dirijo toda mi resistencia hacia la única persona que tiene la culpa en todo esto.

—Es una lástima que mi papá no esté para resolver sus líos de faldas.

Muy pocas veces me permito una queja, más si se trata de mi padre. Desde que falleció, siento que adopté el papel de imputado y juez en esta casa. Las paredes me mantienen aprisionado de peor manera que las de mi cráneo y la música ya no consigue salvarme de ello.

Brandon asiente, quizá para empatizar, quizá porque no sabe qué decir.

—¿Cómo está Anto? —espeta y le agradezco el cambio repentino de tema—. Hablé con ella por la tarde.

Miro el reloj tras escucharlo. Es pasado el mediodía.

—Está aprendiendo a relajarse —suspiro—. Ese lugar debió de ser más malo de lo que pensamos, es adicta a la perfección. Lina dice que tiene un superbloqueo. —Pienso un segundo en cómo me lo dijo—. Nada que no tenga arreglo.

—Espero que logre perdonarnos. Papá todavía está haciendo un esfuerzo monumental para no mencionar el tema en la radio.

—Está concentrada, dudo que tenga tiempo para enojarse aquí.

Recuerdo su cara hace un rato, en las bodegas. Miré directamente a Gastón por la vergüenza de tener que tratar ese asunto delante de ellas, pero estaba desesperado.

Gastón sabe que tengo que tener precauciones con los insumos. No pudo haberse equivocado con el pedido, ha sido a propósito. Y lo peor es que sé cuál fue su intención.

Quisiera decirle a Brandon que tal vez su hermana esté incómoda aquí, con gente tan extraña, pero todo lo que puedo hacer es hablarle de lo único que no me congela los pulmones y el corazón.

—Lo va a superar, estoy seguro.

Él sacude levemente la cabeza.

—Bien, avísame si cambias de opinión acerca del pago. Lo que le están ofreciendo no es cualquier cosa, Emilio. Y te evitarías esos arranques de Gastón cada vez que quiere hacerte enfadar.

—Ojalá fuera solo eso.

—Sabes lo que pienso.

No digo nada y cuando él se da cuenta de que no pretendo responder, cierra la sesión de una. Me quedo mirando la pantalla, con su usuario desconectado, una luz que me cala en los ojos y la bandeja del correo de entrada titilando como siempre.

Todos tus secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora