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NARRADOR

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NARRADOR

Sofía llegó al bar con los nervios a flor de piel, mirando alrededor en busca de Lando. El lugar estaba animado, con un murmullo constante de conversaciones y risas que llenaban el ambiente. No lo veía a simple vista, así que decidió acercarse a la barra. Justo cuando iba a preguntar, un mozo se le acercó con una sonrisa cortés.

—¿Sos Sofía? —le preguntó.

—Sí, soy yo —respondió, un poco sorprendida.

—El señor Norris la está esperando en una mesa apartada. Si me acompaña —dijo el mozo, haciéndole un gesto para que lo siguiera.

Sofía asintió, sintiendo cómo su corazón comenzaba a latir más rápido mientras seguía al mozo por el bar. Pasaron por la zona principal, llena de gente, y se dirigieron hacia un rincón más tranquilo, donde la luz era más tenue y la atmósfera mucho más íntima. Y allí, en una mesa discreta, estaba Lando, esperándola con una sonrisa que hizo que su corazón diera un vuelco.

—Hola, Sofía —dijo Lando al verla, levantándose ligeramente de su silla en un gesto de bienvenida.

—Hola, Lando —respondió ella, devolviéndole la sonrisa mientras tomaba asiento frente a él.

El mozo les dejó la carta y se retiró, dejándolos solos. La mirada de Lando era intensa, pero cálida, y Sofía se sintió un poco nerviosa al darse cuenta de lo cerca que estaban el uno del otro en ese rincón apartado.

—Espero que no te haya sido difícil encontrar el lugar —dijo Lando, rompiendo el hielo.

—No, para nada. Es un lugar muy lindo —contestó Sofía, intentando controlar el rubor que comenzaba a subir a sus mejillas.

—Me alegra que te guste. Pensé que estaríamos más tranquilos acá, sin tantas miradas curiosas —dijo Lando, con un tono casi conspirativo, lo que hizo que Sofía sonriera.

—Sí, es perfecto —respondió ella, sintiendo una conexión inmediata con él.

El mozo volvió para tomar sus pedidos, y después de que ambos pidieran algo de beber, la conversación fluyó con una naturalidad sorprendente. Hablaron sobre el partido, sobre lo increíble que había sido la final, y Lando compartió algunas anécdotas de su propia experiencia en carreras que tuvieron finales igual de emocionantes. A medida que la charla avanzaba, se intercambiaban miradas constantes, esas que decían más de lo que las palabras podían expresar.

—Tenés mucha pasión por lo que hacés, se nota en cómo hablás de todo esto —comentó Lando en un momento, su mirada fija en los ojos de Sofía.

—Es algo que realmente me mueve. Amo el deporte, y estar acá, cubriendo algo así, es un sueño hecho realidad —respondió ella, sintiendo el calor de sus palabras.

Lando asintió, y durante un segundo, el silencio entre ellos fue cargado de una tensión suave pero palpable. Sofía sintió cómo su corazón se aceleraba un poco más y desvió la mirada, solo para encontrarse con la de Lando nuevamente, lo que hizo que un rubor se extendiera por su rostro.

INFINITE | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora