CAP 23

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—¡Claro que sí, cariño!— dijo con toda la alegría recorriendo sus venas.

—Qué tortolitos más lindos— sigue diciendo con gran sarcasmo—. Me encontré a alguien saliendo del baño y me lo mamó tan bien— termina de decir, mirando directamente a Emma.

—Realmente no nos interesa— dice Nicolás con un tono frío.

Se ríe y cuando iba a hablar, llegó un mesero interrumpiendo.

—Aquí está su comida. Que la disfruten— concluyó y se fue.

—Querida Emma— la llamó, y ella levantó la cabeza—. ¿Cuánto le mide al jefe de la mafia?— Ella lo miró con confusión—. O sea, te pregunto, porque sé que a mí me mide más que a él, y si no sabes, puedes comprobarlo— le guiña el ojo y la ve con intensidad.

La expresión de Nicolás se tensó visiblemente cuando escuchó las palabras de Dalas. Podía ver cómo su mandíbula se apretaba, su mano aferrándose con más fuerza a la cintura de la chica.

—¿Tienes algo más que decir, o ya terminaste?— replicó Nicolás con voz firme, sin apartar la vista de él.

Dalas se encogió de hombros, con una sonrisa burlona en los labios.

—Relájate, hermano. Solo era una broma— dijo, alzando las manos en señal de rendición, pero sin perder el tono provocador.

Sin mediar palabra, Nicolás se levantó bruscamente de la silla, agarrando a Emma por la mano y jalándola con él. La sorpresa en el rostro de Emma era evidente, pero no tuvo tiempo de reaccionar. Nicolás caminó a paso rápido hacia el pasillo que conducía a los baños, sin soltarla.

—¿Nicolás, qué estás haciendo?— preguntó Emma en un susurro apresurado, mirando alrededor con nerviosismo.

—Necesitamos hablar— respondió él con voz grave, empujando la puerta del baño individual y llevándola adentro con él. Cerró la puerta con fuerza, apoyándose contra ella mientras la miraba intensamente.

El aire en la pequeña habitación estaba cargado de tensión. Nicolás se acercó a Emma, su cuerpo casi pegado al de ella, y la miró con una mezcla de deseo y algo más oscuro.

—No me gusta cómo te mira. Y no me gusta que lo permitas— dijo en voz baja, sus palabras llenas de una posesividad evidente.

Antes de que Emma pudiera responder, Nicolás la tomó del rostro y la besó con urgencia. Había una necesidad desesperada en el contacto, como si quisiera marcar su territorio y dejar claro que ella le pertenecía. El beso se volvió más profundo y las manos de Nicolás comenzaron a recorrer su cuerpo con una intensidad que no dejaba lugar a dudas sobre lo que estaba sintiendo.

Emma sintió cómo la tensión y la adrenalina la inundaban. Era un impulso casi animal lo que los guiaba en ese momento. Pero luego Nicolás se separó.

—Chúpamela— dijo, con un tono de excitación y una voz de mando que a Emma inmediatamente la hizo arrodillarse.

Para Emma, era su primera vez haciendo algo de ese estilo, pero lo quería de verdad. Así que llevó sus temblorosas manos al pantalón del chico, le quitó el botón y luego le bajó el cierre lentamente, haciendo que el mafioso terminara con toda su cordura. Le bajó el pantalón, dejándolo solo en bóxer. Emma pudo ver cómo en sus bóxers se veía un gran bulto, así que los bajó. Grande fue su sorpresa cuando vio todo ese trozo de carne, grande y venoso.

—Es... eso no me entrará— dijo con nerviosismo.

—Lo hará— dijo, agarrando su cabeza y con su otra mano tomó el falo, colocando la punta en sus labios—. Abre tu boquita, bebé.

Emma lo hizo.

—Saca la lengua— ordenó él, y ella obedeció—. Así me gusta, ahora lo lamerás como si fuera una paleta.

Y así fue, Emma empezó a lamer la punta rojiza como si fuera una paleta.

—Dios... Sí, sigue así— dice Nicolás excitado.

Emma continuó en su labor, extendiendo su lengua hasta la parte de más abajo y jugando con sus bolas, algo que prendió una chispa en él. Agarró del cabello a Emma y le metió su miembro en la boca, sacando y metiéndolo. Literalmente se estaba follando la boca de la chica, que en cualquier momento sentía que vomitaría. Nicolás lo notó, así que lo sacó, pero para su sorpresa, la chica lo volvió a meter a su boca.

—Amo cómo te ves chupándola— dice mientras mete su miembro más profundo.

Emma se dio cuenta de que, a pesar de que le dolía la garganta, le gustaba la sensación y cómo Nicolás colocaba su cara la excitaba. Estuvieron unos minutos así hasta que Nicolás se corrió.

—Trágatelo— le dijo en forma de autoridad y la chica lo hizo—. Muy bien, bebé, así me gusta. Ven, te ayudo a levantarte— le extendió su mano.

—Me duele mi garganta— dijo, colocando un puchero que él rápidamente comenzó a besar.

—Lo siento mucho, mi flor— dice mientras la abraza—. ¿Quieres ir a casa?— pregunta y Emma asiente.

Luego de que Nicolás arreglara a la chica, salieron diciéndole a Dalas que se tenían que ir. Así que todos se fueron en autos diferentes.

Mafia y Debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora