56 Las acacias y el viaje astral👽

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--Ni viaje astral ni nada.-- murmuré decepcionada. Quemar las hojas no había servido.
Entonces me giré hacia aquel enorme perro amarillo, parecía muy suave. Así que, lo comencé a acariciar comprobando que sí era muy suave.
Pero el animal no reaccionaba, no pensaba quedarme allí si iba a ignorarme.

No tenía el equilibrio necesario para ponerme de pie, ni siquiera ganas de intentarlo. Tuve que ir a rastras por el suelo hasta la puerta de la casa.
En cuanto abrí la entrada, tuve que taparme los glasos, la luz del sol era especialmente cegadora.

--¿No podías haber buscado una hierba que te ayudase a estudiar en vez de esto?-- gruñó mi abuela, que estaba sentada en medio del jardín sobre una manta de picnic

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--¿No podías haber buscado una hierba que te ayudase a estudiar en vez de esto?-- gruñó mi abuela, que estaba sentada en medio del jardín sobre una manta de picnic.

--Pues la verdad es que sí.-- claramente, mi cabeza me estaba jugando una mala pasada. Pero llevaba demasiado tiempo sin ver a mi yaya, y aunque fuera producto de una alucinación, me alegraba de tenerla de vuelta a mi lado.

--Prueba el gingseng, así es como tu madre se sacó el carnet de conducir.--ella sonrió al recordarlo. Yo también conocía esa historia, a mi madre ya la habían suspendido el examen práctico de conducir seis veces e iba camino de una séptima. Por suerte para ella, el examinador que la había tocado esa vez estaba locamente enamorado de ella y no dudó en aprobarla. A día de hoy sigue siendo un auténtico peligro en la carretera, y no me subiría a un coche que ella conduzca por nada del mundo.

--Oye, yaya, ¿te has enfadado por que use tus hierbas para drogarnos?-- la aprobación de mi abuela seguía siendo importante para mí. Ella soltó una carcajada que me hizo sentir más tranquila, la yaya llevaba mucho tiempo sin reírse así, los últimos años de su vida estaba siempre confusa y agitada; ya no la oía reírse de aquella forma tan catársica.

--Cielo, ¿para qué te crees que las usaba yo?-- entonces comenzamos a reír las dos juntas. Las tres, si contamos la nube mágica que desprendía aroma a canela.

 Las tres, si contamos la nube mágica que desprendía aroma a canela

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