Ha llegado una luna llena muy especial para Reika, ya que ha hecho que conozca a Max, Ayax y Duke.
Podéis leer su aventura, ambientada en Galicia, en capítulos cortos y muy ilustrados.
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—No los había visto nunca, son una manada muy rara.— Hades apenas podía hablar.
Estábamos en forma de media luna al rededor de él, dejándole más bien poco espacio para respirar tranquilo. Me senté a su lado ofreciéndole un vaso de agua.
—Se la llevaron.—suspiró antes de beber.
—Se suponía que no había más manadas que las vuestras.— me giré hacia los demás, estaban totalmente perpeplejos. Sentí que tenían miedo, y comprendí que temían por mí. Porque yo estaba marcada, eso era una ventaja que frenaba al resto de miembros de sus manadas, pero al aparecer tenía el efecto contrario con la otra nueva y esto me ponía aún más en riesgo.
—¿Creéis que habrán localizado a Reika ya?— preguntó Max con un tono terriblemente preocupado y la cara desencajada por la angustia.
—Esperemos que no.— Ayax trataba de ocultarlo, pero sentía el mismo pavor o quizá más, ya que él no tenía a quién acudir para que lo arreglase todo.
—Tenemos que esconderte.—propuso Duke, parecía preparado para prestarse como escudo humano en aquel mismo momento.
—No, no.— miré a Hades.— Antes de nada tenemos que ayudar a María.
—No pienso ponerte en riesgo.— dijo Ayax, ni siquiera lo pensó un segundo, así que iba a ser difícil hacerle cambiar de idea.
—Pero tenemos que recuperarla.— intervino su medio hermano.— Por favor, necesito vuestra ayuda.
—Podemos ayudarte, siempre que Reika esté a salvo.—Max estaba conmovido.
—¿Ayudarte cómo?—Duke no lo estaba en absoluto.—¿Cuál es tu plan?
—Primero tenemos que encontrarlos.— explicó Ayax.
—Bueno, pues empecemos a buscar.— Duke se puso la camiseta que había dejado tirada sobre el sofá.
—Tardaríamos demasiado.— Hades presionó su cara entre las manos.
—Tranquilo, seguro que llegamos a tiempo.—Max trató de consolarle, pero todos sabíamos que cada minuto hacía que las posibilidades de que María estuviese bien disminuyesen.
—Tiene razón, tardaríais demasiado.—interrumpí, dispuesta a recibir el aluvión de negativas que se me venía encima.— No vamos a ir a buscarlos, vamos a hacer que vengan ellos.
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