La noche avanzaba, tranquila, mientras el aroma de algo nuevo y cálido llenaba la habitación.Ivar estaba de pie junto al fuego, con una expresión de concentración tan intensa que no pude evitar sonreír al observarlo.
Llevaba en las manos un cuenco de madera, removiendo con lentitud una mezcla cuyo vapor llenaba el aire con un olor especiado y dulce.
-¿Desde cuándo tú cocinas? -pregunté, divertida, mientras me recostaba un poco más en la cama, rodeada por las mantas.
Ivar giró la cabeza hacia mí con una media sonrisa.
-He visto suficiente para aprender algo básico. No es tan complicado como blandir una espada, pero tiene su arte. -Dejó el cuenco a un lado y volvió al fuego, moviendo una cuchara de madera sobre una pequeña olla de hierro.
-No te lo imagino -respondí, riendo suavemente-. Pensé que siempre eras servido como un príncipe.
Él se encogió de hombros, sin apartar la vista del fuego.
-No siempre. A veces, en las largas travesías, no queda más remedio que cocinar si no quieres morir de hambre. Claro, lo que hago no tiene nada de especial. -Tomó la olla con cuidado y sirvió parte del contenido en un plato de madera-. Pero al menos sé que no te envenenará.
Me senté, sintiendo curiosidad, y tomé el plato que me extendió.
Era un guiso sencillo, con trozos de carne, hierbas y algo que supuse eran raíces locales.
El sabor era inesperadamente bueno.
-No está mal -comenté con una sonrisa-. Creo que podría acostumbrarme a que me cocines.
-No te hagas ilusiones -respondió él, riendo mientras se sentaba a mi lado con su plato-. Esto es temporal.
Lo miré de reojo, mientras comíamos en silencio por un momento.
Había algo cálido y humano en ver a Ivar así, relajado, lejos de su aura de guerrero frío.
Ivar alzó la mirada hacia mí, con una ceja arqueada.
-¿Por qué me miras así? ¿Te sorprende que sea tan bueno cocinando?
-No... no es eso -dije, desviando la mirada hacia mi plato, sintiéndome torpe.
Pero ya no podía contenerlo más. Mis dedos jugueteaban con la cuchara, y las palabras salieron antes de que pudiera pensarlo mejor-. Ivar... te amo.
El silencio se hizo pesado por un momento, y cuando levanté la vista, vi cómo sus ojos se iluminaban, sorprendidos y, al mismo tiempo, llenos de algo que nunca había visto antes.
Una sonrisa se dibujó lentamente en su rostro, y dejó el plato a un lado para mirarme de frente.
-Costó, pero por fin lo admites -dijo con una risa suave, pero cargada de emoción.
Rodé los ojos, intentando disimular mi nerviosismo.
-Ja, ja, gracioso -respondí, aunque no pude evitar sonreír también.
Antes de que pudiera decir algo más, él se inclinó hacia mí y me besó profundamente.
Sus labios tenían la intensidad de sus batallas, pero también la calidez de su lado más humano.
Por un instante, me dejé llevar, sintiendo que el mundo se desvanecía a nuestro alrededor.
Sin embargo, me aparté con una ligera carcajada, poniendo una mano en su pecho para mantenerlo a raya.
-Deja de estar siempre besándome y come -dije, fingiendo un tono regañón mientras volvía a mi plato.
Él rió, tomando su lugar nuevamente.
-Solo porque lo ordenas, mi reina.
Lo miré de reojo, divertida. Aunque sabía que estaba bromeando, había algo en sus palabras que sentí profundamente sincero.
---
A la mañana siguiente
El aire fresco de la madrugada nos golpeó cuando Ragnar entró en la gran sala.
Su presencia, como siempre, llenaba el espacio con autoridad.
Todos estábamos atentos mientras él hablaba, con su voz grave resonando como un tambor.
-Hemos recibido noticias -anunció, dejando caer un mapa sobre la mesa-. El reino vecino ha mostrado debilidad. Es nuestra oportunidad de tomarlo y expandir nuestro poder.
Miré a Ivar de reojo.
Su expresión se endureció al instante, como si ya estuviera trazando estrategias en su mente.
-Tenemos que movernos rápido -continuó Ragnar-. Si no lo hacemos, otros lo harán antes que nosotros.
---
Entrenamiento
La mañana transcurrió entre órdenes y preparativos.
Ivar y yo habíamos salido al patio de entrenamiento.
Aunque mi cuerpo todavía sentía los efectos de la enfermedad, no iba a mostrar debilidad frente a él.
-Toma esto -dijo, lanzándome una espada pesada que atrapé con ambas manos. Su sonrisa era desafiante-. Hoy no te voy a tratar como mi novia, sino como un enemigo.
-Lo mismo digo -respondí, levantando la espada con firmeza.
El entrenamiento fue intenso.
Ivar no se contenía, y yo tampoco.
Cada choque de nuestras armas resonaba en el aire, mezclado con nuestras respiraciones agitadas.
-¿Eso es todo lo que tienes? -preguntó con una sonrisa burlona, mientras desviaba mi ataque y me hacía retroceder.
-Aún no has visto nada -respondí, lanzándome hacia él con un giro inesperado.
Había fuerza en cada movimiento, pero también un entendimiento silencioso entre nosotros.
Sabíamos que esta práctica no solo era para prepararnos para la batalla; era una forma de conocernos mejor, de medir nuestra confianza y nuestra conexión.
Finalmente, cuando ambos estábamos agotados, nos detuvimos.
Él me ofreció la mano, ayudándome a levantarme.
-Si peleas así en la batalla, tendrás a todos temblando -dijo, con una sonrisa que era mitad orgullo y mitad burla.
-Pero aún me queda mucho por aprender -respondí, limpiándome el sudor de la frente-. Y para eso te tengo a ti.
Sus ojos brillaron por un instante, y luego asintió.
-Esta guerra no será fácil -dijo finalmente, mirando hacia el horizonte-. Pero si estamos juntos, no tengo dudas de que saldremos adelante.
Sus palabras, cargadas de confianza, hicieron que algo dentro de mí se fortaleciera.
La guerra se acercaba, pero, por primera vez, sentí que no estaba sola en la lucha.
-------------------------
En el próximo capitulo tratará solo de entrenamientos
Pero
En la batalla pasara algo inesperado....

ESTÁS LEYENDO
El Mismo Temperamento +18
FantasyXacnia siempre penso que nadie la entenderia por su mente macabra,nunca penso que encontraria a alguien con el mismo temperamento de locura hasta tal punto de asesinar