Ha llegado una luna llena muy especial para Reika, ya que ha hecho que conozca a Max, Ayax y Duke.
Podéis leer su aventura, ambientada en Galicia, en capítulos cortos y muy ilustrados.
No pasaron ni quince minutos desde que inicié el sendero hacia la guarida de Ezra y ya había aparecido uno de sus secuaces. Su cara me resultó especialmente familiar, era uno de los chicos que nos encontró la primera vez que vinimos.
—Hola, Tyson.—él se sorprendió tanto o más que yo de que recordase su nombre.
—Ezra ya sabe que estás aquí.— sonó más como una advertencia, como si tratase de decirme que huyera de allí.
—Está bien, he venido a verle a él.— admití encogiendo los hombros, pero por su manera de reaccionar parecía que hubiese hablado como la loca de los gatos de los Simpson.
—¿Has venido sola?—empezó a mirar entre los árboles buscando a los demás pero yo asentí.—¿Cómo se te ocurre?
—Me dijo que viniese sola.— parecía realmente asustado por mí.
—Reika, quizá te haya dado muy buena impresión pero Ezra es un monstruo, vete mientras puedas antes de que los demás te encuentren y te lleven hasta él.—me agarró la mano delicadamente, fue bastante recalcable porque en el estado de nervios que estaba y con la fuerza que tenía, me la podía haber arrancado sin darse ni cuenta.—No sé cómo saliste de aquí la primera vez, pero te garantizo que no te volverá a dejar escapar tan fácilmente.
—Tranquilo, Ezra parece bastante razonable y seguro que llegamos a un acuerdo para que libere a mi madre.— me esforcé por dedicarle una sonrisa, estaba impresionada por tanta preocupación por mi bienestar.
—Reika, no lo hagas.— encerró mi mano entre las suyas completamente.
—¿Por qué me proteges a mí en lugar de a Ezra?— a pesar de que parecía sincero, esto podría ser una trampa.
—A Ezra solo se debo lealtad porque es mi dueño, pero es un tirano que ni siquiera se sabe mi nombre.— al oírle admitir aquello me sentí en la obligación de consolarle y coloqué mi otra mano sobre las suyas.— Tú eres increíble y no puedo dejar que te pase nada malo.
—Demasiado tarde.— vi cómo se acercaba otro de los secuaces de Ezra a sus espaldas, así que le guiñé un ojo antes de empezar a gritar.—¡Suéltame! ¡Suéltame!
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