CAP 20

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Un tierno beso que, nuevamente, subió de nivel, volviéndose fogoso y elevando la temperatura de ambos. Nicolás no pudo resistirse y empezó a subir la camisa de la chica, pero...

—¡No! —gritó, alejándose del cuerpo del mayor.

—¿¡Qué carajos pasa!? —dijo él, alterado por la excitación del momento.

—No quiero esto —respondió, temblando levemente y corriendo hacia la cama.

—¿Por qué? —preguntó desde su lugar, con confusión.

—¡No quiero ser solo una necesidad, un deseo o alguien más de tu lista! Si fuera por eso, ya me hubiera metido con muchos hombres del club y no lo hice —dijo, empezando a llorar—. ¡Ni siquiera me tomas en serio, tal vez ni te intereso! —añadió, llorando más fuerte.

—Emma —su voz sonaba calmada, pero con un tinte de desesperación—, no quería que esto terminara así.

Ella abrió los ojos y lo miró con una mezcla de sorpresa y cansancio. No dijo nada, solo lo observó, esperando que él continuara.

—No soy perfecto, lo sé —dijo él, avanzando un par de pasos hacia ella—. He cometido errores, pero lo que siento por ti no es solo deseo, es algo más.

—¿Y qué es entonces? —preguntó Emma, con la voz apenas audible—. Porque no me queda claro.

Nicolás se sentó al borde de la cama, inclinándose hacia ella.

—Es miedo —admitió finalmente—. Miedo de que me rechaces, miedo de que no sea suficiente y, sí, miedo de no poder controlar mis impulsos. Como ahora. Pero quiero intentarlo contigo, quiero hacerlo bien.

Emma se quedó en silencio, mirándolo a los ojos, buscando en ellos la verdad. Sabía que Nicolás era impulsivo, pero también que estaba siendo honesto. Después de unos segundos que parecieron eternos, tomó su mano y la apretó con suavidad.

—Entonces demuéstralo —dijo con un tono firme—. Porque, si realmente quieres estar conmigo, no puede ser solo por tus necesidades.

Él asintió lentamente, entrelazando sus dedos con los de ella y acariciando su mano suavemente.

—Te lo demostraré, Emma —respondió—. No te voy a defraudar.

—Eso espero —concluyó, lanzándose a sus brazos y quedando en una tierna burbuja de amor.

Hasta que unos toques en la puerta los interrumpieron.

—¿¡Quién carajos es!? —dijo Nicolás, molesto por la interrupción, dándole leves besos en la mejilla a la menor.

—Boss, Mr. Dalas has arrived in the country and he told us that he will arrive tonight. Therefore, he will stay here. (Jefe, el señor Dalas ya llegó al país y nos dijo que llegaría esta noche, por lo que se quedará aquí) —dijo uno de los subordinados.

—Carajo. Okay, set up a room far away from Emma and Valeria. (Está bien, habiliten una habitación muy lejos de Emma y Valeria) —terminó, volviendo a ver a la chica, quien tenía un signo de interrogación en su rostro—. Me están notificando que Dalas vendrá hoy a quedarse en la mansión.

—¿Dalas? Me suena conocido —dijo, tratando de acordarse.

—Dalas es un socio mío, además de ser uno de los narcotraficantes de armas más reconocidos, pero lo quiero lejos de ti y de Valeria.

—¿Por qué? —preguntó, con un signo de interrogación más grande en su rostro.

—Todavía no confío en él. Además, es algo mezquino; no dudará en meterse con ninguna de las dos —dijo apretando la mandíbula.

—¿Entonces no podré salir? —dijo con cierta tristeza.

—Claro que sí, mi flor. Solo pondré a Ben de guardaespaldas, y mientras él esté aquí, trataré de estar cerca —dijo, levantándose.

—¿Pu... puedo hacerte una pregunta? —dijo nerviosa.

—Sí —respondió rápidamente, quedando sentado en la cama.

—¿Nosotros qué somos? —preguntó, mientras se levantaba lentamente de la cama.

—¿Nosotros? —ella asintió, jugando con sus manos—. No somos novios, pero tú eres mía, de mi propiedad, y nadie en este mundo podrá tocarte o lastimarte —dijo, dándole un leve beso en la muñeca.

—¿Nunca seremos pareja? —preguntó con voz temblorosa.

—Mi dulce e inocente Emma, no apresuremos las cosas. No me conoces del todo, aunque no lo creas, puedo llegar a ser un hijo de puta. Cuando me conozcas en todos los ámbitos y sin ningún miedo, entonces lo seremos —dijo, mirándola a los ojos.

—No te tengo miedo, ni lo haré, pero sí estoy de acuerdo con seguir conociéndonos. No sé casi nada de ti —dijo, mientras iba hacia los brazos del mayor y este la abrazaba—. Mejor vamos a quedarnos así —dijo, acostándolo nuevamente en la cama.

—Tengo que mandar hacer la cena y verificar que su habitación esté muy lejos de ti y de Valeria —dijo, abrazándola desde la cintura.

—¿Puedo estar en la cena? —preguntó con ojitos de cachorro.

—Dios, un día vas a matarme. Sí, puedes estar —dijo, levantándose de la cama—. Le diré a Valeria para que te ayude a arreglarte.

—Está bien, mi amorcito —dijo lo último en un susurro.

—¿Cómo me dijiste? —preguntó el mayor.

—Nada, ve a hacer tus cosas de mafioso —la chica rió, pero el mayor negó.

—Dime, ahora —la vio fijamente, subiéndose a la cama.

—No —volvió a reír, pero su risa se apagó cuando el mayor empezó a dar besos en su cuello.

—¿Me lo dirás o tengo que sacártelo? —le dijo mientras pasaba levemente su lengua por el cuello, haciendo que la chica estirara más su cuello para facilitarle el acceso.

—¡Ah! Yo... mmm... yo... Te dije... amorcito —terminó de decir, sintiéndose levemente excitada.

—Bien —dejó de realizar su acción—. Me gusta que me hagas caso, mocosa.

—¡Ey! —se quejó.

—Cállese, le diré a Valeria para que te ayude —dijo mientras caminaba hacia la puerta y se iba.


Mafia y Debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora