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SOFÍASINGAPUR

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SOFÍA
SINGAPUR

Subimos por el ascensor, en completo silencio, pero la tensión entre nosotros era casi insoportable. Podía sentir la mirada de Lando en mi nuca, y cuando sus manos se deslizaron suavemente por mi cintura, no pude evitar contener el aliento. De repente, sentí sus labios rozando mi cuello, un suave beso que hizo que todo mi cuerpo se estremeciera.

Cada segundo en ese pequeño ascensor aumentaba la necesidad, la anticipación. Cuando finalmente llegamos a su piso, apenas podía pensar con claridad. Caminamos hacia su habitación y, al llegar a la puerta, mi espalda chocó suavemente contra la pared, y él quedó frente a mí, tan cerca que podía sentir el calor de su cuerpo irradiando.
Mi corazón latía a mil por hora, y la tensión que habíamos estado acumulando durante todo el día se sentía insoportable. Lando no me tocaba aún, pero la forma en que me miraba, con esos ojos que parecían encenderse cada vez más, me hacía sentir como si ya lo estuviera haciendo.
Apenas pude respirar cuando dio un paso hacia adelante, acercándose más, hasta que su cuerpo casi rozaba el mío.

Mis manos temblaban un poco, pero las apreté contra la pared, tratando de mantener algún tipo de control, aunque sabía que en cualquier momento lo iba a perder.

—No sabés cuánto te deseé hoy - susurró, inclinándose lo suficiente para que sus labios quedaran a milímetros de mi cuello. Su aliento cálido me hizo estremecer, y cada palabra que decía era como un latigazo de electricidad recorriendo mi piel—. Desde que te vi entrar a la sala, supe que no iba a poder contenerme.

Cerré los ojos un segundo, intentando procesar la intensidad del momento.
Sentí sus manos posarse sobre mi cintura, firmes, pero no invasivas. Era como si quisiera asegurarse de que yo también lo quería, aunque ya lo sabía.

Lando subió una de sus manos lentamente por mi costado, rozando apenas mi piel, hasta que llegó a mi cuello, inclinándome suavemente hacia atrás para que nuestros labios estuvieran más cerca. Todo mi cuerpo estaba en llamas, y la presión en mi pecho se hacía insoportable.

- ¿Qué estamos haciendo? —le susurré, aunque sabía exactamente la respuesta. Solo quería escucharlo de él, quería que confirmara lo que ambos sentíamos desde hace días.

- Lo que hemos querido hacer desde el primer momento —murmuró, y finalmente, sus labios encontraron los míos.

El beso fue lento al principio, pero cargado de esa tensión acumulada que parecía estallar en el aire. Mi cuerpo reaccionó instintivamente, mis manos subieron por su pecho hasta enredarse en su cabello, y la suavidad de sus labios se volvió más urgente. Lando me presionó más contra la pared, su mano deslizándose por mi espalda, acariciando la curva de mi cadera, mientras el beso se volvía más profundo, más intenso.

Lo sentía más cerca, su cuerpo pegado al mío, y cada roce hacía que mi piel se erizara aún más. Lando rompió el beso apenas para mirarme a los ojos, y su expresión era una mezcla de deseo y necesidad.

—No puedo esperar más —murmuró, su voz temblando un poco mientras sus manos volvían a recorrer mi cuerpo, esta vez con más decisión.
Lo deseaba tanto como él me deseaba
a mí.

El deseo entre nosotros era palpable, como si todo el aire de la habitación estuviera cargado de una electricidad invisible. Cuando Lando murmuró que no podía esperar más, un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, y antes de que pudiera pensar en lo que iba a pasar, me dejé llevar completamente. Lo deseaba con la misma intensidad, quizá más.
Su mano se deslizó por mi cintura, firmemente, mientras su otra mano se apoyaba en la pared al lado de mi cabeza, encerrándome contra él, sin dejarme espacio para respirar. Pero no necesitaba aire; lo único que importaba en ese momento era la cercanía, la tensión que nos envolvía como una nube.

Nuestros labios se encontraron otra vez, esta vez más urgentes, más desesperados. El suave roce de su boca contra la mía rápidamente se transformó en algo más intenso. Mis manos se aferraron a los pliegues de su camisa, tirando de él, necesitando sentirlo aún más cerca. Lo sentí sonreír contra mis labios, como si supiera exactamente lo que estaba haciendo conmigo.

Lentamente, su mano comenzó a recorrer mi cuerpo, subiendo por mi espalda y bajando nuevamente por mi cadera, sus dedos apenas rozando mi piel debajo de la tela de mi camisa. Mis labios se separaron de los suyos un segundo, jadeando por la intensidad de lo que estábamos sintiendo, pero Lando no me dejó ir. Inclinó su cabeza hacia mi cuello, besándome suavemente, dejando pequeños rastros de calor con cada caricia de sus labios.

-Sofi... -susurró contra mi piel, su voz baja y cargada de deseo—. No tenés idea de cuánto te necesito.

El tono de su voz, tan ronca, me hizo perder el poco control que me quedaba. Tiré de su camisa, metiendo mis manos debajo de ella, sintiendo la calidez de su piel bajo mis dedos.

Lando levantó la cabeza y me miró, sus ojos oscuros, llenos de una intensidad que no había visto antes. No dijo nada más, solo me observó por un segundo, como si estuviera tratando de memorizar cada detalle de este momento.

Pero la paciencia de ambos había llegado al límite. En un movimiento rápido, Lando me levantó, mis piernas se enroscaron automáticamente
alrededor de su cintura, y nos dirigimos hacia la cama, sin dejar de besarnos.
Cada toque, cada suspiro nos acercaba más, y la tensión que habíamos acumulado finalmente estaba
encontrando su escape.

Me dejó caer suavemente sobre la cama, y por un instante se quedó mirándome, su pecho subiendo y bajando rápidamente, como si estuviera tratando de contener el deseo que claramente nos consumía a los dos. No pude evitar sonreírle, sabiendo que en ese momento, el control estaba en mis manos tanto como en las suyas.

Lando se inclinó sobre mí, su cuerpo cubriendo el mío, y nuestros labios se encontraron de nuevo, esta vez con una pasión desenfrenada. Las palabras sobraban, lo que sentíamos no se podía expresar con nada más que el roce de nuestras pieles, el peso de su cuerpo sobre el mío, y el sonido de nuestras respiraciones aceleradas.

Cada beso, cada caricia era una confirmación de lo que habíamos estado negando durante tanto tiempo.
Ya no había vuelta atrás, y en ese momento, ninguno de los dos quería detenerse.

Las manos de Lando exploraban mi cuerpo con una delicadeza que contrastaba con la urgencia del momento, y yo respondía a cada uno de sus movimientos, arqueando mi espalda, sintiendo cómo el calor entre nosotros aumentaba con cada segundo. La tensión que había llenado cada mirada, cada palabra no dicha, finalmente encontraba su liberación.

Y en ese instante, con Lando sobre mí, sus labios en mi piel, me di cuenta de que no había nada más en el mundo que deseara tanto como estar ahí, con èl.

Y en ese instante, con Lando sobre mí, sus labios en mi piel, me di cuenta de que no había nada más en el mundo que deseara tanto como estar ahí, con èl

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INFINITE | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora