Max
El auto se detiene frente al salón de la recepción, y antes de que siquiera podamos bajarnos, el sonido de la música ya se siente en el aire. Alguien avisa nuestra llegada, y de inmediato, los invitados que ya estaban dentro comienzan a aplaudir y a gritar emocionados.—Parece que nos estaban esperando —susurra Isabella con una sonrisa.
Le ofrezco mi mano, y ella la toma con delicadeza mientras la ayudo a salir del auto. Apenas ponemos un pie dentro del salón, una explosión de luces y confeti nos recibe. La decoración es elegante pero con toques vibrantes de la cultura colombiana, con flores, velas y colores cálidos que le dan al ambiente un aire acogedor y festivo.
—Y ahora, damas y caballeros… ¡el primer baile de los recién casados! —anuncia el maestro de ceremonias.
Los aplausos resuenan mientras Isabella y yo nos dirigimos al centro de la pista. La música comienza a sonar, una melodía suave y romántica que nos envuelve en nuestra propia burbuja.
Tomo su cintura con firmeza y ella rodea mi cuello con sus brazos, mirándome con esos ojos llenos de amor. Nos movemos con suavidad al ritmo de la canción, en un vaivén que parece solo nuestro.
—No puedo creer que esto esté pasando —susurra Isabella contra mi oído.
—Créelo, amor. Porque ahora eres mi esposa.
Ella sonríe y apoya su frente contra la mía, cerrando los ojos por un instante.
Poco a poco, más parejas se unen a la pista, y la música cambia a un ritmo más animado. La atmósfera se llena de risas y alegría mientras amigos y familiares nos rodean, bailando con energía.
Una Fiesta Colombiana en Pleno
La música evoluciona a algo más movido y, en cuestión de minutos, el salón entero vibra con los ritmos de Colombia. Cumbia, mapalé, porro, champeta… Isabella y su familia se adueñan de la pista, moviéndose con una gracia y soltura que me dejan boquiabierto.
—¡Vamos, Capelletti! ¡Mueve esas caderas! —grita Lucca, riéndose mientras intenta seguir los pasos de Isabella.
—Si no te mueves bien, te sacamos de la pista —añade Aless, guiñándome un ojo.
Isabella se ríe y toma mis manos, guiándome con facilidad a través de los pasos. Su falda vuela con cada giro y su sonrisa ilumina todo a su alrededor.
—¡Eso es, Max! —me anima.
El calor de la fiesta sube cuando suena La Pollera Colorá y todo el mundo estalla en aplausos. Isabella se mueve con tanta destreza que parece flotar sobre el suelo. mis primos y tíos la rodean en un círculo, animándola mientras ella zapatea con la gracia de una reina.
—Tu esposa sí que sabe bailar —dice mi padre, riéndose mientras observa la escena.
—Por supuesto —respondo con orgullo, sin apartar la mirada de Isabella.
El tiempo parece desvanecerse entre los ritmos frenéticos del mapalé y la alegría de los bailes tradicionales. Luego, llega la salsa, la bachata y hasta merengue. No hay descanso, pero nadie quiere parar.
El Momento del Ramo
Después de varias horas de baile, llega uno de los momentos más esperados de la noche: el lanzamiento del ramo.
Las mujeres solteras se agrupan en el centro de la pista, riéndose y empujándose entre sí mientras Isabella se prepara para lanzarlo. Camila está en primera fila, con los ojos brillando de emoción.
—¡A la cuenta de tres! —grita Isabella, levantando el ramo.
Uno.
Dos.
¡Tres!
El ramo vuela por los aires, y por un instante, todas estiran las manos en un intento de atraparlo. Pero, como si estuviera destinado a ella, el ramo cae directamente en las manos de Camila.
Los gritos y aplausos estallan por todo el salón mientras Camila sostiene el ramo contra su pecho, con los ojos abiertos de par en par. Luego, su mirada se dirige inmediatamente hacia Aless.
Se queda paralizado por un momento, antes de soltar una carcajada nerviosa.
—Vaya, vaya… —dice Lucca, dándole un codazo a Aless—. Creo que alguien está en problemas.
Aless se lleva una mano a la nuca, pero en lugar de decir algo, simplemente sonríe y camina hacia Camila.
—¿Esto es una señal? —pregunta ella con una sonrisa divertida.
—Tal vez… —responde Aless, inclinándose para besar su mejilla.
El salón entero los ovaciona, y Isabella me aprieta la mano con emoción.
—Definitivamente, los siguientes serán ellos —me susurra.
¡LA HORA LOCA!
Cuando la fiesta parecía haber alcanzado su punto máximo, las luces bajan de golpe y un silencio expectante invade el salón.
Entonces de la nada, un grupo de bailarines entra al salón con máscaras coloridas y disfraces típicos del Carnaval de Barranquilla.
—¡Empieza la hora loca! —grita el animador.
Y el descontrol se desata.
Suena Checarnaval ,La Guacherna y todos comienzan a cantar y bailar con la energía de un verdadero carnaval. Pitos, maracas, sombreros vueltiaos, antifaces… todo el mundo se deja llevar por la locura de la música.
Alguien me pone una máscara y una capa roja, mientras Isabella recibe una corona de flores y una pollera llena de colores.
—¡Esto sí es una fiesta! —grita Lucca, saltando mientras se sacude una maraca en cada mano.
Te olvidé, La Muerte de Justina, El serrucho, Las cuatro fiestas… la música no para, y la energía en la pista es inagotable.
Para cuando son las cinco de la mañana, el cansancio comienza a ganarle a la emoción, pero la sonrisa en los rostros de todos sigue intacta.
Isabella y yo nos quedamos de pie en el centro del salón, observando a nuestros amigos y familiares aún bailando, riendo y celebrando.
La miro y veo en sus ojos todo lo que alguna vez soñé.
—¿Felíz? —le pregunto.
Ella asiente y apoya su cabeza en mi hombro.
—Feliz —susurra.
Y yo sé que, sin importar lo que venga, mientras esté con ella, lo tendré todo.
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🔥Amor En Candela🔥
RomanceLlevo marcas en la piel, invisibles al mirar, cicatrices que el tiempo no logró apagar. Candela, así arde el recuerdo, las llamas de un pasado que aún muerde por dentro. Fui prisionera de golpes, palabras y frío, un eco constante, un etern...