Emilio
Hay un lápiz del lado de Teo, pero está ensimismado contándole a Antonia otra de sus aventuras con no sé qué artista conocido.
Vuelvo a tachonar una palabra en el tercer tema, porque el ruido de mi cabeza no me deja pensar con claridad.
—Toni, ese lápiz, ¿me lo puedes pasar?
—Repite otra vez, Mimi —Teo dice.
Antonia me pasa el lápiz tal y como se lo pedí, dirigiéndome apenas la atención.
Clavo la vista de nuevo en mis partituras, mientras trato concienzudamente de saber qué es lo que estoy haciendo.
—Estás desafinada —digo al micrófono. Mimi pone los ojos en blanco, pero regresa a la página anterior—. No te puedo poner la melodía si tu dicción es tan mala. Por favor, trata de relajarte. Un par de trabalenguas estaría bien.
—Esto no es el preescolar, Emilio —replica Teo y luego alcanza el micro por sí mismo—. Maldición, me estoy muriendo de hambre y Antonia no ha grabado su anuncio siquiera...
—Tienes mucha más experiencia que ella —digo—. Deberías saber que su desempeño será menor. Te haría bien bajar las expectativas.
No veo intención de que responda. Pero pasado un tiempo, cuando Antonia sale para ir a la máquina de café, se reclina en su silla. Siento el peso de su escrutinio en el perfil de mi rostro.
Es evidente que sabe que es su estudio.
Ya que Antonia regresó a su lugar y ha dejado una bandeja con cuatro vasos de café en ella, él se dispone a hablar de nuevo.
—Pensé que odiabas que te llamaran Toni —su voz apenas un murmullo—, te lo escuché decir varias veces.
Antonia alza las cejas y rodea el vaso de café con las manos.
—Es que Emilio se acostumbró, es más corto.
—La razón por la que le llamaban así en el programa era por el profesor ese de resistencia que dijo no ver mucha feminidad en ella —suelto sin pensármelo.
Antonia sigue concentrada en su vaso, se lo agradezco internamente. Pero Teo me está mirando y sus cejas demuestran una emoción que podría ser muchas cosas.
—Sí. Matías.
—Era un imbécil. Me dijo que tenía heridas de la infancia sin resolver para equilibrar mi energía femenina, porque siempre estoy tratando de buscar aprobación de los hombres... —le sopla a su café, el humo empañándole los lentes que trae puestos—. Me dijo Toni una vez y el público enardecido se encargó de recordármelo.
Teo asiente.
—Pero si te lo dice Emilio no te molesta.
Prefiero guardar silencio y que sea ella quien dé una respuesta que lo satisfaga. Aunque ni siquiera había pensado en ese tipo recurriendo a una pseudociencia para torturar a una de sus alumnas.
No soy nadie para juzgarlo, pero no debería ejercer como docente.
Me decepciona un poco que Antonia no diga nada. Después siento que es egoísta esperarlo y al mismo tiempo entiendo lo ridículo que es siquiera discutir todo esto.
—Entonces, ¿Toni?
Paso una hoja, pero no me percato de que está adherida a la tercera y al tirar de ella una de las esquinas se rasga. Antes que ver de lleno lo que hice, antes que dejarme llevar por el mal humor, me pongo de pie y voy a la cabina, donde Mimi ya tiene cara de estar al borde del colapso.
Le ajusto un auricular en el oído y acomodo una partitura. A Mimi no le gusta leer las notas, prefiere que le expliquemos la melodía. No tiene problemas para memorizar las tonadas, así que no ha sido un gran conflicto.
—Teo no pierde el tiempo, ¿verdad? —se hace una coleta en el pelo.
Ignoro la pregunta y sigo acicalando el micrófono de grabación que está empotrado en la pared.
—Recuerda respirar profundo y con tranquilidad. No te preocupes por desafinar. Tampoco...
—Es bonita, ¿no? Y no estoy de acuerdo con lo que todos dicen sobre ella.
La observo un segundo solamente.
—Tampoco trates de alcanzar la nota alta del coro si crees que no estás bien apoyada. Necesitas atacarla desde este punto —señalo una sílaba, pero Mimi no mira—. No quiero que te lastimes.
—Dicen que es una engreída, y que su papá le consiguió el lugar en el programa. —Está sonriendo—. Lo que yo creo es que...
—Basta —le ajusto el volumen del micrófono antes de tirar de un banquillo para sentarme a su lado—. Hay que empezar.
Mimi pasa hojas y vuelve al principio de la canción. Ha dibujado corazones con tinta rosa debajo de algunas anotaciones de Teo.
Teo, que no está prestando atención a lacolocación de la melodía, sino que pierde el tiempo riéndose con Antonia dealgo que tampoco me interesa.

ESTÁS LEYENDO
Todos tus secretos
Roman d'amourUn fracaso se puede interpretar de dos formas. Una, que algo se está terminando. Dos, que algo está por comenzar. Para Antonia, que estaba rozando la desesperación por no saber qué hacer de su vida, huir de las cámaras es exactamente aceptar que fr...