«Tengo la horrible sensación de que pasa el tiempo y no hago nada, y nada acontece, y nada me conmueve hasta la raíz».
-Mario Benedetti.
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—Dominic Blackwell ha estado en casa más seguido —su padre comentó con una nota de preocupación en la voz. Apoyó los antebrazos en el escritorio y entrelazó las manos, presionándolas con fuerza—. ¿Qué sucede?
Se preparaba para ir a la universidad, dispuesta a rehacer el examen de contabilidad cuando su padre la llamó. Lauren presentía que en cualquier momento Alessandro haría la pregunta, pero no tenía el tiempo suficiente para mantener una encantadora conversación con su padre acerca de Blackwell.
Si Bianchi amaba algo era la puntualidad y no iba a permitir llegar tarde en el día de su examen debido a la intromisión de su padre.
—No sucede nada —respondió con firmeza, pero sin esconder su frustración—. Drew y Blackwell pasan mucho tiempo juntos. Si ha estado aquí más seguido, es por él.
No era sincera en su totalidad, pero tampoco mentía. La mayor parte del tiempo que se encontraba a Dominic en casa era debido a su hermano. Nunca fue por ella.
—Andrew ha estado fuera de casa —contraatacó, molesto—. No mientas, Lauren.
—No miento —imitó su tono grave—. Es la verdad.
De haber sido otra clase de padre, no escondería la verdad.
—Reprobaste.
El peso de las palabras de su padre la sorprendió tanto que le tomó un tiempo procesarlas. Un sudor frío le recorrió la nuca y las manos comenzaron a temblarle. Odiaba la ansiedad que la embargaba siempre que se encontraba cerca de él. Tan deseosa por cumplir sus expectativas que, cuando no lo hacía, sentía que fallaba no sólo como hija, sino también como persona. Era un recordatorio constante de que jamás sería suficiente para él.
—No.
—¡No me mientas! —Golpeó el escritorio con furia—. Toda la vida serás una decepción; la clase de persona que no sobresale, que vive en la mediocridad e implora ayuda para no ser tan incompetente. —Sus fosas nasales se expandieron y su mirada destiló asco y repugnancia—. ¿Por qué no eres más como tu hermano? ¿Por qué no eres como Dominic, alguien que los demás necesitan, en lugar de ser siempre la necesitada?
Lauren se mordió la lengua, esforzándose por ocultar la debilidad que su padre siempre le recriminó.
—Tengo clases.
Se levantó sin decir más. En todo caso, ¿cuál sería su respuesta? ¿El llanto? Llorar nunca resolvió sus problemas; aprendió a tragarse sus lágrimas hacía mucho tiempo.
Se encaminó hacia la salida antes de que su padre comentara algo más, pero no fue tan rápida como esperó.
—No llegues tarde a hacer el examen de recuperación para pasar con la mínima nota.
Tensó los puños y respiró con dificultad antes de salir de la habitación. No valía la pena sentirse tan afectada. De todos modos, estaba acostumbrada.
Ella estaba bien.
Ignoró el dolor que se instó en su pecho como una mofa cruel.
ΨΨΨ
Los labios de Liv se movían con rapidez y sus manos gesticulaban con ansiedad, pero Lauren seguía recreando lo sucedido con Alessandro en su oficina.
Tal vez estaba desgastada emocionalmente o mentalmente, o había una vulnerabilidad dentro de ella que le impedía ofrecerle más a la única persona a la que siempre esperó satisfacer. Se cuestionaba si alguna vez sería más que la suma de piezas rotas y traumas heredados de sus padres, si algún día dejaría de ser la niña rota que lloraba en la penumbra.
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Divinos Dioses Heridos
RomanceLa existencia humana es un entramado infinito de palabras, regido por un poder superior a ellos mismos. Fuerte, poderoso, imponente. Aterrador y deslumbrante. La belleza de un ángel, envuelto en dinero y veneno con sabor a afrodisíaco. El apellido R...