Antonia
Sentada a un lado de Teo, frente a una consola con aparatos para ecualizar y manipular el sonido en la cabina, leo y releo uno de los libros de poesía que me mandaba Emilio todos los días. Lo traía en una de mis bolsas y cuando me empecé a aburrir, decidí hojearlo para no tener que recurrir a las redes sociales.
Es una tentación frenética día a día, pero Rosi dice que no me hará bien ver algunos de los titulares tras publicarse las fotos de mi colaboración con Mimi.
—Se supone que mañana —Teo habla por teléfono—, sí, Emilio, lo sé. Solo tráelo mañana, estaré en el estudio todo el día.
Nada más colgar, se pone los enormes audífonos, dejando una de sus orejas libres. Tiene la mirada al frente al empezar a hablar.
—Emilio le compuso una cosa muy rara a Mimi y estoy pensando en el escándalo que hará —suspira—. Sé que quiere provocarla, pero no debería.
Su comentario no suena a una queja, sino a eso que piensas antes de una tormenta. Como «debí traer un paraguas».
—Me asusta un poco el que todos estén asustados de Mimi —digo.
—No es miedo, sino fastidio. La parte de la grabación con Mimi suele ser sencilla cuando se deja guiar, pero si Emilio la pone contra la espada y la pared ella saltará a un lado y estaremos todos aquí más tiempo del que nos pagan.
—Lo dices como si fuera poco —la mía es una queja en forma.
Escuché que Teo cobra sus honorarios en letras mayúsculas. Trabajar con Mimi no debe de costarle tanto como dice, aunque sé que su postura es más por la ecuación Emilio-Mimi que otra cosa.
Me aclaro la garganta; tengo que dejar de resistirme a la curiosidad que siento: porque cada vez que lo intento negar mi interés crece.
—Corrígeme si me equivoco, pero ¿eso significa que entre Emilio y Mimi están pasando cosas... íntimas?
Teo sonríe.
En la cabina, Mimi pasa a otra página, como si estuviera estudiando conscientemente la letra de una canción que ya se sabe de memoria. Es muy bonita; piernas largas, cabello largo, labios gruesos. Es vivaracha y segura de sí misma y cuando canta lo hace con pasión. He visto sus presentaciones en vivo y lo deja todo ahí arriba.
—Cosas íntimas no —replica Teo—. Pero Mimi es la némesis de Emilio. No hay nada que le moleste más a él que una persona que no admite su ignorancia en algunos temas.
—Lo recuerdo —me sincero—. A veces me preguntaba cosas precisamente como si quisiera que admitiera que... pues no lo sé todo.
Teo asiente y le habla a Mimi por el micrófono que está frente a él. Tras una réplica y un chillido, él se levanta y entra en la cabina. Le está señalando algo en las hojas de la canción cuando escucho que se abre la puerta.
Es una habitación amplia y oscura, mayormente insonorizada. Emilio deja un maletín en el sofá de la entrada y es como si cada uno de sus pasos hiciera eco en las paredes del estudio. Entonces mueve una de las sillas, un sobre en la mano, y se sienta a un lado de mí.
Estoy cruzada de brazos y en una posición extraña en la silla, la espalda escurrida en el respaldo, las piernas estiradas y cruzadas dentro de la mesa de las consolas y las mezcladoras enormes que hay aquí.
Sigo mirando al frente cuando Emilio dice—: Teo tiene sangre de reptil.
Está levantándose. Va hasta un interruptor a un lado de la puerta y se demora ahí unos segundos. Para cuando regresa a su sitio, me doy cuenta de que ha bajado la intensidad del aire acondicionado.

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Todos tus secretos
RomanceUn fracaso se puede interpretar de dos formas. Una, que algo se está terminando. Dos, que algo está por comenzar. Para Antonia, que estaba rozando la desesperación por no saber qué hacer de su vida, huir de las cámaras es exactamente aceptar que fr...