Cap 68 : El despertar

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El viaje fue largo y silencioso.

El hombre que me guiaba avanzaba con pasos firmes, sin mirar atrás ni dar explicación alguna.

Caminamos a través de senderos oscuros, bordeando el bosque y cruzando un puente de madera que crujía bajo nuestros pies.

Todo parecía irreal, como si estuviera atrapada en un sueño del que no podía despertar.

Finalmente, al alzar la vista, lo vi.

Un reino se alzaba ante mí, majestuoso y vasto.

Las murallas de piedra se extendían por lo que parecía ser un horizonte interminable, custodiadas por torres altas que se perdían en el cielo.

Las luces de las antorchas y los fuegos encendidos iluminaban el camino hacia un gran portón, decorado con intrincados grabados de dragones y guerreros.

Era imponente, más grande de lo que jamás había imaginado, más impresionante que cualquier historia que hubiera leído.

El hombre no dijo nada mientras las puertas se abrían con un chirrido lento y pesado.

Entramos en un pasillo amplio, adornado con tapices y estandartes que no reconocí, pero que parecían contar historias de conquistas y glorias pasadas.

Mi respiración se volvió más pesada con cada paso.

Algo en este lugar me resultaba familiar, aunque no podía entender por qué.

Finalmente, nos detuvimos frente a un gran salón.

Las puertas estaban abiertas, y el sonido de las botas del hombre resonó al caminar por el suelo de piedra.

Lo seguí, sintiendo un nudo en el estómago, hasta que llegamos al centro de la sala.

Allí, en lo alto de un trono de madera oscura y adornado con grabados, estaba él.

El hombre que nunca pensé volver a ver.

Su cabello, algo más gris de lo que recordaba, caía sobre sus hombros.

Sus ojos, idénticos a los míos, me observaron con una intensidad que me dejó sin aliento.

Vestía con ropas pesadas, dignas de un rey, pero su presencia era lo que más imponía.

—Bienvenida —dijo su voz, profunda y firme, llenando el salón.

Mis piernas se sentían pesadas, como si estuvieran clavadas al suelo.

Mi corazón latía con fuerza, y una palabra escapó de mis labios, apenas un susurro.

—¿Padre?

Él asintió lentamente, con una mezcla de orgullo y melancolía en su mirada.

Todo a mi alrededor pareció desvanecerse, dejando solo el peso de ese momento.

No sabía qué pensar, qué sentir, ni qué decir.

Solo sabía que nada volvería a ser igual.




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Ragnar

El salón estaba animado. Björn, Ubbe, Sigurd y Hvitserk charlaban y bromeaban entre ellos, sus risas llenando el espacio con una calidez que no habíamos sentido desde hacía semanas.

La ausencia de Ivar, su estado inconsciente, había dejado un vacío difícil de ignorar.

Sin embargo, esta noche parecía distinta.

El Mismo Temperamento +18Donde viven las historias. Descúbrelo ahora