SOFÍA
AZERBAIYÁNHabíamos quedado con Lando para ir a una excursión, y la ansiedad no me dejaba en paz. No sabía qué esperar, cómo iba a ser pasar tanto tiempo juntos en un lugar lleno de gente. ¿Y si alguien lo reconocía? ¿Qué haríamos si de repente aparecíamos en todas las redes? El simple hecho de pensarlo me ponía más nerviosa, así que hice lo que cualquier persona en mi lugar haría: me paré frente al placard, miré la ropa y no supe qué ponerme.
No quería verme demasiado arreglada ni demasiado relajada. Le mandé un mensaje a Lando, porque bueno, siempre es mejor preguntar que andar adivinando: "Che, ¿cómo voy vestida?". A los pocos minutos, me contestó: "Casual". ¡Claro, cómo si eso ayudara mucho! Pero al menos me tranquilizó un poco.
Después de revisar y probarme mil cosas, elegí un vestido floreado suelto que me hacía sentir cómoda y linda. Decidí dejar el pelo con ondas naturales y solo me puse un poco de maquillaje, lo justo para resaltar mis rasgos, pero sin exagerar. Quería estar bien pero no demasiado cargada, total, era una excursión.
Cuando llegó la hora de bajar al lobby del hotel, el estómago me daba vueltas. Apenas salí del ascensor y lo vi, me relajé un poco. Lando estaba increíble: pantalón crema, una camisa negra suelta que le quedaba perfecta, unos lentes oscuros y la infaltable gorra, esta vez también negra. Me saludó con una sonrisa que desarmaría a cualquiera y me guió hasta el auto, abriéndome la puerta como todo un caballero.
El viaje al Templo del Fuego fue más relajado de lo que esperaba, pero solo por Lando. No paraba de hacer chistes, de contarme anécdotas de su vida, de las carreras. Lo miraba y me resultaba difícil creer que alguien tan famoso pudiera ser tan... normal, tan relajado. Él se encargó de que no me sintiera nerviosa ni por un segundo.
—¿Sabías que le tengo miedo al fuego? —me dijo de repente, con una sonrisa cómplice mientras mantenía la mirada en el camino.
—¡No te creo! ¡Sos piloto! —Le respondí entre risas, imaginándomelo tratando de alejarse del fuego en medio de la carrera.
—¡Posta! Es una de esas cosas raras. Pero bueno, ya me acostumbré. Igual, en este templo voy a mantenerme a una distancia prudente. —Y nos reímos juntos, porque ya era evidente que, a su lado, las cosas siempre eran más livianas.
Cuando llegamos al templo, el lugar era impresionante. Las llamas que salían del suelo lo iluminaban de una manera que casi parecía surreal. Miré a mi alrededor, admirando la escena, pero también dándome cuenta de que este era el primer lugar público al que íbamos juntos. Y eso me daba una mezcla de emociones: la posibilidad de que alguien lo reconociera, de que nos sacaran fotos, y de que todo el mundo supiera que estábamos juntos. Al menos, por ahora, no había nadie alrededor que pareciera prestar demasiada atención.
Caminamos por el templo, disfrutando del lugar y hablando de cosas triviales, aunque lo que más notaba era lo cerca que estaba de mí. Cada tanto, nuestras manos se rozaban casi accidentalmente. Era un contacto fugaz, pero la electricidad que me recorría cada vez que lo sentía era innegable. Podía notar que no era solo yo la que lo sentía. Él también buscaba esas oportunidades sutiles de estar cerca, de tocarme aunque fuera mínimamente.
A medida que avanzábamos, el lugar se volvía más tranquilo, menos gente, más silencio. Nos encontramos en una parte un poco más apartada, y en ese momento, el ambiente cambió. Sentí cómo la tensión entre nosotros crecía con cada paso que dábamos. Era como si el tiempo se ralentizara, y solo existiéramos nosotros dos en ese rincón del templo.
Lando se acercó lentamente, y sin decir nada más, sus labios tocaron los míos. Fue un simple roce, no tuve tiempo a reaccionar, ME HABÍA ROBADO UN BESO! sin pensarlo demasiado me incliné hacia él besándolo nuevamente. Sentí su mano en mi cintura, acercándome aún más, y el calor de su cuerpo me envolvió por completo.
Cuando nos separamos, nuestras respiraciones estaban entrecortadas, pero las sonrisas en nuestros rostros lo decían todo. Ese beso había sido inevitable.
—No podía esperar para volver a besarte, desde que te vi esta mañana es lo único en lo que pienso —me dijo, su voz un poco más baja de lo normal.
—Yo también estuve pensando en vos, Lando. Desde anoche... —dije casi en un susurro, intentando calmar el temblor en mi voz—. No quería admitirlo, pero la verdad es que no puedo dejar de pensarte.
A partir de ahí, la excursión tomó otro tono. Caminamos más juntos, las risas eran más naturales, y ya no importaba tanto si alguien nos veía o no. Lo que había pasado entre nosotros hacía que todo lo demás pasara a segundo plano. Seguimos explorando el templo, sacando fotos y disfrutando del lugar, pero ya no era solo la aventura de conocer un lugar nuevo, sino que era nuestra propia aventura personal.
Cada tanto, me detenía para mirarlo, y pensaba en lo raro que era todo. En cómo habíamos llegado hasta ese punto, en cómo un día podía estar estudiando periodismo deportivo y al siguiente, estar en una cita con uno de los pilotos más famosos del mundo. Todo esto me parecía una locura, pero también lo más natural del mundo cuando estaba con él.
Después de un rato, nos sentamos en un banco a descansar. El templo seguía irradiando calor, pero la brisa suave del atardecer lo equilibraba. Miramos el fuego bailar en el horizonte, y me apoyé en su hombro. No teníamos que decir nada, porque en ese momento las palabras sobraban.
—¿Te gustaría venir a verme correr? —me preguntó de repente, rompiendo el silencio de manera inesperada.
Lo miré, sorprendida.
—¿En serio? —pregunté, no muy segura de si lo decía en broma o en serio.
—Claro. Me encantaría que vinieras. Es una locura, lo sé, pero creo que te divertirías. —Me sonrió de esa manera tan suya, la misma sonrisa que hacía que mi corazón diera un vuelco.
—Me encantaría. —Y era verdad. No solo por el hecho de verlo correr, sino porque estar con él me hacía sentir como si estuviera donde siempre quise estar.
Nos quedamos un rato más en ese rincón del templo, hablando de las carreras, de sus experiencias en la Fórmula 1, y de todo lo que yo no sabía sobre ese mundo. A medida que el sol se iba ocultando, el fuego del templo comenzaba a brillar más fuerte, creando un espectáculo aún más imponente.
Finalmente, decidimos que era hora de volver. Lando me llevó de vuelta al hotel, y el trayecto de regreso fue tranquilo. Me sentía en paz, y a la vez, llena de emoción por lo que estaba sucediendo entre nosotros. Sabía que todo esto estaba recién empezando, y que había muchas cosas por venir, pero en ese momento, me sentía lista para todo.
Cuando llegamos al hotel, me abrió la puerta del auto nuevamente, y antes de despedirnos, me dio otro beso, uno más corto, pero igualmente intenso.
Esa noche, mientras me preparaba para dormir, no podía dejar de sonreír. El día había sido perfecto en más de un sentido. Desde la excursión al templo hasta el beso que habíamos compartido, todo había sido mejor de lo que jamás hubiera imaginado.
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INFINITE | Lando Norris
RomanceSofía, una chica de Buenos Aires, Argentina, viaja a Italia para continuar sus estudios de periodismo deportivo, impulsada por su pasión por el fútbol y el automovilismo. Con la emoción de estar en un nuevo país, decide asistir a una carrera de Fórm...