CAP 24

1.3K 61 3
                                    

Emma estaba despertando en la amplia cama que tenía la habitación de Nicolás.

Anoche después de llegar, Nick le dijo que ahora esa sería su habitación y ella aceptó con gusto, aunque sabía que era también por celos

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Anoche después de llegar, Nick le dijo que ahora esa sería su habitación y ella aceptó con gusto, aunque sabía que era también por celos. Emma fue a dar la vuelta para abrazar el cuerpo cálido con el cual durmió anoche, pero cuando dio la vuelta no había nadie, ella supuso que el estaba en su oficina así que por su cabeza paso el poder seducirlo.

Se tomó una pequeña ducha se lavo los dientes y se colocó una pijama provocativa que Valeria le había comprado hace mucho.

Y salió, bajaba lentamente las escaleras cuando derrepente ve muchos hombres con trajes en la sala de la mansión así que se detuvo en seco

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Y salió, bajaba lentamente las escaleras cuando derrepente ve muchos hombres con trajes en la sala de la mansión así que se detuvo en seco.

— h... hola— fue lo único que pude decir, para ir corriendo hacia la cocina.

Cuando Emma llegó a la cocina, estaba intentando calmar su respiración acelerada y el rubor en sus mejillas. Se quedó junto a la barra, tratando de procesar la vergüenza de haber sido vista con su pijama provocativa por los extraños en la sala. Sin embargo, antes de que pudiera tranquilizarse, escuchó los pasos pesados y decididos que se acercaban.

Nicolás entró con una expresión oscura en el rostro, su mandíbula tensándose al ver la forma en que Emma estaba vestida. Sus ojos la recorrieron de arriba abajo, y Emma sintió que el aire en la habitación se volvía más denso.

—¿Qué crees que estás haciendo, Emma? —dijo Nicolás, su voz grave y baja, apenas conteniendo el enojo. Dio un paso hacia ella, acortando la distancia entre ambos.

—Yo... pensé que estabas solo —respondió Emma en voz baja, bajando la mirada, pero consciente del deseo creciente que se asomaba en los ojos de él.

Nicólas la  atrapo contra la barra. Apoyó una mano en la superficie fría de mármol, mientras con la otra le alzaba la barbilla para que lo mirara directamente.

—No me gusta que te pasees así frente a otros hombres —gruñó, sus ojos clavándose en los de ella, llenos de posesión. Agachó la cabeza, acercando sus labios al oído de Emma—. Eres mía, y no quiero que nadie más te vea de esta manera.

Emma sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Había algo en la intensidad con la que Nicolás la miraba, una mezcla de celos y deseo que la dejaba sin aliento. Ella sabía que la situación lo había sacado de quicio, y esa parte de él, tan protectora y controladora, no la dejaba indiferente.

—Solo... quería verte —confesó, su voz apenas un susurro.

Nicolás la miró por un segundo más, luego sonrió con un toque de arrogancia antes de inclinarse y besarla con urgencia, como si con ese gesto quisiera reclamar su lugar en ella.

Nicolás se separó solo lo suficiente para mirarla con una mezcla de reproche y deseo.

—No vuelvas a hacer algo así —advirtió Nicolás, su tono firme y autoritario—. No me gusta verte así frente a otros hombres.

Emma levantó la barbilla con un desafío en su mirada, incapaz de resistirse a provocarlo un poco más.

—¿Y si lo hago otra vez? —susurró, sus labios curvándose en una sonrisa traviesa.

Pero antes de que pudiera decir algo más, Nicólas la subió en la encimera y la calló con otro beso, esta vez más profundo, más demandante. Sus manos se deslizaron por la curva de su espalda, acercándola más a él, y Emma sintió cómo toda la fuerza de su carácter dominante se volcaba en ese momento. Se apartó brevemente, solo para inclinarse hacia su cuello.

—Entonces tendré que enseñarte una lección, Emma —murmuró con voz ronca contra su oído, haciendo que un escalofrío le recorriera todo el cuerpo.

Sin darle tiempo para reaccionar, Nicolás empezó a besarle el cuello,  Emma contuvo el aliento cuando sintió cómo sus labios se cerraban en su piel con más fuerza, dejando una marca evidente. El chupetón era un recordatorio de su posesividad, de su necesidad de dejar claro que ella era suya y de nadie más.

Cuando Nicolás se apartó, sonrió con satisfacción al ver la marca rojiza en el cuello de Emma.

Cuando Nicolás se apartó, sonrió con satisfacción al ver la marca rojiza en el cuello de Emma

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Ahora todo el mundo sabrá que me perteneces —dijo, con voz ronca y posesiva

Emma, aún tratando de recuperar el aliento, no pudo evitar sonreír de vuelta, sintiendo que su provocación había encendido algo aún más intenso entre ellos.

Mafia y Debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora