41

79 23 3
                                    



Antonia


No sé en qué estaba pensando cuando acepté venir, pero me dejé convencer para tener un pretexto. Sí, para no decir que no quiero estar en una fiesta de Mimi porque no encajamos mucho. Me siento insegura a su lado y eso no es su culpa.

Afortunadamente, Caro está aquí bebiendo mojito tras mojito y me deja hacerlo con ella sin sermonearme con mantener la compostura y tal.

—Alguna vez se lo diré —me he ido de la lengua hace ya bastantes horas, cuando ella me contó que su hijo está en Nueva York estudiando y su hija casada con un alemán.

Le he dicho que sé que mamá está viva y que se está divirtiendo en algún sitio de Estados Unidos. En otras circunstancias jamás lo hubiera soltado.

No se lo dije a nadie antes, ni siquiera a Rosi, que es lo más cercano a una hermana que tengo.

Durante unos minutos, Caro se concentra en los trocitos de lima que flotan dentro de su bebida, entre un par de hielos medio derretidos.

—No digo que sea obligatorio, pero quizá a tu papá le gustaría saber que ya lo sabes.

Sus cejas enarcadas y las mejillas enrojecidas que cubren su cara son una alarma andante. Noto que el mojito me sabe amargo, y que en realidad no debí de haber venido.

—Sí, quizá —aparto el vaso lejos de mí, sobre la mesa—. Iré a ver si Mimi quiere cantar a capela esa canción para irme de una vez.

Se supone que alguien nos grabará descuidadamente mientras ambas cantamos como las mejores amigas. Fue idea de mi hermano. No pretendo agradecerle.

Salgo del salón y voy directo al área de la piscina, el lugar más concurrido de la fiesta. Mimi está en uno de los camastros, rodeada por varias de sus amigas, gente a la que nunca he visto y un par de celebridades de la televisión.

De Teo, Brandon y Emilio no hay señales. Y lo entiendo por la música estridente que flota de aquí para allá, desde los altavoces estratégicamente colocados en puntos ciegos de la casa.

Me acomodo el pareo a los hombros, dirigiéndome con un fingido paso seguro hacia ella.

—Emilio les hará el favor de acompañarlas con la guitarra —Brandon me alcanza antes de que llegue.

No respondo de inmediato, sino hasta que me he tragado el último sorbo de mi mojito.

—Emilio y sus favores. —Son mis palabras pero sonó a un gruñido.

—Deja de beber —mi hermano me quita el vaso.

A sus espaldas, Teo y Emilio también vienen hacia acá. Este último sujetando una guitarra acústica por su mástil.

—No me quites mi bebida así, y creí que lo íbamos a hacer a capela —replico.

Quiero sonar grosera pero lo único que recuerdo es que le dije a Caro que sé algo que trataron de ocultarme por mucho tiempo.

Estoy hastiada de soltar información en el momento menos indicado. De cierta manera todo se parece a ese instante en el que me decían que necesitaba trabajar para simular un poco el estilo de mi madre, y luego tiré el micrófono.

No fue literal, pero así se siente.

—Ahora tengo que hacer cosas aburridas —Mimi se carcajea—. Cantaré algo del gusto de mis profesores y haré que la gente me quiera.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 11 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Todos tus secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora