45 Yaya

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Sujetaba la mano lánguida y fría de mi abuela mientras ella se esforzaba por mantener los ojos abiertos, así llevábamos más de dos horas

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Sujetaba la mano lánguida y fría de mi abuela mientras ella se esforzaba por mantener los ojos abiertos, así llevábamos más de dos horas.

——Yaya, puedes dejar de sufrir.——supliqué con la mirada emborronada por las lágrimas.——Por favor, descansa.—— me dolía verla así, hablo de un dolor físico y real, una especie de tensión ardiente a lo largo de todo mi cuerpo que resultaba asfixiante.
Tomó una bocanada de aire más, llevaba demasiado tiempo pasándolo mal, ella no se lo merecía.

——Mamá.—— me giré para encontrar a la mujer que me parió, junto a Max y Duke. Ella se acercó a la cama rápidamente y tomó la otra mano de mi abuela. La yaya cerró los ojos y soltó el aire por última vez. Se había ido.

Era como si lo hubiera sentido

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Era como si lo hubiera sentido. Como si quisiera dejarnos un mensaje con su último suspiro. La abuela fue sabía hasta el último segundo de su vida. Así fue cómo me dejó la mujer a la que más he querido y querré siempre; en manos de su hija y su nieta.

——Mamá, te quiero, siento haberte abandonado.—— murmuró mi madre mientras besaba la frente de lo que ya era el cadáver de mi abuela.
Quizás siguiera petrificada ante la muerte de la yaya, o quizá algo en mi interior hizo que el dolor que mi madre sentía despertara mi conciencia; de no haber sido así, ya le habría reprochado el llegar tarde para las disculpas y para todo.

——Yaya, siempre te tendré presente.—— me dirigí a la ventana, sabía que mi abuela ya no estaba atrapada en la carne sobre la camilla, ella ya estaba surcando el aire de camino a un lugar mejor. Incluso su resto mortal parecía en paz, sus labios se curvaban suavemente hacia arriba y sus ojos estaban cerrados suavemente, podía decirse que se la veía feliz.

Me giré para encontrar a los tres llorando, y aquello me rompió el último trocito de corazón que me quedaba sin resquebrajar. Ellos no conocían a mi abuela realmente, lo que de verdad les hacía sufrir era mi dolor.

 Ellos no conocían a mi abuela realmente, lo que de verdad les hacía sufrir era mi dolor

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