CAP 7

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Cuando la chica salió el chico que entró tenía una presencia intimidante. Llevaba una pistola en la mano, pero lo que más me inquietaba era la intensidad de su mirada. Me esforcé en no perder la calma, recordando lo que me había dicho la chica. No podía permitir que el miedo me controlara, no ahora.

- Ahora sí, vamos a hablar -dijo él con firmeza, sin dejar de observarme detenidamente-. ¿Sabías todo esto?

- No, no lo sabía, señor -respondí rápidamente, tratando de mantener mi voz firme.

- ¿Sabías de mi muerte?

- No.

- ¿No sabes decir otra cosa que no sea "no"? -su tono era severo, como si estuviera buscando cualquier motivo para desquitarse conmigo.

Sentí el nudo en mi garganta apretarse, pero necesitaba que él entendiera que yo también era una víctima.

- Es que usted me está culpando por algo que no hice, por algo que ni siquiera sabía que sucedería. Yo ni sabía quién era ese señor, créame... yo también soy una víctima en todo esto.

Él me miró fijamente, como si estuviera evaluando cada palabra que salía de mi boca. El silencio en la habitación se hizo denso, hasta que finalmente preguntó, con cierta incredulidad:

- ¿Tan cruel es tu madre como para hacerle esto a su hija?

La pregunta me golpeó. Hablar de mi madre se estaba volviendo doloroso, pero sabía que si no era honesta, no tendría ninguna oportunidad de salir viva de esta situación.

- Para mi madre, solo fui una moneda de cambio -dije, mi voz temblando por la emoción que me estaba empezando a invadir-. Su cabeza por mi cuerpo. Nunca fui su hija de verdad. Solo algo que podía usar para su propio beneficio.

Por un momento, el chico pareció dudar. Pude notar un leve cambio en su expresión, como si estuviera procesando lo que acababa de escuchar. Sus ojos seguían fijos en mí, pero ahora había algo diferente en ellos, quizás una chispa de comprensión. El silencio volvió a caer sobre nosotros, y todo lo que podía hacer era esperar, con la esperanza de que mis palabras lo hubieran alcanzado de alguna manera.

El silencio se hacía cada vez más incómodo. El chico seguía mirándome, como si intentara ver a través de mí, juzgando si lo que acababa de decir era una mentira o una verdad tan dolorosa que resultaba difícil de creer.

- Una moneda de cambio, ¿eh? -dijo finalmente, con una mezcla de escepticismo y algo más, tal vez empatía. Caminó lentamente por la habitación, la pistola todavía en su mano, aunque ahora no apuntaba hacia mí directamente. Parecía estar pensando, evaluando la situación desde un ángulo diferente.

- ¿Sabes qué es lo que más odio de este negocio? -continuó-. Que las personas como tú terminan siendo las más sacrificadas. Las que no tienen poder, pero son las primeras en ser usadas y tiradas a un lado cuando ya no sirven. No me malinterpretes, no soy un santo. He hecho cosas... que no quiero que nadie sepa. Pero lo que tu madre te ha hecho... -hizo una pausa, su expresión endureciéndose- eso es otro nivel de crueldad.

Sentí un nudo en la garganta, una mezcla de alivio y tristeza por sus palabras. Había algo en él, algo que no esperaba encontrar: humanidad.

- Yo no elegí esta vida -dije en voz baja-. Y he intentado escapar. No quiero ser parte de esto. No quiero vivir de esta manera.

Él me miró directamente a los ojos, y por primera vez, su mirada se suavizó, aunque solo un poco.

- Nadie quiere vivir así -dijo, su tono más bajo, casi como si hablara consigo mismo-. Pero eso no cambia lo que ha pasado.

Me estremecí, sabiendo que, aunque había logrado conectar con él de alguna manera, aún estaba lejos de estar a salvo.

- ¿Qué va a pasar conmigo? -pregunté, con un temblor en la voz que no podía controlar.

Él se acercó, guardando la pistola en el cinturón, pero su expresión seguía siendo seria. Se inclinó hacia mí, colocando una mano en mi cuello, obligándome a mirarlo directamente.

- Eso aún no lo sé. Dependerá de lo que descubra. Si estás diciendo la verdad, y no tienes nada que ver con mi intento de muerte, tal vez tengas una oportunidad. Pero si descubro que me has mentido, aunque sea un solo detalle... -dejó que la amenaza flotara en el aire, sin terminar la frase.

El miedo volvió a apoderarse de mí, pero esta vez, traté de mantener la calma. Sabía que, si quería sobrevivir, tenía que seguir mostrándole que no era su enemiga.

- Te estoy diciendo la verdad. No tengo ninguna razón para mentirte -dije, con todo el valor que pude reunir-. No soy tu enemiga.

Él se enderezó, dando unos pasos hacia la puerta.

- Eso lo sabremos pronto.

Antes de salir de la habitación, se detuvo y me miró una última vez.

- Reza para que tu madre no sea tan cruel como dices -dijo, y luego se fue, dejando la habitación en un silencio sofocante.

el corazón latiendo a mil por hora. Sabía que mi vida seguía pendiendo de un hilo, pero al menos ahora tenía una pequeña esperanza. Y en este mundo, a veces, una pequeña esperanza era todo lo que podía pedir.

De repente, la puerta se abrió nuevamente. Mi corazón dio un vuelco, esperando ver al chico otra vez, pero en su lugar apareció la chica pelirroja.

- Te traje algo de agua -dijo, sosteniendo un vaso en la mano. Su expresión seguía siendo tranquila, pero ahora había una sombra de preocupación en su rostro.

- Gracias -respondí,

Ella agarro el basó de agua y me lo dio en la boca hasta qué bebí la última gota.

- Mi hermano está investigando -dijo después de un rato-. No quiere que te maten si no es necesario. Pero sabes que esto es complicado, ¿verdad?

Asentí, sintiendo una mezcla de alivio y miedo.

- ¿Qué crees que va a pasar? -le pregunté, desesperada por cualquier indicio de lo que podría venir.

La chica suspiró, apoyando los codos en sus rodillas y mirándome con una expresión seria.

- Si encuentra pruebas de que estabas involucrada, será el fin. No importa lo que digas. Pero si no hay nada que te vincule entonces hay una posibilidad. Mi hermano no mata sin razón, pero tampoco es de los que perdona fácilmente. Incluso si eres inocente de esto, tus padres no lo son. Eso también es un problema.

Mis manos temblaban

- Yo no quiero ser como ellos -murmuré, mi voz quebrándose-. Nunca quise formar parte de esto.

- Lo sé -dijo ella suavemente-. Y creo que mi hermano también lo sabe. Pero eso no significa que sea fácil. No puedes huir de este mundo sin consecuencias. Si decides romper con ellos, siempre habrá alguien que venga por ti.

- Entonces... ¿qué debo hacer? -pregunté, sintiendo la desesperación apoderarse de mí.

- Sobrevive a esto primero. Luego ya veremos qué opciones tienes -respondió ella, levantándose-. Mi consejo: mantente firme. No dejes que te vean débil. En este lugar, la debilidad es la muerte. Mi hermano te está probando. Si logras demostrar que tienes fuerza, incluso en este momento tan difícil, puede que cambie su decisión- y se fue dejándome sola nuevamente.

Mafia y Debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora