Ser la mesera de este lugar no era tan fácil; estar pendiente de tantas mesas al mismo tiempo era cansado, pero lo que más me dolía era ver cómo mujeres lloraban por culpa de algunos hombres que no tenían piedad. Y más aún cuando eran mujeres vírgenes; ellas "costaban más". Pero, ¿acaso las mujeres tenemos un precio? Pues sí, al parecer sí.— ¿Ámbar no ha llegado?
— No, madre, y creo que no lo hará.
— ¿Por qué?
— Ayer se sentía muy mal.
— Si no viene, tendré que buscar quién baile hoy. Es demasiado importante que esté.
Ámbar era la mejor bailarina de aquí y una de las chicas más pedidas. Ámbar tenía 19 años y era mi mejor amiga.
— ¿Por qué es demasiado importante?
— Unas personas de mucha importancia y dinero vienen hoy y, si no viene, tocará darle una lección —eso no sonó para nada bien—. Mi madre se fue.
La noche era muy linda; la luna estaba en su máximo punto y muy brillante, realmente era hermosa. Cuando regresé de botar la basura, vi que mi madre estaba hablando con un señor treintón, feo y algo pedófilo en su aspecto. No era de juzgar, pero ese señor se veía extraño. Cuando vi que mi madre dejó de hablar con ese hombre, me acerqué a ella.
— Madre.
Dio un salto.
— Me asustaste.
— Lo siento.
— Arréglate, bailarás hoy por Ámbar.
— ¿Madre?
— Nada, lo harás.
— No quiero.
— No es lo que quieras, es lo que debes hacer.
— Madre, sabes que no sé bailar muy bien y menos como lo hace ella.
— No importa, niña. Lo harás —se fue.
No podía negarme. A pesar de todo, yo amaba a mis padres. Ellos me dieron un hogar en el cual pude crecer y, aunque fue triste, también tuve momentos buenos.
Entré al camerino para poder maquillarme y colocarme la vestimenta que normalmente usaban las bailarinas.
— Te ves bien —dijo Ivana, una chica de 18 años—. ¿Pero por qué estás usando la ropa de nosotras?
— Tengo que bailar.
— Odias bailar.
— Mi madre me lo pidió.
— ¿Te lo pidió? ¿O te obligó?
— Ivana...
— Lo siento, Emm, pero sabes que tengo razón. Debes salir de aquí y alejarte de ellos.
— Tú estás igual que yo.
— Yo estoy aquí porque de verdad necesito el dinero y me gusta bailar. No de esta manera, pero es algo.
— Me gusta ser mesera.
— No te gusta, y lo sabes.
— ¡Emma! —se escuchó el grito de mi padre desde afuera.
— Mejor me iré antes de que se enoje —ella me agarró del brazo.
— Puedo ayudarte, solo tienes que irte de esa casa.
— Son mis padres, al final de cuentas.
— No lo son.
— ¡Emma!
— ¡Voy! Adiós, Ivana.
— Emma, no vayas. Si le llegas a gustar a uno de ellos, te tocará ir a una de las habitaciones.
— ¿Qué?
— ¿No lo sabías?
— No. Se supone que las bailarinas solo son eso, bailarinas.
— Sí, pero si un hombre quiere contigo, lo puede obtener. ¿Por qué crees que Ámbar no está acá? —yo abrí mis ojos en sorpresa—. Un señor no tuvo piedad de ella y la dejó tan cansada y adolorida que no pudo venir hoy.
— Ella no me dijo eso.
— Para cuidarte. Emma, aunque no lo creas, lo que se vive en las habitaciones es un asco.
— Pero tú estás ahí.
— Y por eso te lo confirmo.
— ¡Emma! ¿Acaso eres sorda? ¿Estúpida? ¡Te estoy llamando!
— Lo siento, padre —y de pronto sentí cómo una mano impactaba en mi mejilla.
— ¡Vete ahora!
— Sí, padre —me fui.
¿El destino era cruel? ¿O solo no había encontrado su destino?
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Mafia y Debilidad
Genç KurguUna chica que, lamentablemente, creció en un mundo de mierda. Al cumplir los 17, sus padres la metieron en un lugar de mala muerte. Ella pensaba que era lo peor que le podría haber pasado en la vida, pero el destino no tenía ese plan...Un chico de 2...