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SOFÍA

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SOFÍA

Estaba preparando la valija para el viaje a Alemania. Ya tenía la mayoría de las cosas guardadas, pero aún me faltaban los últimos detalles. Tenía mi bolso de mano listo, con todo lo necesario para el vuelo. Saldríamos hoy a la noche, y aunque estaba emocionada, también sentía una mezcla de nostalgia.

En el transcurso del día, me la pasé con Cata. Apenas había llegado y ya nos íbamos a separar por un mes entero. Era raro, porque habíamos pasado toda la semana juntas, disfrutando de la ciudad. Fuimos a comer por las noches a lugares muy lindos, entre risas y charlas interminables. Habíamos hecho tantos planes, pero ahora todo eso quedaría en pausa hasta que volviera.

Cuando ya era la hora de irme, pedí un taxi hasta el aeropuerto, donde me encontraría con el grupo de la facultad. Estaba muy emocionada por esta experiencia única. No todos los días tenés la oportunidad de cubrir la final de la Eurocopa. Sabía que iba a ser una aventura increíble, y no podía esperar para ver qué nos esperaba en Alemania.

Una vez en el avión, me acomodé en mi asiento, que por suerte estaba del lado de la ventana. Me puse los auriculares y cerré los ojos, intentando relajarme mientras esperábamos que el vuelo despegara. Sin embargo, mi tranquilidad fue interrumpida cuando sentí a alguien sentarse a mi lado. Al abrir los ojos, me encontré con un chico que cursaba conmigo. No lo conocía mucho, pero sabía que era argentino también.

Se presentó con una sonrisa de lado, diciendo: "Hola, soy Gonzalo". Me sacó un auricular, Hola, soy Sofía". Respondí de la misma manera. Entre risas, comencé a charlar con él. Parecía un buen pibe, simpático y relajado, así que la charla fluyó de manera natural.

Gonzalo y yo seguimos charlando una vez que el avión alcanzó la altura de crucero. Él se inclinó ligeramente hacia mí, con esa sonrisa cómplice que ya empezaba a reconocer en él. Estábamos cómodos, como si nos conociéramos desde hacía tiempo, aunque recién habíamos empezado a hablar.

—¿Y vos, de qué cuadro sos? —preguntó, con ese tono típico de quien sabe que está a punto de entrar en terreno espinoso en Argentina.

—De Boca, obvio —respondí, casi con un toque de orgullo—. ¿Vos?

—¡De Independiente! —dijo con énfasis, y ambos nos reímos. Era una de esas rivalidades clásicas que siempre sacaban lo mejor de una charla futbolera.

—Mirá vos, justo tenía que ser de Independiente —dije en broma, con una sonrisa que dejaba claro que estaba todo bien.

—Eh, a ver, hay que respetar las diferencias, ¿no? —contestó Gonzalo, levantando las manos en señal de paz—. Aunque tengo que admitir que Boca tiene una hinchada que se hace sentir. Los de Independiente somos más de corazón, ¿viste? Más sufridos, pero con historia.

—Te doy la derecha ahí, no cualquiera se banca ser del Rojo en estos tiempos —le dije, medio en serio, medio en chiste.

—Y mirá, es un amor que duele, pero no puedo traicionarlo —dijo, medio riéndose, medio en serio—. Igual, ustedes tienen a Riquelme, ¿quién no querría un ídolo así?

INFINITE | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora