SOFÍA
Viajar en un avión privado no es algo que me hubiera imaginado, ni siquiera en mis sueños más locos. Siempre me consideré una persona con los pies en la tierra, alguien que se emociona con un vuelo en clase económica y se deleita con un cappuccino en el aeropuerto. Pero ahí estábamos, Cata y yo, sentadas en los cómodos asientos de cuero blanco, rumbo a Azerbaiyán en el avión de Lando. Todo se sentía un poco surrealista.
La vista desde la ventana era increíble, el sol empezaba a ponerse y el cielo tenía esos tonos anaranjados y rosados que solo ves en los mejores atardeceres. Cata estaba en la otra ventana, fascinada, sacando fotos como loca.
—Nunca pensé que estaría acá, Sofi —dijo, sin dejar de mirar por la ventana—. O sea, sabemos que tenemos una vida cómoda, pero esto... esto es otro nivel.
Sonreí, sabiendo que tenía razón. Ambas veníamos de familias que nos habían permitido viajar y estudiar en el extranjero, darnos algunos gustos de vez en cuando, pero esto, volar en un avión privado hacia una carrera de Fórmula 1, era completamente diferente.
—Sí, lo sé —le respondí, cruzando una pierna sobre la otra mientras acomodaba mi bufanda—. Nada que ver con el vuelo de ocho horas que nos mandamos la primera vez que vinimos a Europa. ¿Te acordás? Estábamos pegadas como sardinas.
Cata soltó una carcajada y asintió.
—Sí, ni hablar. Esta vez hasta nos ofrecieron champagne antes de despegar. ¡Un lujo!
Nos reímos juntas. Era una experiencia completamente nueva para las dos, y la emoción se notaba en cada cosa que hacíamos o decíamos. Aunque, en el fondo, ambas sabíamos que todo esto tenía más que ver con Lando que con nosotras.
—¿Y qué expectativas tenés para la carrera? —me preguntó Cata, bajando la voz como si estuviera compartiendo un secreto.
Pensé por un momento. Sabía que Bakú era un circuito callejero complicado, y que las carreras ahí solían ser bastante impredecibles.
—La verdad, espero que Lando lo haga bien, pero Bakú es... raro. Nunca sabés qué puede pasar. Cualquier cosa puede cambiar en un segundo. Igual, más allá de la carrera en sí, estoy muy emocionada por estar ahí, por verlo en persona otra vez. Además, tengo curiosidad por cómo se maneja todo desde el paddock. Va a ser algo increíble de ver de cerca.
Cata me miró con una sonrisa traviesa.
—¿Y vos, qué expectativas tenés con Lando?
Me reí, aunque sentí el rubor subiéndome a las mejillas. Cata siempre sabía cómo sacarme una sonrisa.
—Nada que ver, Cata —le dije, aunque mi tono no era del todo convincente—. Estamos yendo por la carrera, no por otra cosa.
Ella me miró alzando una ceja, claramente no creyéndome ni una palabra.
—Sí, claro. Y yo soy la reina de Inglaterra. Mirá que yo vi esas miraditas que se tiraron la otra vez. Para mí, te invita a todos lados porque está esperando algo más.
—Cata, por favor... —le dije, entre risas—. Bueno, ¿y vos qué? ¿No pensás aprovechar el viaje para encontrar algún novio azerbaiyano? Capaz te cruzás con algún empresario millonario y no volvés más.
Nos reímos a carcajadas. Las bromas ayudaban a calmar los nervios, porque en el fondo, ambas sabíamos que estábamos viviendo algo fuera de lo común.
Después de aproximadamente una hora de vuelo, aterrizamos en Azerbaiyán. El aeropuerto era moderno y las luces de la ciudad se veían a lo lejos mientras descendíamos del avión. Apenas salimos, un chofer nos estaba esperando con una camioneta para llevarnos al hotel que Lando había reservado para nosotras.
—Mirá esta vista, Sofi —dijo Cata cuando entramos a la habitación del hotel.
Desde el balcón, la ciudad de Bakú se extendía ante nuestros ojos, con edificios iluminados y el Mar Caspio en el horizonte. Era como estar en una postal. Lando no había escatimado en gastos. La habitación era enorme, con una sala de estar y una cama que parecía más grande que mi departamento entero en Buenos Aires.
—Lando realmente se encargó de que tengamos lo mejor —dije, admirando el lugar—. Es un gesto muy lindo.
Cata se tiró de espaldas en la cama.
—Sí, la verdad que sí. Este lugar es de ensueño. Pero ahora me voy a duchar antes de que me venza el jet lag. ¿Vos?
—Voy después de vos —le dije—. Estoy demasiado emocionada para dormirme ahora.
Mientras Cata se duchaba, me acomodé en uno de los sillones y miré mi celular. Justo en ese momento, una llamada de Lando apareció en la pantalla. No pude evitar sonreír y atender.
—Hola, Sofi. ¿Cómo fue el viaje? —preguntó Lando con su habitual tono relajado.
—Todo bien, Lando. Gracias por todo, la verdad. El avión fue increíble y el hotel... bueno, no tengo palabras. ¡Nos tratás como reinas!
Lo escuché reír al otro lado de la línea.
—Me alegra que te guste. Quería que tuvieran la mejor experiencia posible. Mañana por la mañana voy a mandar a alguien para que las pase a buscar. Así pueden venir al circuito y les entrego las credenciales del paddock.
—¡Eso suena genial! Estamos súper emocionadas por la carrera.
—Perfecto —dijo Lando, y por un momento sentí como si quisiera decir algo más, pero dudaba—. Me alegra mucho que estés acá, Sofi. Ya hablaremos mañana.
—Sí, Lando. ¡Nos vemos mañana!
Corté la llamada justo cuando Cata salió del baño, envuelta en una toalla.
—¿Era Lando? —me preguntó, con una mirada curiosa.
—Sí, va a mandar a alguien a buscarnos mañana temprano para llevarnos al circuito. Nos va a dar las credenciales del paddock.
Cata sonrió mientras se secaba el cabello.
—Bueno, mejor que descanses, porque mañana va a ser un día largo. Y quién sabe, capaz este viaje termina siendo más interesante de lo que pensabas.
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INFINITE | Lando Norris
RomanceSofía, una chica de Buenos Aires, Argentina, viaja a Italia para continuar sus estudios de periodismo deportivo, impulsada por su pasión por el fútbol y el automovilismo. Con la emoción de estar en un nuevo país, decide asistir a una carrera de Fórm...