Cap 55: Los minutos que importan +18

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La brisa del bosque cortaba como un cuchillo, fría pero llena de vida.

Ivar había insistido en que saliéramos, sin darme una razón clara.

Caminaba detrás de él, tratando de no tropezar mientras sus manos grandes y ásperas cubrían mis ojos.

Su risa ocasional me hacía sonreír, pero el frío se colaba en mi piel, y no podía evitar estremecerme.

-¿Falta mucho? -pregunté con un tono quejumbroso pero juguetón.

-Deja de quejarte, Xacnia. Confía en mí, valdrá la pena.

Sus palabras estaban cargadas de promesas, y aunque mi curiosidad estaba al límite, no podía evitar sentirme ansiosa.

Después de unos minutos más de caminar entre los árboles, finalmente me detuvo.

-Siéntate aquí -dijo, guiándome con cuidado hasta una superficie que resultó ser una roca lisa.

El aire aquí parecía diferente, más dulce, como si la naturaleza misma guardara un secreto.

-¿Lista? -susurró, su voz baja y grave cerca de mi oído.

-Lista -respondí, sintiendo cómo mi corazón se aceleraba.

Cuando quitó sus manos de mis ojos, un mundo mágico se desplegó ante mí.

Frente a mí había un campo de flores que brillaban suavemente en la oscuridad, como pequeñas estrellas terrestres.

Sus pétalos irradiaban un resplandor azul y dorado que reflejaba la luz de la luna.

A un lado, una laguna cristalina capturaba el brillo de las flores, multiplicándolo hasta parecer un espejo encantado.

Pero lo que realmente atrapó mi atención fueron los libretos.

Estaban por todas partes: algunos reposaban sobre piedras, otros en troncos caídos, y otros colgaban delicadamente de las ramas bajas de los árboles.

Era como si el bosque entero hubiera sido transformado en un santuario para alguien que amaba escribir y dibujar tanto como yo.

Mi pecho se llenó de una calidez que contrastaba con el frío ambiente. Miré a Ivar, incapaz de contener mi emoción.

-¿Hiciste todo esto? -pregunté, con la voz quebrándose por la alegría.

Él sonrió, ese gesto característico suyo que mezclaba orgullo y ternura.

-Quería darte algo que te recordara que eres libre para crear, para ser tú misma. Así que, dime, Xacnia: ¿qué libreto quieres empezar a escribir o dibujar?

Sus palabras resonaron en mi interior, como un eco cálido que me llenó de fuerzas.

Me levanté de la roca, tocando suavemente las flores y los libretos, como si cada uno de ellos fuera un tesoro.

-No sé cuál elegir -dije, riendo suavemente-. Todos son perfectos.

Ivar se acercó, tomando un libreto de una rama cercana.

La cubierta era sencilla, hecha de cuero oscuro, pero las páginas tenían bordes dorados que relucían bajo la luz de las flores.

-Empieza con este -sugirió, entregándomelo con cuidado-. Escribe algo que sea solo tuyo.

Lo tomé entre mis manos, sintiendo su peso, no solo físico, sino emocional.

-Gracias, Ivar. No sé qué decir...

-No digas nada -respondió él, inclinándose hacia mí, su mirada fija en la mía-. Solo escribe.

Ligeramente temblorosas por el frío,mis dedos trazaban líneas con el carboncillo.

El Mismo Temperamento +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora