CAP 29

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Emma y Nicolás se estaban besando apasionadamente en el despacho del ya mencionado.

—Mi flor..., creo que deberíamos parar —dijo Nicolás tratando de detener a la chica que estaba encima de su regazo.

—¿Parar? —respondió Emma en un susurro provocador, sus labios rozando el lóbulo de su oreja. Comenzó a moverse sobre él, sin dejar de mirarlo con una mezcla de deseo y desafío en sus ojos—. No creo que eso sea lo que realmente quieres.

Nicolás sintió un escalofrío recorrer su espalda al oír su voz susurrante, mientras Emma se movía con confianza sobre él, cada movimiento desafiando su resistencia.

—Emma, en serio... —intentó protestar, pero su voz se perdió en el aire al sentir la calidez de su cuerpo. Ella sonrió, una sonrisa llena de complicidad y picardía.

—Vamos, Nicolás. Solo una vez más —dijo, inclinándose hacia él, sus labios a pocos centímetros de los suyos—. ¿No sientes lo mismo que yo? Me volviste adicta al sexo.

En un momento de debilidad, decidió rendirse ante la atracción. El beso fue intenso y fogoso.

—No puedo creer que esto esté pasando —murmuró Nicolás entre besos, su voz apenas un susurro.

—Y yo no quiero que termine —respondió Emma, su tono lleno de desafío y deseo. Su energía era contagiosa; la forma en que se movía y respondía a cada uno de sus gestos lo atrapaba más y más en aquel momento.

—Entonces, sigamos —dijo, llenándose de valentía, y en ese instante, todo el mundo exterior se desvaneció, dejándolos a ellos dos en su propia burbuja de deseo—. Solo que quiero llevarte a un lugar, a mi lugar especial.

—¿A dónde? —dice Emma con la voz entrecortada.

—Al cuarto rojo, dulzura —dice Nicolás, levantándola con una sola mano y dándole una nalgada.

—¡Ah! —Emma gime en respuesta.

—No, mi flor, todavía no es tiempo de gemir —dice, saliendo del despacho y viendo a Ben en la puerta—. Si me necesitan, estaré en el cuarto rojo... No me molesten si no es urgente —dice para continuar su camino.

—Sí, señor —dice Ben lo más fuerte que puede para que su jefe lo escuche.

Nicolás estaba caminando por un pasillo que Emma, en el tiempo que lleva en esa mansión, nunca lo había visto.

—Amor, ¿qué hay en el cuarto rojo? —dice con cierta incertidumbre por el dichoso lugar.

—Ya lo verás, dulzura —expresa con cierta emoción.

—No me digas así, seguro que así le decías a las demás —comenta, haciendo un berrinche.

—Cuando te conocí no eras tan berrinchosa —exclama, riendo en el proceso.

—Tú me volviste así, incluso ve cómo me tienes cargada, como una bebé —dice, riendo en el proceso.

—Pues como eres una bebé berrinchosa, me harás caso —asegura, bajándola y abriendo la puerta. Cuando Emma vio lo que había ahí adentro, quedó atónita.

Mafia y Debilidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora