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SOFÍA AZERBAIYÁN

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SOFÍA
AZERBAIYÁN

La vuelta al hotel fue tan divertida que entre risas y comentarios sobre la carrera, las horas parecieron volar. No podíamos dejar de hablar de lo que había pasado en la pista. Nadie, absolutamente nadie, se esperaba que en la última vuelta Carlos y Checo chocaran. Fue uno de esos momentos que te dejan en shock, y la sorpresa seguía en el aire.

—No lo puedo creer, ¿viste cómo fue todo? —comentaba Cata, todavía agitada por la adrenalina del día.

—Sí, fue tremendo. Al final, Lando terminó re bien, pero ese choque de Carlos... ¡una locura! —respondí mientras nos reíamos.

Pasamos el resto del día en la habitación, relajándonos. Nos pusimos una película para bajar un poco las revoluciones y, mientras tanto, arreglamos nuestros outfits para la noche. Cata eligió un vestido azul que le quedaba espectacular. Resaltaba su piel bronceada y su actitud alegre. Yo, por mi parte, opté por algo más simple: un vestido negro suelto, corto, que me hacía sentir cómoda y segura.

Solo nos quedaba esperar la hora. Aunque después de la carrera no pensábamos que los chicos quisieran salir, recibí un mensaje de Lando diciéndome que nos pasaría a buscar con Carlos para ir a cenar. ¡No lo podíamos creer! Cata me miró con sorpresa.

—¿Están viniendo Lando y Carlos? —me preguntó con los ojos bien abiertos.

—Sí, parece que quieren cenar después de todo lo que pasó hoy. Va a estar interesante —dije con una sonrisa.

Poco después, bajamos al lobby del hotel y ahí estaban. Lando, con su eterna sonrisa, y Carlos, un poco más reservado pero igual de encantador. Me di cuenta de que a Cata se le iluminaban los ojos al ver a Carlos. Estaba claro que había una chispa entre ellos, algo que se notaba desde la primera vez que se cruzaron.

Saludé a Lando con un beso en la comisura del labio, como de costumbre, y a Carlos con dos besos en las mejillas. Fue un saludo amigable, pero con ese toque de cercanía que solo se da después de haber compartido algo intenso como lo fue la carrera.

—¿Listas para la cena? —preguntó Lando, guiñándome un ojo de manera cómplice.

—Más que listas —respondí, divertida.

Nos dirigimos hacia el auto y, al llegar al restaurante, no pudimos evitar sorprendernos. El lugar era precioso, elegante pero con ese ambiente cálido que hacía que te sintieras cómodo. Nos sentamos y, desde el primer momento, las risas no faltaron. Cata y yo le contábamos a Carlos sobre nuestra cultura, el fútbol y la pasión que tenemos en Argentina por ese deporte. Mientras tanto, sentía la mirada de Lando sobre mí todo el tiempo, como si no pudiera apartar sus ojos.

En un momento, mientras Cata y Carlos se reían de alguna anécdota futbolística, Lando me hizo una seña sutil. Lo miré, curiosa, y él me indicó con un gesto que me parara. Sin decir nada, nos levantamos de la mesa y dejamos a Cata y Carlos solos, dándoles espacio para que pudieran conocerse mejor. Sabíamos que había una atracción entre ellos, y queríamos darles la oportunidad de conectar.

Lando me guió hacia una parte más privada del restaurante, un rincón tranquilo y casi escondido, donde las luces eran más tenues y el ambiente más íntimo. El silencio entre nosotros se hizo denso por un momento, pero no incómodo. Era como si ambos supiéramos lo que estaba por suceder.

—Sofía... —Lando me miró con una seriedad que rara vez le veía—. No puedo aguantar más.

Antes de que pudiera decir algo, sentí sus manos rodeando mi cintura y su rostro acercándose al mío. En un segundo, sus labios estaban sobre los míos, y el mundo a nuestro alrededor desapareció. El beso fue lento, intenso, lleno de todo lo que habíamos guardado en las últimas semanas. Era como si toda la tensión acumulada se liberara en ese momento.

Sentí cómo mi corazón latía con fuerza, y no pude evitar sonreír mientras sus manos se aferraban suavemente a mi cintura. Correspondí al beso, sin pensar demasiado en lo que significaba, solo dejándome llevar por el momento.

Cuando nos separamos, sus ojos brillaban y una sonrisa se formó en sus labios.

—Te quería besar desde hace mucho tiempo —confesó, mirándome directamente a los ojos.

Yo me reí nerviosa, pero al mismo tiempo sentí una calidez dentro de mí. Había esperado tanto este momento, y ahora que había sucedido, todo parecía perfecto.

—Yo también lo quería, Lando —le respondí con sinceridad, todavía un poco sorprendida por lo que acababa de pasar.

Nos quedamos un rato más en ese rincón, hablando en susurros, riéndonos y compartiendo ese pequeño secreto que acabábamos de crear. Por momentos, volvíamos a besarnos, disfrutando de la intimidad y la conexión que había entre nosotros.

Finalmente, decidimos volver a la mesa, donde encontramos a Cata y Carlos en una conversación bastante animada. Cata no paraba de reírse, y Carlos, aunque más reservado, se veía claramente entretenido.

—¿Y? —pregunté en broma, mirando a Cata.

—Todo bien, todo bien... —me contestó, haciéndose la misteriosa, mientras Carlos sonreía con complicidad.

Nos sentamos de nuevo, y la noche siguió entre risas, bromas y miradas cómplices. Sabía que esta noche iba a ser el comienzo de algo más con Lando, y no podía estar más emocionada por lo que vendría después.

La noche terminó entre más risas y bromas. Lando y Carlos nos acompañaron de vuelta al hotel. Al llegar, nos despedimos con abrazos y besos en la mejilla. Pero antes de irse, Lando me susurró al oído.

—Estás muy linda esta noche, mañana te paso a buscar y salimos a hacer algo. No te vayas a escapar.

Sonreí y asentí. El día había sido largo, pero sabía que al día siguiente iba a ser aún mejor. Subimos con Cata a la habitación, y apenas cerramos la puerta, se tiró en la cama riéndose.

—¡Sofía! ¿Te das cuenta de lo que acaba de pasar? —me dijo emocionada, con esa energía que solo tiene ella.

—Lo sé, lo sé... ¡no puedo creerlo! —le respondí mientras me dejaba caer en la cama también, exhausta pero feliz.

Ambas nos quedamos hablando un rato más, repasando cada detalle de la noche, hasta que el cansancio finalmente nos ganó. Apagué la luz, todavía con una sonrisa en los labios, pensando en todo lo que había vivido ese día.

 Apagué la luz, todavía con una sonrisa en los labios, pensando en todo lo que había vivido ese día

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INFINITE | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora