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SOFÍA MONZA, ITALIA

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SOFÍA
MONZA, ITALIA

Hoy era el gran día. Lando iba a llegar a Italia, y yo estaba re nerviosa. Tenía esa mezcla de emoción y ansiedad que te deja con las manos temblando y el corazón a mil. Cata se había ido a la casa de un chongo, cosa que no me sorprendió para nada. No me quiso decir mucho, pero tampoco le insistí. Al menos, tenía el departamento para mí sola, lo cual era ideal porque Lando se iba a quedar varias semanas conmigo. Era la primera vez que venía a mi casa, y estaba con esa sensación de que todo tenía que estar perfecto, aunque sabía que él no era de fijarse en esas cosas.

Le había pasado la dirección del departamento, y me avisó que ya estaba llegando. Miré por la ventana y vi que el tránsito estaba infernal, típico de mediodía en Italia. Me sentía inquieta, revisando todo una y otra vez, como si de repente fuera a encontrar algo fuera de lugar.

Finalmente, sonó el timbre. Di un respingo, respiré hondo y fui a abrir la puerta. Ahí estaba, Lando, con esa sonrisa medio tímida y esos ojitos curiosos que siempre me derretían. Nos saludamos con un beso, y sentí cómo toda la tensión se me aflojaba un poco. Verlo ahí, en la puerta de mi casa, hacía que todo pareciera más real.

Es un lugar muy lindo —me dijo con esa mezcla de sorpresa y admiración—. Se nota que lo hiciste tuyo.

—Gracias —le respondí, sonriendo—. Me gusta mucho estar acá, aunque es chiquito. ¿Querés un tour o te instalás primero?

Lando se rió y dejó su mochila en el piso, estirándose después de lo que debía haber sido un viaje largo.

—Dale, quiero el tour —respondió, siguiéndome por la casa.

Le mostré el living, la cocina, el cuarto donde íbamos a dormir, todo con una mezcla de nervios y emoción. Era raro, pero lindo, verlo moverse en mi espacio. Se veía tan natural, como si hubiera estado acá mil veces.

—Bueno, pensé en hacer algo típico de Argentina hoy —le dije mientras lo llevaba a la cocina—. Vamos a comer milanesas con ensalada.

—¿Milanesas? —preguntó, mirándome con curiosidad—. Creo que ya me dijiste antes lo que son, pero no me acuerdo bien.

Me reí mientras sacaba la carne de la heladera.

—Sí, son como filetes de carne empanados y fritos. O al horno, si preferís algo más saludable. Pero hoy vamos a freírlas, como se debe.

Empecé a preparar todo y Lando, obviamente, no pudo evitar acercarse a chusmear lo que estaba haciendo. Se apoyó en la mesada y miraba cada uno de mis movimientos con esa carita de curiosidad que me hacía reír. De vez en cuando, me daba un beso en el cuello o en la mejilla, interrumpiendo mi concentración. Pero no me molestaba para nada.

Lando se quedó fascinado con los pequeños detalles, especialmente con las fotos que tenía pegadas en la heladera. Fotos con mis amigas, mi familia, algunos recuerdos de viajes.

—Estás haciendo todo perfecto —le dije, riéndome—. Mirando y besando, ¡es el combo ideal!

—¿Puedo ayudarte en algo o mejor me quedo mirando? —preguntó, divertido.

—Quedate mirando, por ahora. Después te hago cortar la lechuga para la ensalada —le respondí, haciéndome la seria.

Comimos entre risas y charlas. Lando no podía creer lo ricas que eran las milanesas, y yo no podía dejar de sonreír por su entusiasmo. Hablábamos en una mezcla de inglés y español, y en un momento me tenté con hablarle rápido en español solo para ver cómo reaccionaba.

—No entiendo nada de lo que me estás diciendo —dijo, riéndose, cuando vio que yo no paraba de hablar—. Pero te prometo que voy a aprender español. Dame tiempo.

—Vas a tener que hacerlo si querés sobrevivir en Argentina —le respondí, entre risas—. Te voy a enseñar algunas frases básicas para cuando estemos allá. Así podés pedir comida, por lo menos.

La tarde pasó tranquila. Después de comer, pedimos helado para acompañar la sobremesa. Nos tiramos en el sillón a disfrutar mientras le mostraba un poco de música argentina. Quería que se "argentinizara" un poco, así que le puse algunas canciones de RKT, un género que me encanta y que es bastante popular en mi país.

—El es Ecko. Todas las chicas están enamoradas de él en Argentina —le comenté, esperando su reacción.

Lando me miró, medio divertido, medio intrigado.

—¿Todas están enamoradas de él? ¿Y vos también?—me preguntó, fingiendo estar celoso.

Me reí y le di un beso en la mejilla.

—No te pongas celoso, pero sí, es muy lindo. Además, canta re bien. Lo tenés que aceptar, Lando, parte de "argentinizarte" es conocer estos detalles.

Lando soltó una carcajada, negando con la cabeza.

—Bueno, ya veo que no tengo competencia, entonces.

Nos reímos un rato más, charlando sobre todo y nada. Se tomaba todo con humor y, aunque no entendía mucho de la música o las referencias, siempre estaba dispuesto a aprender y a divertirse conmigo.

Mientras la tarde caía y la luz del sol se colaba por las ventanas del departamento, me sentí en paz. No había nervios, no había ansiedad. Solo Teníamos tiempo de sobra, y eso me daba una tranquilidad que hacía mucho no sentía.

Pasamos la tarde entre música, risas y charlas. Se notaba que Lando se estaba enganchando con todo lo que le mostraba. Me encantaba ver cómo se interesaba por mi cultura, por las cosas que yo amaba. Y aunque al principio no entendía nada, se reía y trataba de seguir el ritmo de todo.

Mientras escuchábamos música y compartíamos el helado, no podía dejar de pensar en lo bien que la estábamos pasando. Las semanas que venían prometían ser igual de geniales, y yo no podía esperar para mostrarle más de mi vida, de mi país, de lo que me hacía feliz.

 Las semanas que venían prometían ser igual de geniales, y yo no podía esperar para mostrarle más de mi vida, de mi país, de lo que me hacía feliz

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INFINITE | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora