Emilio
Cuelgo y admiro la pantalla de mi móvil por una eternidad disuelta en un minuto. Luego me reclino en la silla, la ventana con esa lluvia inconstante golpeando los cristales. Me levanto y voy a abrir la puerta nada más escucho que la aporrean.
Brandon se quita los lentes al entrar en la sala de estar. Ambos nos dejamos caer en ella.
La última vez que vino a pasar el rato fue hace como dos años, cuando tuve que quedarme para los preparativos del álbum completo que el representante de Mimi quiso que le produjera.
Hoy yo no soy su productor, pero le he escrito casi todos los temas de este número. Seguramente, con el carisma que tiene, logrará que sea otro éxito rotundo. Es joven, guapa y se ríe casi por todo, así que trabajar con ella es sinónimo de liquidez y paz.
Y al final eso significa que le puedo seguir inyectando dinero a La Generala.
—Estuvimos hasta bien tarde escuchando los arreglos —dice Brandon cuando estamos saliendo del edificio para ir al estudio—. Anto dice que le gustan, aunque no me quiso contar mucho sobre lo que se está aprendiendo.
—Le di un borrador para enseñarle la melodía solamente. No tendrá problemas para ensayarla pronto.
Brandon asiente y se monta en su coche.
—Está enojada conmigo de nuevo —digo.
Él maniobra para sacar el automóvil del estacionamiento y se pone en marcha mientras enlista veinte razones por las cuales no me debe de preocupar un berrinche de Antonia, como suelen llamarlos.
Dudo mucho que sea un simple berrinche, la irritación de su hermana es normal considerando lo que le dije hace un tiempo y la manera en la que se ha adaptado no solo a mi forma de trabajar, sino también a esa personalidad que yo no veo y que todo el mundo me echa en cara.
—Se dio cuenta de muchas de las cosas que pasaban en mi casa y no dijo una sola palabra —le cuento—. Tu hermana no es caprichosa, creo yo, solo está muy sola. —Me cuelgo la mochila al hombro, Brandon baja del coche también.
—Ahora me siento un poco culpable.
En el ascensor, apoyo la espalda en el metal del fondo.
—Le llamé a Lina para preguntar si Gastón se ha comunicado, pero dice que le hizo su transferencia mensual y no le respondió.
Brandon tiene cara de haberse sorprendido, así que asiento con vehemencia y me aprieto el puente de la nariz.
Suelto el aire que llevo conteniendo desde que entramos.
—Lina se preocupa por un mocoso grosero al que lleva criando tiempo... No es raro, Emi.
—Si hubiera demostrado ese interés antes, todo esto no estaría pasando.
—Es hijo de la amante de tu papá, tampo...
—Ya sé.
No sé si me va a conceder un reproche. Brandon no suele estar de acuerdo conmigo si el meollo del asunto es Gastón. Al contrario, es una de las personas que más me incentivaban a dejar la hacienda en manos de otra persona.
Me lo planteaba a diario, el ser un poco más egoísta.
Pero de egoísmo el muchacho tuvo suficiente. De alguna forma siempre sentí que a mí me habían dado para derrochar.
Brandon y yo nos despedimos en su piso y yo subo dos más hasta llegar al del estudio. Mimi está de pie en el pasillo al abrirse las puertas. Una sombra de duda surca sus ojos, como si estuviera decidiendo si soy de verdad yo.
—No voy a soportar a Teo mucho más —exclama.
—Permíteme llegar a trabajar primero.
Ella manotea como si mis anteriores palabras no tuvieran la importancia que requiere. No le dije lo que quiere escuchar, y cualquiera de mis peticiones serán inútiles.
Respiro hondo, empujo la puerta del estudio y el aire acondicionado me refresca el rostro por unos segundos nada más.
—Emilio, escúchame —Mimi está casi gritando.
—Luego.
—Ah, Emilio, llegas justo a tiempo —dice Teo, se pone de pie y me encuentra antes de que pueda llegar a las consolas—. Toni y yo estábamos revisando esta letra y coincidimos en que sobran dos silencios.
Pestañeo, con dos palabras saltando entre mi lengua y mi paladar.
—No sé de qué hablas —susurro.
Sé que, si miro detrás de él, veré en el rostro de Antonia que ella no coincidió en nada.
Arrojo la mochila sobre el sofá.
—Mira, aquí —Teo me señala la hoja.
Me pongo los lentes que llevaba guardados en la bolsa de la camisa.
Los ojos de Teo se apartan de mí, miran la hoja y luego a mí de nuevo.
—Por favor, Emilio, acepta una crítica constructiva —quiere sonar amable, pero decido que no quiero creerle—. Escucha.
—Cualquier tipo de crítica sobre los arreglos vendrá de los músicos que graben —señalo—. Tú no eres el músico de este proyecto, Teo, así que, por favor...
Él levanta las manos en señal de inocencia, sonríe, y se marcha.
—Te dije que jamás cedería, es incapaz de reconocer cuando está equivocado en algo.
Mientras me dirijo a mi silla, veo que Antonia está evitando levantar la vista deliberadamente.
No tengo intenciones de hacerla sentir incómoda, así que le pongo la libreta de correcciones al frente y ella, como creo que hará, se pone a leer ávidamente.
Teo empieza a manipular las consolas, las enciende, eleva aquí y allá y en ese instante, como una tromba, Mimi entra para hacernos a todos olvidar lo que acaba de ocurrir.
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Todos tus secretos
RomanceUn fracaso se puede interpretar de dos formas. Una, que algo se está terminando. Dos, que algo está por comenzar. Para Antonia, que estaba rozando la desesperación por no saber qué hacer de su vida, huir de las cámaras es exactamente aceptar que fr...