77 Retorcida luna de miel👰‍♀️🤵

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Tyson no me había soltado la muñeca hasta que llegamos a la guarida de Ezra, eran muchos los esbirros que me acompañaron hasta la mismísima boca del lobo pero saber que tenía a alguien más o menos de mi lado me hacía sentir menos sola.

 

—Reika, ¿qué haces aquí?— Ezra salió de entre las sombras para recibirme.

 

—Dijiste que era bienvenida cuando quisiera

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—Dijiste que era bienvenida cuando quisiera.—le recordé forzando una sonrisa.—¿Me lo he tomado demasiado al pie de la letra?

 

—En absoluto, querida.—desvió la mirada hacia el bosque y después a toda du manada.—¿Qué diablos hacéis todavía aquí? Id a buscar a los otros.—comprendí que se refería a Ayax, Duke y Max, y probablemente a Hades también. 

 

—Ha venido sola, señor.— intervino Tyson, que aún sujetaba mi muñeca.

 

—Debes ser especialmente estúpido si crees lo que dice.—contestó severamente. Pero cuando Tyson me dirigió la mirada apenas medio segundo, Ezra estalló enfurecido.—¡No te atrevas a mirarla!— estrelló la copa de vino que llevaba en la mano contra el suelo a nuestros pies.—¡Vete!

 

Tyson dudó unos instantes pero finalmente se resignó a sus órdenes y desapareció entre la inmensidad del bosque.

 

—Oh.— reaccionó al ver mis zapatillas blancas cubiertas de manchas de vino tinto.—¿Qué número calzas?

 

—Treinta y ocho.— me alejé un poco para apartarme de los cristales rotos y así poder rodearlos.

 

—Un treinta y ocho, entonces.— dijo dirigiéndose a uno de los secuaces que teníamos al rededor y después dejó un billete en sus manos.— Ya sabes cuáles quiero.— el otro asintió y echó a correr.

 

—Bueno, ¿cuándo vas a soltar a mi madre?— al fin y al cabo era todo lo que quería. 

 

—Todo a su debido tiempo, querida.— dijo con una sonrisa amplia en la cara. Di un paso adelante para acompañarle pero me lo impidió.—No puedes meter esos zapatos sucios en mi casa.

 

Fruncí el ceño y me quité las deportivas exponiendo mis calcetines de el monstruo de las galletas, pero ni aún descalza me dejó dar un paso.

 

Se acercó a mí y me levantó con un brazo en mis piernas y otro en mi espalda, instintivamente me abracé a él para no caer al suelo.

 

—No quiero que te cortes.— murmuró mientras atravesaba la puerta conmigo en brazos como si fuéramos directos a una retorcida luna de miel.

— murmuró mientras atravesaba la puerta conmigo en brazos como si fuéramos directos a una retorcida luna de miel

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