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SOFÍA

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SOFÍA

Entré al hotel con una mezcla de emociones que apenas podía contener. La sonrisa no se me borraba de la cara y sentía una energía vibrante que recorría todo mi cuerpo. A pesar de que la noche había sido larga, no me sentía cansada en absoluto; todo lo contrario, parecía que tenía una chispa que me mantenía despierta y alerta, como si acabara de tomar un café bien cargado.

El beso de Lando en la mejilla seguía presente, como si su piel aún estuviera en contacto con la mía. No podía dejar de pensar en cómo se había inclinado hacia mí, en cómo había sentido su respiración tan cerca, en la suavidad de su voz cuando susurró mi nombre. Era todo tan irreal, pero al mismo tiempo tan perfecto, que me costaba creer que realmente había sucedido.

Me dirigí al ascensor, y mientras subía hasta mi piso, me miré en el espejo del interior, buscando alguna señal de lo que acababa de pasar. Mi reflejo mostraba mis mejillas todavía un poco sonrojadas y una sonrisa que no podía controlar. Era como si todo mi cuerpo estuviera revelando lo que sentía: pura felicidad.

Cuando llegué a mi habitación, cerré la puerta detrás de mí y me apoyé en ella un momento, intentando ordenar mis pensamientos. Todo había sido tan rápido, desde la charla animada en el bar hasta el momento en que me llevó al hotel. Era como si todo hubiera sido un sueño del que no quería despertar.

Dejé mis cosas a un lado y me acerqué a la ventana. Las luces de la ciudad alemana brillaban en la oscuridad, reflejándose en los edificios cercanos. Miré hacia afuera, pero mi mente seguía en otra parte, repasando cada detalle de la noche. Sentía que algo había cambiado, como si hubiera cruzado una línea invisible hacia algo nuevo, algo emocionante.

Tomé mi celular y vi que tenía un par de mensajes de Cata y Meli, les respondí rápidamente, pero no les conté todo lo que había pasado. No sabía cómo poner en palabras lo que estaba sintiendo, y quería guardarlo para mí un poco más.

Dejé el celular a un lado y me senté en la cama, sin poder evitar sonreír nuevamente. ¿Cómo es que todo esto había sucedido? Había comenzado como una noche normal, un encuentro entre amigos en un bar, y ahora estaba aquí, en una habitación de hotel en Alemania, con la sensación de que algo mucho más grande estaba a punto de empezar.

Pensé en Lando, en cómo había sido desde el principio. Siempre tan amable, tan fácil de hablar, y ahora tan... cercano. No podía dejar de pensar en él, en sus palabras, en sus gestos, en la forma en que me había mirado antes de despedirse. Había algo en su mirada que me hacía sentir especial, como si hubiera visto algo en mí que nadie más había notado.

Me acosté en la cama, todavía con esa energía que no me dejaba en paz, y me quedé mirando el techo, pensando en lo que vendría después. No sabía qué significaba todo esto, ni a dónde nos llevaría, pero estaba emocionada por averiguarlo.

Finalmente, cerré los ojos, dejando que el sueño me envolviera lentamente. Sabía que la mañana traería nuevos desafíos y emociones, pero por ahora, estaba feliz de dejarme llevar por el recuerdo de una noche perfecta, de un momento que no quería olvidar jamás. Con una última sonrisa, me quedé dormida, soñando con lo que el futuro podría traer.

Al día siguiente, me desperté con el sonido del despertador, sintiendo una mezcla de cansancio y emoción por lo que había pasado la noche anterior. Todavía tenía la cabeza llena de pensamientos sobre Lando, pero no quería dejar que eso me distrajera de lo que tenía planeado para hoy.

Después de una ducha rápida y de vestirme con ropa cómoda, me preparé para salir a recorrer las calles de Alemania. Teníamos toda la tarde libre antes de irnos al aeropuerto y volver a Italia, así que me prometí aprovechar al máximo este tiempo.

Al bajar al lobby del hotel, me encontré con Gonzalo, que ya estaba listo para salir.

—¡Buen día, Sofía! —me saludó con su habitual sonrisa amigable—. ¿Listos para una última aventura en Alemania?

—¡Listísima! —respondí con entusiasmo—. ¿A dónde vamos primero?

—Pensaba que podríamos empezar con un paseo por el centro histórico. Hay varias plazas y edificios que dicen que son increíbles —me sugirió, mostrando un mapa en su celular.

Asentí, encantada con la idea. Salimos del hotel y comenzamos a caminar, dejando que la ciudad nos envolviera con su mezcla de arquitectura moderna y detalles históricos. La mañana estaba fresca, pero a medida que el sol subía, el clima se hacía cada vez más agradable.

Mientras caminábamos, Gonzalo y yo seguimos hablando de todo un poco, como si la conversación de la noche anterior nunca hubiera terminado. Era fácil estar con él, su humor siempre estaba a punto, y no parábamos de reírnos con cualquier cosa que decíamos. Desde comentar sobre los locales que encontrábamos en el camino hasta debatir sobre los mejores lugares para comer en Buenos Aires, todo fluía de manera natural.

—¿Viste ese edificio? —me señaló Gonzalo, deteniéndose frente a una estructura imponente con detalles góticos—. Parece sacado de una película.

—Sí, es impresionante. Me encanta cómo cada rincón de esta ciudad tiene algo que contar —respondí, sacando mi celular para tomar algunas fotos.

—Totalmente. Me hace pensar en cómo cada ciudad tiene su propia historia, como si cada lugar fuera un libro esperando a ser leído —dijo Gonzalo, con una mirada reflexiva.

—Sí, y nosotros estamos escribiendo un pequeño capítulo en este libro, aunque sea solo por un día —comenté, sintiéndome conectada con la idea.

Seguimos caminando y charlando, deteniéndonos en tiendas de souvenirs, probando algunos snacks locales en los puestos callejeros y disfrutando de la vista en cada esquina. Había una ligereza en el ambiente, como si el día estuviera destinado a ser perfecto. Gonzalo me hacía reír con sus comentarios, y yo me dejaba llevar por la comodidad de estar en buena compañía.

—Te digo que si viviera acá, me pasaría horas simplemente caminando por estas calles —dije, mientras nos sentábamos en una banca en una de las plazas.

—Yo también. Hay algo en esta ciudad que te hace sentir como en casa, aunque estés a miles de kilómetros —dijo Gonzalo, mientras miraba a su alrededor.

Nos quedamos un rato en la plaza, hablando sobre nuestras vidas, nuestras expectativas para el futuro, y cómo este viaje estaba siendo una experiencia inolvidable. Gonzalo tenía una forma de ver la vida que me encantaba, siempre buscando el lado positivo y disfrutando el momento. Era fácil perder la noción del tiempo con él.

Cuando nos dimos cuenta, ya era casi la hora de volver al hotel y preparar nuestras cosas para el vuelo. Aunque no quería que el día terminara, sabía que era el momento de regresar.

—Bueno, parece que tenemos que despedirnos de Alemania —dije, levantándome de la banca con un suspiro.

—Sí, pero nos llevamos grandes recuerdos —respondió Gonzalo, también poniéndose de pie—. Y quién sabe, tal vez volvamos algún día.

—Seguro que sí —dije con una sonrisa.

Regresamos al hotel, todavía hablando y riendo, como si el día hubiera pasado en un abrir y cerrar de ojos. Aunque la emoción del día anterior seguía presente en mi mente, me di cuenta de que había disfrutado muchísimo de este tiempo con Gonzalo. Era un gran amigo, alguien con quien me sentía cómoda y a quien le había tomado mucho cariño en este viaje.

Al llegar al hotel, subimos a nuestras habitaciones para terminar de empacar. Mientras metía las últimas cosas en la valija, pensé en todo lo que había pasado en Alemania. Desde la emoción de la final hasta la inesperada cita con Lando, y finalmente este día maravilloso con Gonzalo, todo había sido más de lo que esperaba.

Me sentía agradecida por esta experiencia, por las nuevas amistades y por los recuerdos que sabía que iba a atesorar por mucho tiempo. Y aunque estaba lista para volver a Italia, sabía que una parte de mí siempre se quedaría aquí, en estas calles alemanas que ahora tenían un significado especial para mí.

•••
Buenas como andan 🫶🏻
Opiniones sobre Gonzalo???

INFINITE | Lando NorrisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora