Capítulo 42: Desvanecidos en el tiempo.

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«Y si has vivido un día, lo has visto todo. Un día es igual a todos los días. No hay otra luz ni otra noche. El sol, la luna, las estrellas, esta disposición son los mismos que tus antepasados han gozado y que solazarán a tus descendientes [...] No es capaz de otra astucia que volver a empezar. Será siempre esto mismo, 'giramos y permanecemos siempre en el mismo sitio y un año sigue a otro tras sus mismos pasos».

-Virgilio.

—Encuéntrala —exigió, con los ojos brillando de furia. Se inclinó sobre el escritorio de vidrio y escudriñó el rostro de Christopher—. Haz lo que sea necesario, pero no te detengas hasta encontrarla.

Su padre lo observó con lástima desde detrás del escritorio, una mirada que solo avivó su furia. Las venas se marcaron en sus brazos, manos y frente, palpitando con la ira de quien originaría una explosión.

—¿Has considerado la posibilidad de que ella prefiera no ser encontrada? —Christopher habló con la misma calma con la que discutiría sobre el clima, como si no fuera el hombre que llevaba años lamentando a la misma mujer.

—¡Me importa una mierda lo que ella prefiera! —exclamó exaltado. Inhaló profundamente y se masajeó las sienes, agotado, confundido y preocupado—. Solo asegúrate de que esté bien —agregó, con la voz al borde de las lágrimas.

Christopher se levantó y se acercó a él. Con delicadeza, le agarró los hombros y lo obligó a mirarlo. Dominic, con un esfuerzo casi titánico, mantuvo la mirada en su padre.

—El fallecimiento de tu amiga es reciente, Dom —dijo con gentileza. A Dominic se le encogió el pecho con el dolor que aún latía en su interior—. Descansa, apenas han pasado tres días. No estarás bien para Lauren si no te recuperas antes.

Le resultaba insoportable imaginarla perdida en algún lugar desconocido, vulnerable y sola. No dudaba de su fuerza ni de su capacidad para cuidarse, pero algo no encajaba.

Cuando les dieron la noticia en el hospital, Lauren parecía ausente, sumida en su propio abismo. Dominic prefería olvidar la mirada que le lanzó en el cementerio.

Una oscuridad la atrapó, envolviéndola en un túnel de dolor y desesperación. Apenas la reconoció; su rostro reflejó un sufrimiento tan profundo que lo paralizó. La chica alegre y dulce que una vez conoció se desvaneció, reemplazada por una sombra de lo que una vez fue.

Tres días pasaron desde el funeral, pero para Em, cada hora era una eternidad. Se refugiaba en el interior de Luxus, entre el alcohol y las drogas, con la intención de acallar el dolor que lo devoraba. Cada trago era un acto desesperado por huir de la realidad.

Mientras tanto, Dom y Drew se afanaban en la búsqueda de Lauren, pero cada esfuerzo resultaba en un callejón sin salida. La frustración y el agotamiento empezaban a hacer mella en ellos, dejando al descubierto la fragilidad de sus espíritus. Archer apoyaba a su novio, pero se volvió más callado y distante.

Vinnie regresó a España para alejarse de la tragedia, pero su ausencia dejó un vacío evidente en el grupo. Su silencio, tan profundo, se volvió ensordecedor, y cada vez que Emanuele revisaba su teléfono, mantenía la esperanza de encontrar un mensaje de él.

Apenas eran tres días, pero para ellos, cada segundo se convertía en una agonía. Se enfrentaban a una prueba de resistencia, aferrados a la promesa de que algún día, de alguna forma, lograrían poner fin a esa pesadilla.

—¿Me ayudarás? —Tensó la quijada.

—Dom. —La expresión de su padre se desfiguró con pena.

—¿Me ayudarás o no? —repitió, conteniendo la furia.

—Te ayudaré, pero irás a casa y dormirás. De lo contrario, no lo haré —le advirtió.

Eso solo lo llenó de más ira, pero en el fondo, sus emociones eran caóticas por la falta de sueño y comida. Christopher tenía razón; su lado racional le exigía seguir sus consejos.

Lauren.

No podía permitirse dormir con su chica en peligro. Descansar significaría perder tiempo, y ese era su recurso más escaso. Si su padre no estaba dispuesto a ayudarlo, acudiría a Straucht y negociaría con él, ofreciéndole un porcentaje de los...

—Suficiente, Dominic —Christopher detuvo su divagación mental con una mirada grave, reservada únicamente para él—. Encontraremos a Lauren, pero no será de esta manera. Si no—.

Lo interrumpió con una media sonrisa cínica.

—¿Qué harás? ¿Me encerrarás en un internado, lejos del mundo, para que nadie tenga acceso a mí? Porque si no me tienes, si no te obedezco, entonces nadie más lo hará, ¿verdad? —ironizó, con un tono áspero que cortaba como el filo de un cuchillo.

Christopher jadeó. Dominic alcanzó un punto vulnerable, uno que prometió no volver a tocar tras su conversación sobre permitirle hacer su vida sin ataduras, amenazas o consecuencias. Pero en ese momento, la fatiga y el desconsuelo lo abrumaron. Todo lo que añoraba era desmoronarse en su cama y permitirse llorar.

Llorar por Liv, por el duelo que aún no enfrentaba y por la carta que aún no había tenido el coraje de leer. Llorar por Em, quien se desvanecía en excesos. Por Drew, que buscaba a su hermana con desasosiego. Por Archer, quien se sumía en el alcohol mientras luchaba por ser fuerte para Andrew. Llorar por Vincent, que decidió marcharse para no enfrentar la tristeza de perder a su novia.

Y llorar por Lauren. Porque sin ella, se sentía desamparado, aterrado ante la idea de perderla también, incapaz de imaginar su vida sin ella.

Llorar porque todos a su alrededor huían de sus problemas.

Christopher también se encontraba en un punto de quiebre. La promesa de dejar el tema en paz a cambio de que se comportara ya no era suficiente para contener su dolor y agotamiento. Era una batalla interminable contra el destino, contra la pérdida, y cada uno de sus seres queridos se escapaba entre sus dedos como arena fina.

—Lo lamento —se disculpó, llevándose una mano a los ojos para ocultar las lágrimas que amenazaron con brotar. Tras un breve instante, asintió—. Descansaré, pero prométeme que mientras yo duermo, tú la buscarás. Por favor.

En otros tiempos, habría elegido quemarse vivo antes que suplicarle a su padre. Pero en ese instante, estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario, incluso arrodillarse frente a él, por una oportunidad más de encontrar a su novia.

Las lágrimas cedieron y su padre le enjugó las mejillas.

—Te lo prometo, fieu —aseguró—. Te lo juro.

Así, Dominic regresó casa. En el camino, marcó. Llamó a la única persona que no le respondería.

Antes de desvanecerse en llanto, él llamó.

Pero Lauren nunca contestó.

Tocaron a su puerta, fuerte y rápido, conciso y sólido. Tocaron a su puerta la esperanza, la confianza, la realidad y la promesa. No recibió a ninguna.

Tocaron a su puerta. Fuerte y rápido. Conciso y sólido.

Tocaron a su puerta el dolor, la pérdida y la muerte.

Divinos Dioses HeridosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora