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SOFÍA SINGAPUR

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SOFÍA
SINGAPUR

El calor del sol se filtraba a través de las cortinas, despertándome de a poco. Estaba completamente arropada bajo las sábanas, sintiendo el peso del brazo de Lando sobre mi cintura. Su cuerpo estaba pegado al mío, y su respiración suave me acariciaba la nuca. Traté de moverme, pensando en cómo salir sin despertarlo, pero apenas hice el más mínimo gesto, Lando me apretó más fuerte, atrayéndome hacia él.

Mi espalda quedó pegada contra su pecho, y aunque una parte de mí quería seguir acurrucada entre sus brazos, otra parte, la más terrenal, tenía un hambre voraz. Apreté los ojos, intentando decidir si realmente podía sacrificar un momento tan perfecto por el rugido de mi estómago. Apenas me moví un poco más, sintiendo como el brazo de Lando se relajaba.

Pero justo cuando creía que iba a lograrlo, sentí sus labios rozar mi cuello. Primero fue un beso suave, casi inocente, pero enseguida se convirtió en una caricia continua, un recorrido por toda mi piel. No pude evitar soltar un suspiro, uno de esos que parecen venir desde el fondo del cuerpo. Me estremecí y Lando lo notó, porque sus labios dibujaron una sonrisa contra mi piel.

—Buen día —murmuró con la voz ronca de recién despierto, mientras sus besos se volvían más intensos.

Me giré lentamente, quedando frente a él. Tenía esa cara medio adormilada, pero con esa sonrisa de siempre, la que me volvía loca. Le devolví el saludo con un beso corto, apenas un pico, porque sabía que si me dejaba llevar, nunca íbamos a salir de la cama.

—Buen día —le respondí, estirándome un poco—. Tengo hambre.

Lando rió entre dientes, su mano todavía en mi cintura, tirando de mí para que no me alejara.

—¿Y qué querés? —me preguntó, con esa mirada pícara que siempre tiene.

Me mordí el labio, porque sabía bien qué era lo que quería en ese momento, pero mi estómago tenía otros planes.

—Comida —dije, riéndome—. De verdad, Lando, si no como algo ahora voy a desmayarme.

Me soltó finalmente, aunque no del todo convencido. Se sentó en la cama, estirándose y revolviéndose el pelo antes de agarrar el teléfono de la mesa de noche.

—Servicio a la habitación, entonces —dijo, y mientras esperaba a que atendieran del otro lado de la línea, me miró con esa sonrisita—. ¿Te parece bien pedir algo antes de... seguir?

Le lancé una almohada y ambos nos reímos. A veces la conexión entre nosotros era tan fácil, tan natural, que me costaba creer que hacía tan poco nos habíamos conocido. Lo miré mientras hablaba con el servicio del hotel, pidiendo un desayuno para dos. Cuando colgó, se levantó de la cama y me tendió la mano.

—Vamos a aprovechar mientras llega la comida —dijo con un guiño—. Ducha rápida.

Lo seguí hasta el baño, donde el vapor ya empezaba a llenarse en el aire después de que Lando abriera la ducha. Mientras el agua caía, nos fuimos desnudando lentamente, casi sin prisa, como si cada movimiento fuera un juego en sí mismo. No había necesidad de apurarse.

INFINITE | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora